jueves, 30 de octubre de 2008

Baladas de otros

“Desde mi más tierna infancia desee ver la desnudez de la mujer con más conmoción que explorar una cueva, el casco abandonado de alguna hacienda o de un balandro varado. Inventé artilugios de reflexión óptica para sorprender sin ser sorprendido a las mujeres de mi casa. De adolescente ensoñaba con mis tías y de joven con mis primas y en general con todo lo que se balanceara con faldas. Ahora, con varias décadas en el cuerpo y más bien harto de dicha veleidad, he llegado a esperar devotamente, sabiendo que no llegaría, hasta cinco horas a una “musa” (toda mujer que viste y calza si es musa, lo es entrecomillas...), cansado de padecer tantísimo desdén, llego a las mismas conclusiones: 1. todas las mujeres son la misma personita. 2. con una e hijos basta y sobra para darle a la vida un agradecimiento imponderable y gratuita aceptación a lo absurdo del mundo, y 3. la mujer que haciendo alarde de su sexto sentido te invita inopinadamente a copular, con la misma sutilidad y alegría, sabrá despedirte a tiempo. En fin, las musas sin duda son la mejor parte de la sabiduría clásica griega que no podemos perder” –Se dice para sí, memorioso y circunspecto, un misógino.
Fragmento de El hombre que no se aburre en su habitación de Jaime Vilchis.

Metralla

Libélula ondulante
que en éxtasis profundo
se evapora,
vidrio roto;
astilla,
raja tabla,
palabra sin tiento,
guarida bajo el ala
de lo incierto.

Fusil

Voy como una flor
de fuego
entre amantes
criminales:
revivo como una bruja
incinerada en el principio
y empalada en el límite;
en sampleo
amoroso,
en repetición.
Voy a tu estación
de cristal violento
a recargar heridas.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Balita

Haber encontrado una mujer que por fin y todos los fines lo amara le causaba un pavor tan grande que se quedaba petrificado durante horas, lo mismo que su pene, como si los ojos de ella fueran los de una medusa. La valentía con que venció su timidez para abalanzarse sobre aquella mujer lo hacía sentir, a veces, grande.
Para un hombre pequeño hacer el amor es una gran aventura, siempre, cada vez; son seres amorosos y blandos, un tanto retardados y tímidos. Cada vez que cuenta algún episodio de su vida sexual lo reviste de una alegría y un dramatismo epopéyicos. Alardea de un talento que seguramente no posee. Los pequeños suelen tener graves defectos en la cama, y pocas veces llegan a intentar darse cuenta. Me encanta cuando platica sobre esto. La intimidad del consultorio lo calienta en una forma curiosa con cuyas razones no he dado todavía. Me ha dicho que soy hermosa, atesoro las grabaciones en que intenta seducirme y a veces las escucho cuando estoy triste, siempre es reconfortante saber que una es deseada.
Las acciones de este hombre están provistas de una genialidad insospechada y sólo reconocible para una mujer tan sensible como quien escribe. Pero mi pasión por Gerzon procede principalmente de sus elucubraciones, de las palabras que dice cuando inocentemente se presta a mi morbosidad de investigadora y me habla de su esposa, ahogada en una alberca después de sufrir un golpe en la cabeza.

domingo, 26 de octubre de 2008

Nada


No me apuran las dádivas.

Tengo los años como segundos
que se aproximan a mi vida
y nada.

No me apuran los descubrimientos.

Miro hacia dentro
y tengo una cavidad congelada.

Afuera tengo el sol,
tengo un hombre
y nada.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Bucólica

Cerca veo
la colina en llamas.

Veo el oro crecer
y también la nostalgia,
veo el incendio
mientras las ovejas,
-blancas, negras, pasivas-
pastan en mi prado.

miércoles, 15 de octubre de 2008

El farsante (2007)

Juro
que este hombre
es una excepción:
no pertenece a casta alguna,
no ha tenido padre,
ni madre,
ni cuna,
no ha nacido.

Dice que está muerto,
que está gris,
que está tuerto,
cojo, viudo, harto...

Podría ser un diamante
entre mis senos;
una fortuna, el pan,
los días buenos.

Pero sólo es un farsante,
y va hablando por ahí
con desconocimiento;
loco, tonto, bruto, idiota.

Se consuela con patrañas,
se desvive por arañas,
y se arroja lanza en ristre
sobre el pecho
que lo lleva en sus entrañas.
Eso es triste.

Balita

Toqué la puerta, pude escuchar sus pasos descalzos acercándose sigilosamente, de pronto una pequeña sombra tapó el ojillo y escuché nuevamente los pasos, su olor se intensificó, después su silueta se atenuó, escuché el cerrojo de la última recámara girar suavemente, volví a tocar, esta vez escuché el chirrido del colchón donde duerme, volví a tocar, en ese momento el sudor se hizo más perceptible, luego escuché como sus pasos se acercaban al closet. Escuché el atomizador del perfume, sentí el olor.
Vuelvo a tocar, de pronto siento un olor a bocadillo, a desesperación, es extraño, ahora hay un olor a lágrima, no comprendo, ¿le ocurrirá algo?, esta vez toco con más fuerza, aspiro hasta la última bocanada, siento que algo cae en el interior del departamento, un ligero grito. En todo el tiempo que lleva mi vecino en el edificio jamás se le había caído nada, ni una hoja de papel, es un chico casi impecable. Ahora sí que estoy tocando fuerte, el muchacho me tiene preocupada, lo siento dar pasitos inarmónicos en el interior del cuarto.
–¿Está todo en orden? –le pregunto. –Hermano, no temas. Trato de animarlo.
El olor a lágrima está a punto de causarme nausea. Tengo que abrir, no vaya a ser que el pobre muchacho se asfixie. De pronto él abre. Esta vez la apreciación de sus facciones es total, tiene piel de obsidiana y ojos ambarinos, las pestañas muy pobladas, relucientes, sonríe ampliamente con labios grandes y dientes pequeños, se le hacen unos hoyuelos en las mejillas, es alto como un hastial, tiene aspecto de venir de una clase noble, emite una risa maravillosa, aunque fingida. Ha llorado, se ha metido el bocado con desesperación y se nota. Trato de reanimarlo con otra risa maravillosa. Se queda atónito.
–¿Tienes cuenta de banco? –le pregunto, llanamente.
Me parece que se exalta pero trata de disimular, se oculta magistralmente. Pero yo sé muy bien que ha llorado, no me puede engañar. De pronto detecto un diminuto trozo de galleta en el primer molar izquierdo. Súbitamente la expresión de su rostro cambia. Y no comprendo. El olor adquiere matices de auténtico voto invisible. Me siento emocionadísima de tener frente a mi a semejante soldado.
De un modo francamente incomprensible mi vecino me dice que está harto de mí, que ha comprobado que no duermo sólo por esperarlo, que ya no sabe cómo hacerle para evitar que mi nariz llegue hasta él. Estoy atónita, luego me dice que por el amor de dios le permita tener vida privada. Trato de mascullar algo, pero sólo consigo chillar levemente. El tipo se enfurece aún más cuando me escucha, entonces corre hasta la cocina, trae una escoba y comienza a darme con ella.
lacr. –Consigo articular...
–¡A mi no me engañas! –Grita fuera de si. Luego me da un fuerte portazo

martes, 14 de octubre de 2008

Envidia (2007)

Siento envidia de tu rostro,
de tu canto,
de tu risa,
de tu baile.

Siento envidia de los campos,
de los vientos,
de las lluvias,
de todos los elementos.

Siento una envidia tan grande
por tus cauces, que se derraman,
que escurren por las montañas
como serpientes.

Siento una punzada atroz
en mi alma negra
cuando veo
la luz que te embarga todo,
que te inflama.

jueves, 9 de octubre de 2008

Afuera

El viento
no deja de soplar,
violento,
enrojecido
por el fuego.

Un murmullo
no deja de ser,
y no puede
acallar las risas
y los jugueteos
aquí dentro.

Afuera la catástrofe,
afuera el infierno.

La neblina baja por la mañana,
tiñe todas las muertes de blanco
y el viento se va triste
y se calla,
dejando el humo negro
de un rumor
macilento.

Adentro blancas hojas
se hacen cuentos,
velos,
vuelos,
nubes,
pulques,
cruces,
hombres de bruces,
espumas,
bromas,
bramas,
brumas...