I
Nadie podrá ver lo que él ve:
percibe vaticinios;
mariposas
vuelan por millares
en su cálida mente,
si vuelan en ambas direcciones
se vuelven de colores;
señales de la Arcadia,
Pero no deja de anochecer
y vuelve,
sin poderlo evitar,
al borde.
Sus mariposas se esfuman,
desaparecen una a una
de su mente.
Entonces olvida
el dolor que provoca el puñal
y recuerda el dolor
que provoca el hambre.
II
La primera duda
fue la locura.
Había un titubeo,
un tema ignorado,
un sitio no ganado,
había además un sacrificio
que podría brindarle
varios puntos de dolor
a su inocencia:
cuatro dedos
le cercenó la loba,
y sobrevivió a la rabia,
luego fue redimido.
Se preguntaron muchos
si la veneración
le sería merecida
y largos años de inmerecimiento
llevó esta indeterminación.
Cobé siguió de pie
y con su pequeño dedo en el tintero.
¿Cuál era su verdad?
La libertad,
decían sus redentores,
la indecisión,
decían sus detractores.
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