jueves, 30 de julio de 2009

Volver al hogar (De Emilio Zomzet)

En Cultura Urbana de J.P de la Colina
Retomar mis tareas de costura y bordado es desde aquella maldita liberación un sueño imposible. Mi profesión me absorbió la vida como una plaga centenaria de rémoras, ojalá pudiera volver al macramé. Aquellas labores mujeriles que tantas y tantas veces desdeñó mi marido, eran lo mejor que yo podía hacer.
Si me preguntaran ahora, preferiría ser la mujer que aprendió a cultivar las plantas y a alimentar el ocio de los hombres, que volvió al hogar y crió a sus hijos, que por su maternidad fue vituperada y bendecida. Yo preferiría dedicar mi vida al hogar mientras mi marido trae el sustento y yo dejo de preocuparme por fruslerías, dejo de perder mi tiempo en la oficina.
Aprovechar la tecnología que ellos inventaron y escribir varios libros en una veloz computadora, desde mi casa, inventar un par de torres que superen a las Petronas, confirmar decisiones estratégicas desde el teléfono de la cocina, además de inventar métodos de seducción para divertirme con mi marido, es todo lo que yo quisiera hacer… y aquí me ven, confinada en esta ridícula oficina, en esta estructura edificada sin el menor gusto, con una bola de compañeros flojonazos, insufriblemente apegados a la música que promueven las principales televisoras, al gusto por hablar mal del prójimo y tonterías inimaginables… ¿qué clase de liberación es esta?
Sustituir al hombre en este sistema inventado por los hombres, de cuyo statement general actual gracias a dios no se nos echa la culpa a las mujeres, (una calumnia más sería insostenible) me parece una total contradicción.
Los hijos suelen ser ejemplares cuando una buena madre los sabe educar; en estos tiempos tales casos se dificultan, los niños se vuelven drogadictos y rateros a la menor provocación. Desde que vino esa mentada liberación las madres han desaparecido de sus hogares y los niños andan solos… bueno, desde mucho antes se ha visto la figura de la mujer a la que se le negó el estudio, a la que se le negó la liberación, madre soltera de bocas que alimentar, de niños que se quedan solos en las casas y que más tarde se convierten en delincuentes.
Por desgracia, y me toca decirlo, las mujeres han sufrido tantas vejaciones en sus casas que prefieren salirse de ellas. Luchan desaforadamente por hacer una carrera que les dé independencia económica y tiempo para estar en la calle; la integración femenina a la burocracia tiende a generar un caos social, aunque no sabemos si las consecuencias de éste a largo plazo sean del todo maléficas. Generación tras generación escucharon al hombre cernir maldiciones y temores sobre la figura femenina, echar por la borda la importancia de las labores mujeriles, de las cuales siempre se expresó con desprecio. Filósofos altamente respetados imprimieron en sus libros inmortales una serie de infundios y supercherías sobre la inferioridad de las mujeres… las labores mujeriles son la cocina, la costura, la maternidad, la educación y crianza de los hijos, el hogar, la generación de arte e ideas, la fundamentación de una sociedad equilibrada y justa, respetuosa de la naturaleza y de las diferencias raciales y de género… juzguen ustedes si estas tareas son despreciables. Yo, en lugar de todas las mujeres me amarraría los pantalones y volvería al hogar, dejaría de perder el tiempo en la oficina, lucharía desde mi trinchera secreta en contra de este sistema sin remedio que inventaron los hombres. Publicado en Cultura Urbana.

lunes, 27 de julio de 2009

Unos y otros II

Uno;
el que me niega,
–aun no sabe porqué-
quedará pasmado….
Otro,
el que me lleva,
sentirá
que se le estruja algo,
pero no sabrá qué…
Uno más,
el que me habla,
dirá algo
sobre lo que sólo
sabrá ligerezas…

Otro –el mejor
de mi vida-
el que siempre sabe
y tiene un poder único,
no sé lo qué hará.
Sé que yo navegaré
como una resignada
e inútil pasajera,
sin conocer las orillas;
será mi tripulación perpetua
y lo amarraré
como un fardo
a mi espalda.

El otro amigo,
el que se embarcó
fallidamente y sin remedio,
se alegrará,
y mostrándome
una sonrisa desdentada
y carcomida
por el sol y la sal,
no sabrá nada.

Uno,
aun más otro
que los otros,
más uno
que los unos;
a quien envío
mensajes en
las botellas
que mi fardo vacía,
sabrá entonces.

Canción de Colón (Fragmento)

“Más allá
existe un mundo
donde las ciudades
se edifican con oro,
las huertas están
rebosantes
de fruta madura,
de semillas dulces
y hierbas sabrosas
y en sus árboles
anidan
aves preciosas.”

miércoles, 22 de julio de 2009

¡Ya salió!

El número 24-25 de la revista Cultura Urbana.
Edificios, paisajes emblemáticos
Participan, entre otros escritores: Guillermo Samperio, Mónica Lavín, Ana García Bergua, Ernesto Lumbreras, Sergio Raúl Arroyo y Magali Tercero

¡Ya está en plena circulación!

Apuntes y errancias, de Mónica Lavín

El último libro de la Colección Cultura Urbana Libros,
que edita la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

lunes, 6 de julio de 2009

Vertical

Como una torre
sobre las calles
de una ciudad
poblada por
transeúntes
que se venden
a gritos
en una misma
lengua,
echaré cimientos
y me elevaré
hacia el silencio.

domingo, 5 de julio de 2009

¿Cuál era la utopía de los babelianos?

Quizá la torre de Babel fuera la representación de un mandala universal, o la mejorada versión del monte Ararat o fuera sólo un edificio desmesurado ocurrido en la primera mente egocéntrica del mundo, recinto sagrado o lugar de combate contra los cielos...
A partir de la llegada de un grupo de hebreos a Babel -con el objetivo de remozar la ciudad-, el mito de la gran torre corrió por los pueblos y se insertó perennemente -con amplias variantes- en la memoria histórica de todos los pueblos.
El registro de un gran diluvio universal, según Emmanuel Anati, se encuentra en casi todas las culturas: Desde África hasta América, en Irlanda, en medio Oriente... La cultura judeo cristiana lo difundió a través del pasaje de Noé, que salvó a las especies y a los hombres con quienes encalló sano y salvo en el monte Ararat.
Para vencer el miedo al cataclismo y sortear a la divinidad capaz de provocarlo, los asirios construyeron la torre de Babel. Sobre ella descansaba –además- un recinto para albergar la unión de un hombre –el rey asirio- y una diosa, misma que habría de sellar un pacto que perpetuaría la vida humana sobre la tierra.
Aquella torre de dimensiones estratosféricas pretendió ser más alta que el monte más alto que alcanzara el segundo diluvio universal. Sobre los cimientos en forma de sartén cuadrado que la fundamentan queda el rastro de una cultura primigenia, de una lengua y una sola raza que pecó de soberbia: que se inconformó con el orden divino.
¿Qué quisieron los Babelianos? Una ciudad, una construcción muy alta que les diera fama, pero además desearon –según otro mito hebreo- tener un punto estratégico para que las lanzas humanas alcanzaran el cielo contra el cual emprendieron una lucha que los llevó a la debacle total. Cuando los hombres, apostados en la cima de la torre, tiraron sus lanzas contra el recinto divino, éstas regresaron bañadas en sangre, motivo por el cual se creyeron capaces de asesinar a todos aquellos que estuvieran allá arriba. De inmediato Yahvé (antes de ser apenas ligeramente herido) generó una catástrofe; para vencer y castigar a los hombres, los diversificó, los dividió y este principio generó la multiplicidad lingüística que acabó por dispersarlos totalmente.
El tema de la Arcadia (situada geográficamente en Grecia, antiguo pueblo de pastores que fundó una confederación de tres repúblicas independientes de Esparta) ha generado reacciones en el arte de todos los tiempos, la Arcadia ha pasado a ser el paraíso bucólico de la literatura. Tan recurrente como la Arcadia es la tierra de Utopía engendrada en la mente de Tomas Moro… la torre de Babel llegó a estar tan de moda que sus distintas representaciones se reprodujeron en las primeras imprentas que existieron, durante varios siglos, miles de veces.
Babel fue la ciudad inconclusa de quienes se creyeron capaces de construir un recinto más potente que el otorgado por Yahvé: un recinto donde el cataclismo no pudiera vencer.
La humanidad, dirigida por una sola lengua, por esta suerte de hebreo, esta especie de esperanto, de lengua franca que es el inglés actual; por la globalización y otras astucias de la tecnocracia, reconstruye una y otra vez su gigantesca torre de Babel.