domingo, 31 de octubre de 2010

Tantras reales

Tantras reales
para enredarnos,
treparnos
en las ramas de los árboles.
Tantras reales
para maltratar a los ebrios
desequilibrios
y recuperar nuestras coronas.
Tantras reales
para regalar las artes,
los dones
y los calzones.
Tantras reales
para redimir los renegados
corazones
martirizados por los condones.
Tantras reales
para tratar los delirios
y los males
de los tristes animales postcoitales.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Otro asunto íntimo

Una vez estuve viviendo en una casa a la orilla de un acantilado, en un intento de acercarme patéticamente a la Lacritud, a la Arcadia y demás utopías. Un día estaba preparando la comida mientras mi hijo se bañaba en la playa, que quedaba relativamente cerca; entró de pronto una llamada al celular, que durante ese tiempo yo ocupaba exclusivamente como alarma. Aquello hasta entonces era pretendidamente imposible. Esa imposibilidad era parte misma de la utopía personal que yo estaba viviendo. Utopía que vino a destruirse a continuación.
El de la llamada era un antiguo compañero del bachillerato del que no había vuelto a acordarme y que consiguió mis datos con no sé qué artilugios. El caso es que después de un tiempo yo volví a la ciudad, y a partir de un proceso que me es brumoso contarles, nos hicimos amantes. De pronto me empezó a parecer bello y me dio por convertirlo en mi paper doll y jugar a que yo era la diseñadora de imagen y él el embelesado receptor de los sacos y las corbatas, de las playeras y las chamarras, de los cortes de pelo y los pares de zapatos. Aquel era uno de esos aligerados periodos de mi corazón, en los cuales la carga casi siempre triste y sublime del verdadero amor es apenas perceptible y totalmente innecesaria.
Más tarde lo corté. Él tiene grandes defectos: mientras es incapaz de medir la tontísima magnitud de su error –motivo por el cual preferí dejarlo y que es fruslería contarles- vive alimentándose de mi, asunto que facilita la red. Esta red; la de los blogs y las amistades virtuales. Si yo me hubiera quedado en aquel acantilado en vez de regresar a la ciudad para estar a su lado, seguro me habría vuelto pescadora y la red nunca me habría atrapado. Quizá él haya sido una carnada en mi enredada vida o, ahora que lo pienso, quizá la carnada sea yo. Él vive succionando el esqueleto de mi presente, desde hace años, como si fuera suyo, y no tiene derecho. Nadie debería tener derecho de engañarse a sí mismo. Todos los días que escribo él se miente a través de mi voz ecualizada en su mente. Comete equivocación tras equivocación.

Balita

La Arcadia moriría y yo deseaba que así fuera. Como habitante extranjera, como perdedora, como empleada doméstica, como Golinense, veía cada vez más lejano el derecho de acercarme a las sábanas de la Andrógina, porque las lavaban en una lavandería exclusiva y no sólo por eso, sino porque ella no volvería a ser la estúpida y mil veces violada chica del Amazon. Ahora era nada menos que la esposa del Semental Cinco Estrellas, hombre de gran musculatura.
La furia aquella de las primeras páginas se despertó en mi ser, ya no como el impulso de arrojarme a las llantas de un trailer, sino como un deseo latente y explosivo de transgredir las leyes de la lavandería y escaparme al Castillo. Sabía que sola no podría vencer al Semental, así que empecé a fraguar una serie de hostilidades, empecé a hacer insinuaciones de rebeldía a mis compañeras de trabajo, pero ellas se veían tan felices y afortunadas que fue imposible hostilizarlas, rebelarlas. Nadie al parecer experimentaba lo que yo, nadie sentía el deseo de ir al Castillo. Decidí que me escabulliría sola, una vez fuera pensaría en algo para al menos localizar la lavandería donde se lavaban las sábanas de la Andrógina. Aunque el olor de su cuerpo, antes que el de sus sábanas sucias, me haría localizar su habitación. Eso me llenaba de una euforia feliz.
Me angustiaba profundamente el olor cada vez más fétido, que por otro lado sólo yo parecía notar. Era urgente que saliera de esa lavandería. Mis compañeros de trabajo se levantaban de su cama sonrientes, nada había en sus rostros que denotara angustia alguna, y sin embargo yo guardaba en las entrañas el olor de la enfermedad de la Arcadia.
De tanto buscar y buscar soluciones a mi problema había adquirido cierta capacidad de transgresión de la materia, condición necesaria, como saben ustedes, para ser una amazona. Mi capacidad se ceñía a los sueños, a partir de los cuales fui dando con la configuración de cada uno de los pasillos del castillo y más temprano que tarde, guiada por el olor, di con la habitación real. Lo que ahí descubrí fue terrible.

Ideal impreso y digital

Es clara la relativa economía de los medios digitales para difundir la cultura. Una de las grandes cosas que aplaudo en este sentido es la capacidad de difusión que pueden ser alcanzados en medios gratuitos como blogs, twitter o facebook. El fenómeno me parece sumamente atractivo en el sentido de que da voz a un número creciente personas; la forma en que estos millones de personas utilizan esa voz es responsabilidad de cada uno de ellos. El fenómeno de la web 2.0 es un arma de dos filos: la capacidad descontrolada de difusión de información genera una alta falibilidad de la misma. Gabriel Said se quejaba amargamente hace varios años en un artículo en Letras Libres, de la trivialización del periodismo cultural, de la falta de seriedad de la que pecamos los periodistas en esta era del acelere, de esa culposa pero a la vez cínica necesidad de sacar una nota en el menor tiempo posible, sin haber leído el libro, haber visto la exposición o haber conocido al artista. En este sentido quienes hacemos periodismo cultural debemos ser autocríticos y reconocer la gran importancia que tiene el manejar la información con responsabilidad.
Mi ideal impreso de difusión, de registro, de memoria cultural en la era digital, es un medio permanente, una publicación que no desparezca en un santiamén. Una revista que se valga de todos los beneficios de la digitalización para convertirse en un objeto de arte que permanecerá felizmente en los libreros de sus compradores y será quizá hojeada por los hijos de los hijos de sus compradores, que no se convertirá en basura, pues. En términos de web 2.0: un registro cultural que sea visitado miles de millones de veces, cuya consulta se vuelva una consulta de culto y que haga gala de todo el lujo de creatividad que facilita la tecnología digital en el aspecto gráfico, con todo el pulimiento de buenas plumas que redacten con responsabilidad y verdadero interés por el trabajo del artista al que decidieron difundir. Respetar la materia cultural y entender que su noticia está en el contenido mismo de la obra de arte. En su aguerrida queja, Gabriel Said cita a Ezra Pound "Poetry is news that stays news". La noticia cultural está en el fenómeno cultural, pues.

jueves, 21 de octubre de 2010

Mañana en el Programa de Fernando Fenández por 107.9 de FM

Mañana viernes a las 3:00 PM
estaré en el programa del poeta y editor
Fernando Fernández,
para hablar sobre mi trabajo como editora de la
Colección Cultura Urbana Libros y la Revista Cultura Urbana,
de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
por: Horizonte 107.9 de FM. o por imer.gob.mx

Mi amiga la escritora sinaloense Celene Guzmán escribe sobre mis Plantas y sobre mi Agente Morboso

http://www.riodoce.com.mx/content/view/7083/37/
http://laotrabula.blogspot.com/2010/10/las-plantas-de-rowena-y-su-agente.html

lunes, 18 de octubre de 2010

Yo por mi y para ti

Yo por mi el domingo 17 de octubre del 2010,
después de mi yoga matinal
Me gusta que mis amigos lectores me encuentren linda, cada vez que veo una foto mía en la que no me gusto nada, (cosa que ocurre con una frecuencia muy triste y nada fotogénica) me quedo pensando en lo chula que soy y en lo chulos que son mis lectores y lectoras, y pienso en la forma de redimirme y redimirlos. Por eso les dejo esta foto que yo me tomé este domingo 17 de octubre del 2010. Dice Juan José Reyes, en un tono que no carece de reproche, que una escritora no tiene por qué ser atractivo visual, pero ¿una escritora no puede tener vanidad? ¡Claro que sí!... y yo aplaudo a esas queridas amigas mujeres escritoras que saben que la inteligencia y la belleza no están peleadas y que se ponen chulas, pues, para salir en la foto, para ver a sus novios, para escribir sus libros o para lo que sea. Soy de las que piensan, como el otro buen Juan José (Rodríguez) que no hay mujer fea. Viéndolo bien tampoco hay hombre feo. Eso es muy cierto y no tiene nada de malo.

Sobre el deseo inextinguible en la blogósfera

No somos para los demás lo que creemos ser. Las cosas están filtradas por el ojo que las mira. Quien permite que otro lo vea porque no le queda más remedio en este mundo voyeurista y desmesuradamente chismoso, sólo es una víctima.
Pienso en el pobre muchacho que pasó unos tres años de su vida dejándome mensajes en su blog, y en los tres años que yo -pobre de mi- estuve siguiéndolo en silencio, luego recuerdo a otro que en tiempos posteriores hizo más o menos lo mismo, y recuerdo haber actuado igual que con el anterior y luego a otro que hizo lo mismo en tiempos recientes, siendo mi reacción la misma. Pienso en los amigos que dejan mensajes a sus personas queridas u odiadas a través del arte, de la red, a través de una pared o –aquí en el pueblo pulquero donde vivo- de un maguey. Pienso en lo iguales que somos todas las personas. Pienso en lo difícil que es percibir una mente humana desde un punto distinto al del egocentrismo. Parece repetirse el mismo patrón. Pienso ahora en uno de mis sobrinos, que todo el día, sin importar el número de testigos, deja mensajes a su novia en el Facebook.
Si miras a los otros como si fueran tontos es porque eres un tonto incapaz de mirar con detenimiento. Si observas a otra persona con detenimiento obsesivo a través de tus medios digitales, eres un stalker, (hoy por cierto, descubrí el término) ¿esto te hace indeseable? Puede que sí, puede que no. Lo único que puedo decir es que eres un ser de tu tiempo y que todos los seres de tu tiempo se parecen mucho a ti. Sin embargo si te miras a ti mismo como a un tonto no es por que los otros -que te siguen a través de sus medios digitales- te miren igual, quizá los otros piensen que eres listo.
En tu cuerpo hay un deseo inextinguible desde la pre pubertad, antes quizá. Ese deseo en la era del internet sólo te sirve para perder el tiempo. En tu espíritu hay una fuerza de voluntad tan nula que prefieres sufrir mil años antes de acercarte a alguno de esos chicos bloggers a los que ves sufrir. Eres casi casto, tus amores son platónicos, y te has guardado una idea quizá falsa de que en la red nadie se enamora, pero finges lo contrario. La era del VIH también contribuye a esa falta de voluntad. Tu deseo es inextinguible, aunque estéril. Él o ella ya entendió el mensaje erótico que le enviaste, el otro o la otra empieza a notarlo y aquel o aquella ahora mismo siente una rara confusión y no entiende si lo seduces a él o a ella o a otra u otro. Tu corazón no es publicable, pero es un buen corazón, te ha mantenido vivo o viva pese a todos los intentos que rubios, rubias, mulatas y mulatos, morenos o morenas, impolutos e impolutas, intactos e intactas, han hecho para acabar con él en la blogósfera o en las redes sociales. Tu mente es tan obsesiva que puedes ir detrás de una conciencia y exprimirla sólo por curiosidad, sin tocarla siquiera, sin llegar al verdadero punto. El prejuicio prima, claro. Los demás son capaces de hacer lo mismo y más. Mientras que tú, en tu solipsismo, sueles calificarte de egocéntrico, y los ves a ellos pecar de ceguera ante sus exacerbadas vanidades.

sábado, 16 de octubre de 2010

Muy contenta después del Coloquio

De izquierda a derecha: Rowena Bali, Escritora, blogger y editora de la Revista Cultura Urbana; Miguel de la Cruz, Coordinador de información de Canal Once; Manuel Zavala y Alonso, Director de "Artes e Historia México"; Juan Jacinto Silva, Director de Noticias de Canal 22.

jueves, 14 de octubre de 2010

Otra Celestina

“Ambos son bellos. Uno no sospecha la forma en que es mirado por el otro. Ambos son el uno para el otro, literalmente, no hay un mejor modo de decirlo. Ambos son esplendentes, uno sabe que el otro brilla por dentro, pero teme reflejarse en ese brillo. Quizá cada miembro de este par deba verse en su propio espejo, por separado… voltear luego, lentamente, al lado contrario y darse cuenta para después unirse... pero en fin, que hagan lo que quieran, ya me están cansando… me preocupo como si tuviera yo tiempo de atender a necios. Los líos de los otros me tienen harta. Soy una anciana y sé demasiado y nada de estas cosas. Ojalá tuviera yo otra Celestina que se reflejara en mi y me orientara, me quitara de encima tantos pares de enamorados que mal pagan mis servicios; una Celestina que, como si fuera yo misma, me trajera un amante."

domingo, 10 de octubre de 2010

Vaticinio

Hace unas semanas, en el programa Zigma, ideas para mañana, donde tratamos el tema de la parapsicología y los fenómenos paranormales de la mente, en la perspectiva de Arthur Koestler, citamos ampliamente un ensayo que sobre su vida, obra y humanidad, escribió Vargas Llosa, y que fue publicado en Letras Libres. Hoy caí en la cuenta de que aquel programa en sí mismo pudo ser un vaticinio que probara, como no queriendo la cosa, la seriedad de la tarea parapsicológica y de este modo colgué en mi cuello y en el cuello de mis amigos, el único milagrito que pudimos haber predicho.
El asunto viene a cuento por que cada vez creo más en los vaticinios. Conforme creo más en los vaticinios, más creo que mi futuro literario será escribirlos.
Hoy me contó candorosamente un amigo cómo predijo para sí mismo la muerte de Colosio; describió la visión de la siguiente forma: “Vi la cara de Colosio en la televisión y de pronto me pareció que era Kennedy, en ese momento dije en voz alta: a este güey lo van a matar” Mi amigo lamentaba no haber dejado un registro escrito de aquella premonición, que justo al otro día se volvió una realidad que lo dejó estupefacto.
Recordé como la desgracia suele estar presente en los vaticinios, cómo estos parecen a veces dictados por una conciencia maléfica. Casi siempre le negamos nuestra conciencia a la desgracia; sin embargo, cuando se es auténticamente feliz se sabe que la adversidad es inevitable, pero también se sabe que se cuenta con el aditamento espiritual para soportarla. Uno de estos aditamentos es precisamente la capacidad de premonición: el aviso. Recibir vaticinios sólo revela una sustancia común a todos los individuos, una sustancia que sólo se produce abundantemente en individuos muy excepcionales. Pero no sólo la desgracia habita en los vaticinios. La desgracia y la felicidad, pues, son realidades predecibles.
Un vaticinio es una visión difícil de reconocer para muchos, un pensamiento que tendemos a ignorar por pereza o a encontrar falto de verosimilitud. Nunca se debería ignorar un vaticinio, sea feliz o infeliz, puesto que siempre trae consigo una mínima o grande posibilidad de cambiarlo si es desgraciado y de ayudar a provocarlo si es feliz. Ignorar un vaticinio feliz es alejar su posibilidad, ignorar un vaticinio desgraciado es acercarla. Aceptar un vaticinio pasivamente, entonces, puede traer consigo la infelicidad. El vaticinio no es una realidad, sino una perspectiva hacia futuro si no se hace lo necesario para cambiar las cosas, en caso de ser malas. Esta perspectiva se debe alentar para provocar esas cosas, si son buenas. Por tanto, un vaticinio siempre invita a la acción. Aquel que recibe un vaticinio debe escucharlo, tomarlo en cuenta, decirlo o escribirlo, pero sobre todo debe procurar hacer con él lo mejor posible, para que se desvanezca o se haga real.

domingo, 3 de octubre de 2010

Otro asunto íntimo

La primer cosa que me pregunto cuando conozco a un hombre interesante es si será capaz de actuar correctamente en situaciones de adversidad; entiéndase en el caos, en la tragedia, en la pobreza, etc. Traje esto a cuento por esta razón: anoche volví a soñarte.
Esta vez estábamos solos tú y yo en el cuarto de una pensión casi miserable en la que también vivían mis padres y mis hermanos, más las esposas y los hijos de mis hermanos, que son muchos y mis tíos y las esposas y los hijos de mis tíos, que también son muchos. Yo estaba sentada mirándote y me preguntaba la primer cosa que me pregunto cuando tengo enfrente un hombre interesante: ¿Será capaz de soportar la adversidad? Tú platicabas. Luego entraba uno de mis hermanos y te ponías a platicar con él. Mi hermano salía. Tú te acostabas en la cama y me decías que me acostara contigo y yo me ponía a hablar sobre lo fría que estaría el agua para bañarse en esos días y en lo dolorosa que sería para mi artritis (claro signo de mi falta de adaptación a la adversidad). Tú te levantabas de la cama y sacabas de no sé donde los siguientes objetos: El armazón de un columpio (que es un objeto real y que actualmente está en mi casa), alambres de teléfono, unas mangueras, unos tubos metálicos… y con todo eso te ponías a armar una máquina que, sin agua, producía agua tibia que salía abundantemente por las mangueras y que al momento en que hacía contacto con el suelo de nuestro cuarto se vaporizaba, formando nubes en el techo; cuando el vapor terminaba de elevarse dejaba al descubierto un jardín minúsculo, sembrado en la superficie de nuestro cuarto sin mover un solo mueble y con prácticos caminos de blanco granzón para recorrer la habitación sin maltratar el pasto, las nubes llovían gentilmente y con alta precisión sobre las áreas verdes, sin mojar un solo mueble. Al final del sueño pasaban cosas demasiado íntimas para escribirlas aquí.

Margaritas

Lampranthus

Acacia

Este árbol nació junto a la cerca, un vecino pasó y lo rompió por la mitad siendo un retoño, empezó a crecer, creó un muñón en el tronco principal que le fue roto, luego creó otro tronco principal, rebasó el alto de la cerca, la hizo cambiar de posición y luego nos sorprendió con una sobrepoblación de flores amarillas. Apenas tiene dos años. Tiene hojas opuestas, taxus, parecidas a las de un pirú, sólo que están cubiertas de vello.

sábado, 2 de octubre de 2010

Pare la meretriz

Afuera hay
una lluvia de rocas,
un cataclismo
inminente,
en tanto el vientre,
cada vez más inflado
pare y pare.

Adentro hay un pacto
de vivir, morir
y dejar nacer en paz
a los bebés
bastardos de la meretriz.

¿Te sigo?

¿Es tu ojo o es mi delirio de persecución?
¿Si escribo la palabra escribo, con la cual cohabito, que vive en mi puño y letra, también te aludo?
¿Te sigo?
¿Me sigues?
¿Voy a tener que esconderme o escaparme por una escalera escarpada porque tú alzas la espada y alzas el espolón pero no das estocada ni patada y me tienes espantada como hija de Don Pantaleón?
¿Me acusas sin razón de acosarte cuando es tu imaginación y te sientes acosado a diario y en toda ocasión?
¿Sabes lo que hago, lo que quiero, lo que como y lo que pido, aunque nunca te lo digo?