domingo, 26 de agosto de 2018

Suicidio escritural

Yo soy un personaje, mi autor me llamó en esta última ocasión “escritor de culto”, suena bien. Mis seguidores, -una élite muy reducida- son fieles conocedores de cada uno de los detalles mórbidos de mi vida, que tiene infinitos capítulos en los que muero, pero, como en la literatura es posible la reencarnación –todo es posible en la literatura- vuelvo a nacer sabiendo que soy yo mismo, por tanto puedo ser cualquiera: una mujer que por las noches llora a moco suelto una pena de amor y termina ahogándose en su propio vómito en una borrachera de buró o una viuda hambrienta que arranca corazones de hombres infieles y se los come, hasta que encuentra a un fiel vengador que le arranca el corazón y lo entrega a las decenas de viudas afectadas, quienes lo lanzan al escusado en un ritual de lo más raro y humillante. También cambio de género.
El caso es que como personaje que intercambia cuerpos me aburro bastante, a veces quisiera simplemente que alguien viniera, me matara en definitiva e impidiera que este escritorcillo de mierda siga inventando mis aventuras y me mate una y otra y otra vez: estoy cansado de morir y aparecer en un cuerpo distinto sabiendo siempre que vendrá otra aburridera narrativa en la que terminaré atropellado, asesinado, desahuciado, calcinado, ancajuelado, mutilado, abandonado en un departamento de la colonia Nápoles, donde apenas una vecina piadosa sintió mi olor fétido y tuvo a bien llamar a las autoridades que ahora mismo me llevan a la morgue, leen mis últimas líneas sin comprender su significado: "por piedad, ya quítenle la beca a ese psicópata", e intentan localizar en vano a mi pariente, que no dirá jamás “ese cuerpo es mío”, en tanto a mi autor se le ocurre otra travesura para seguir martirizándome.
Este acatamiento dócil de las órdenes que recibí desde un plano extra textual, me impide suicidarme, pero bien puedo provocar el odio de alguien, de preferencia un hombre, no es que sea yo un personaje sexista, es que los hombres saben matar con mayor contundencia y pericia, tienen, pues, mayor experiencia en los menesteres del asesinato. Tiene que haber un método, una forma, para hacer que esta alma esclavizada al fin descanse en paz. El escritor ha hecho de mi vida una miseria y es la única persona a la que realmente odio, el escritor debe morir.