viernes, 5 de octubre de 2012

Cigoto Claudicador

No sé qué hacer, no sé cómo avanzar ahora, la eternidad es tan enorme que me permite detenerme a reflexionar sobre un segundo durante todos los segundos que yo quiera. Hasta me permite detenerme bajo un viejo tejo o bajo un ahuehuete a descansar durante el tiempo que me plazca, o ir creciendo, como una raíz, lentamente, bajo la tierra, en eterno y móvil reposo.
Habría que suponer ante tan aparente inmovilidad, que mi disyuntiva es fruslera, que nada tiene un destino necesario ni trascendente, salvo esta posibilidad de tomar una siesta escuchando suaves palabras que vienen del exterior para luego dejarlas tendidas sobre la sábana, en mi propia habitación. Ser un Cigoto es gozar de la posibilidad del eterno detenimiento; en mí se resume la fuerza que conforma la eternidad cuando se hace aliada de la finitud. Ser un Cigoto es, pues, una gran responsabilidad, cualquier descuido en el uso de la eternidad puede ser mortal. Es muy fácil, sin embargo, detenerse en el siempre y claudicar, nunca dar el siguiente paso que te separará, dios mediante, de la eternidad y te colocará en la vida por un tiempo. 
¿Y por qué diablos tanta lucha, si llegar a la vida puede representar también sórdidos capítulos de miseria y violencia? ¿Saben? La humanidad me tiene tan decepcionado que es una vergüenza para mi entender que en unos meses seré parte de sus huestes malignas. Esa vergüenza, paradójicamente, está revestida por un instinto ineludible, una necesidad imperiosa de convertirme en esa vergüenza. 
Ya sé qué hacer: Gozaré de lo que los humanos hechos y derechos gozan, accederé a las satisfacciones que una piel aireada y cultivada representa y las dejaré florecer por largas generaciones.  En principio dejaré de ser un Cigoto para alcanzar el cuerpo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Balita

Durante días y días te desee, dudé de la dicha, no dormí, me deprimí. Pero el impulso de mi dura frustración fue tan débil que nunca moví un dedo por ti. Dejaste caer el ofrecimiento que te hice, después intentaste, obsesivo y dedicado, pero débil, rearmar lo que dejaste caer. Hasta muy tarde supiste bien que era ese hilo de saliva que ni siquiera supiste probar: ese hilo era un caudal interminable en el que ya te ahogaste. El caudal de un fantasma... ¿El lecho de un enorme río seco?
Durante días y días te desee, dudé de la dicha, no dormí y me deprimí por un asunto que sólo habitaba en mi mente, por unas pesadillas vívidas que me indicaron con todas sus señales que eras para mi. Caí en la trampa de los innumerables vaticinios que hablaban del color de tus ojos, de tu piel, del origen de tu familia, de tu edad, de tu inteligencia, de tu profundo amor por mi. Caí en la trampa de tu presencia perennemente sonriente. Los vaticinios nunca me hablaron de tu debilidad, ahí estuvo su peor artimaña. Nunca me advirtieron que nuestra voluntad estaba castrada y era prisionera de una bruja envidiosa. (En Hablando de Gerzon)

viernes, 20 de julio de 2012

Cigoto misántropo y amante de las masas

Ha pasado suficiente tiempo de evolución y desde que tengo recuerdo adolezco de una misantropía, digamos, benigna. Con los años terminó por convertirse en un amor discreto y profundo hacia muy contadas personas y un amor temeroso y desenfrenado por las masas. Los individuos multiplicados se convierten en una mancha visible, dejan de ser humanos. En esa mancha se concentra la sutil energía que hace de cada uno menos sí mismo. Las manchas amorosas crean paraísos. Las manchas dolorosas crean infiernos, se vuelven asesinas; manos sucias a sueldo de los que nunca se han enlodado los zapatos, se convierten en oleadas de miedo, inventos del poder, experto en terror, que está diseñado para explotar a millones, y luego aniquilar en las mismas cantidades. 
Mi primera carrera, esta que acabo de cruzar, es mi única vida. Fue la primera oleada, y sé, sólo porque sobreviví entre una parvada inimaginable, entre un cardumen inmenso, que siempre podré sentirme cómodo entre muchos. Muchos pueden construir jardines -como dice la canción- donde había basureros; pero además, pueden hacerlo velozmente, verlos crecer ante sus ojos, con apenas unos cuantos veranos. 

jueves, 14 de junio de 2012

Cigoto recalcitrante, antisistema y amante de El Divino

La religión nunca aceptó que el paraíso estuviera en manos de la gente, se apropió de él a través de actos violentos, lo convirtió en un negocio del cual sólo pueden gozar las altas esferas, y lo dividió tajantemente del infierno, el cual colocó en las orillas de las ciudades. Mi convicción del eterno amor del Divino es inalterable, pero la religión casi nunca honra al Divino, de quien yo soy apenas un leguleyo que clama en el desierto útero de su madre, o, peor aun, uno más entre un montón que desaparecerá, sin duda, como carne de cañón -o peor todavía-, como carroña para buitres. Morirán mis hermanos porque les negaron la posibilidad de luchar por su vida, sin trampas, en igualdad de condiciones. Negar la vida que El Divino nos ha regalado a todos es un sacrilegio que tendrán que pagar los hombres. Todos sabemos lo que está bien y lo que está mal ¿para qué crear un sistema de creencias si Sus Preceptos son innegables? Y perdonen si a veces caigo en el lugar común, si me enlodo con ciertos sentimientos, que a fuerza de tanta distancia y tanta lejanía entre El Divino y nuestros seres, nos causan extrañeza y vergüenza; ambas deriban de la ignorancia, una ignorancia que crece en todas las cabezas como un insaciable cisticerco. Una ignorancia que no entiende que la justicia y el amor son posibles. Una tenia que se duplicó desde hace siglos en las esferas de la política y del clero, en las esferas que son intestinos, gruesos, delgados, intestinos alejados de la cabeza, intestinos que están haciendo del mundo pura mierda.   

sábado, 19 de mayo de 2012

Laicismo: La fe no mueve montañas, nuevo de Cultura Urbana


Con textos de Miguel Concha Malo, Tedi López Mills, Myriam Moscona, Carla Faesler, Bernardo Fernández BEF, Alberto Chimal, Ana García Bergua, Bernardo Esquinca y más. 
Galería de Autor: Gustavo Abascal. Reseña: Agustín Peña

miércoles, 25 de abril de 2012

Amistad peligrosa

La necesidad,
necedad peligrosa,
la fatiga,
el perezoso aturdimiento,
tedio,
vacío vicio
del alma pesimista,
esta amistad
con el hastío.

lunes, 23 de abril de 2012

Despersonalización

Cuando ese halo 
de majestad 
te envuelve 
eres un divo 
desnudo y aburrido 
de todo. 
Olvidas la ortografía 
de los nombres 
de tus amigos 
y te preguntas
si de veras
existieron, 
al menos 
como mínimas musas 
de tus desencuentros 
en los pliegues 
de la blancura. 
Te miras a ti mismo
y me miras ahí 
y entonces olvidas 
los nombres 
de tus enemigos.

jueves, 12 de abril de 2012

Balita

Tiene una riqueza espiritual que se desborda. Sufre y goza intempestivamente. Me escribe largas respuestas cargadas de sí mismo. Leo y siento su piel que tiene olor a panecillos dulces, toco sus músculos de bailarín. Evoco la imagen de un guerrero candoroso y cinematográfico. Es delicioso leer las líneas que me escribe, y saber que nunca desearé poseerlo y que lo desearé eternamente. Lo más divertido de mi amigo es que tiene alas: montada sobre su amplia espalda puedo volar a velocidad vertiginosa y sumergirme en el mar sin tener miedo a las anguilas o los tiburones. Además de sus cartas hay otra vía; los sueños recurrentes. Él, sentado en un sillón, me extiende la mano una y otra vez, a lo largo de todos los años que nos quedan de vida y más; me acaricia lentamente, luego yo me alejo una eternidad que se prolonga y se contrae una y otra vez;  el motor del miedo se desboca, el corazón late como una oveja rabiosa, porque aun ese contacto representa un peligro que nos costaría lo más preciado: nuestro derecho a la eternidad.

Fragmento de Cartas

lunes, 2 de abril de 2012

Soy muy pistola (En Cigoto)

No esperen que venga aquí a decir genialidades después de lo que acabo de pasar. Así las cosas, me limitaré a responder sus preguntas en el modo más sintético posible y sin demorarme demasiado, necesito descansar porque esta chica seguro pedirá más en un rato y quiero estar preparado. No tengo cabeza para pensar demasiado. Sólo sé que acabo de vivir una experiencia inolvidable. También sé que soy la estrella de todo esto, el personaje principal en el acto sexual. Y bueno, si esto les suena sexista es porque lo es. Mi presencia en las escenas es tan conspicua que siempre llamo la atención. En general me llevo una buena parte de la cámara, excepto cuando me introduzco en una vagina y desaparezco. 
Las estrellas, como saben, descansamos con cierta frecuencia. Pero cuando nos encendemos no nos despegamos totalmente del firmamento. Somos también las encargadas de colocar intermitentemente a nuestro portador en el cielo. De atrapar su mirada y su mente durante alguna noche oscura y transparente.
Soy, para que lo tengan claro, el gran Odín que pende del manzano de Eva, y que los legos confundieron con una serpiente. En realidad, ni siquiera se trata de un manzano, sino de un tejo, y aquello que comió Adán no era una manzana, sino una de mis frutillas. Pero para el caso es igual. 
Soy –además y entre otras cosas- La Pistola. Me desempeño como un arma de fuego perfecta, no cometí ningún error y por lo tanto, ningún crímen, ustedes me entienden. Por si fuera poco dejo a las chicas muy satisfechas. Soy, pues, la cereza hinchada de sangre fresca que corona el gran pastel del himeneo. En fin. Este soy yo. 
Si algún día tengo la suerte de fecundar, mi bebé será un triunfador gracias al arrojo y la valentía de mi espermatozoide. Es importante aclarar que ese bebé me olvidará, nunca tendrá la más mínima noción de lo que signifiqué en su vida. Ahora, si quieren que les diga la verdad, a mi no me importa nada. Para eso soy El Pene. Para que me importe un bledo todo y me ponga a descansar hasta la próxima jornada. Soy lo más importante, sin mi nada de esto sería posible y desde ahora se los digo: es una afirmación falocéntrica y me tiene sin cuidado.

jueves, 22 de marzo de 2012

Cigoto misántropo y literato

Ustedes, verdad de Dios, merecen que les caiga el Apocalipsis, y les va a pasar, de eso hablan mis ancestros desde hace mucho tiempo. Él es testigo de todo lo que hacen y tendrá a bien castrarlos como a cerdos. Luego los va a pulverizar y luego los convertirá en uno y luego en dos, y luego en muchos, y otra vez, hasta que se corrompan y vuelvan a merecer el castigo divino que nuevamente los convertirá en uno, luego en dos y así hasta el infinito, repetitivamente.
       En el infinito un instante puede ser tan largo como para escribir un libro. 
      Yo sé que es imposible que crean que un cigoto puede escribir: ustedes piensan que desconozco el lenguaje, y tienen razón. Pero he prestado atención por generaciones y generaciones al ruido continuo de las voces externas del pasado, tanto así que se ha grabado como un mantra en mi interior. Y es que en efecto; el sonido continuo de una lengua desconocida es un mantra. En un mantra se concentran claves de conocimiento profundo, que es el que provoca que miles de cigotos de todo el universo puedan escribir. Mis antepasados, además de ser grandes espermatozoides y guerreros, también fueron grandes literatos. 

martes, 6 de marzo de 2012

El amor habla oscuro II

Bordemos
un atlas
de palabras

horadadas;

dedos punzantes,

labios amoratados,
ósculos oscuros
y muslos
que vuelan
esperando un disparo.

domingo, 12 de febrero de 2012

Puertas y candados

Y para no dar hilacha suelta
a mi amor por ti, Intolerancia,
mejor me quedo encerrada.
He puesto una puerta negra
y más de cien candados entre tú y yo.

Intolerancia, querida:
nunca te tocaré,
nunca me abrazarás,
nunca te lameré,
nunca te sanaré ninguna herida...

Prefiero atrincherarme,
armarme,
agazaparme
y apostarme
con un tigre

que entregarte
esta cordura que ahora peligra.

Y conforme más me acerque
a la vejez y a la pasión,
Intolerancia mía,
más puertas
y candados pondré.

No mirarte esa sonrisa de insignia
será mi consigna.

sábado, 14 de enero de 2012

Silencio incendiario

Mi muerte será una fiesta. Invitarás a las mujeres más calientes de la cuadra, echarás tus mentiras por la ventana y te lucirás. Vendrán los mejores y más estruendozos sonideros de tu manzana. En mi reventón de despedida conocerás a alguien más candente y erizante que yo: mi espíritu, que habrá dado su vida por un minuto de silencio y que en pleno jolgorio encenderá a tu alrededor una hoguera. Mucho sufrirás, lucirás pésimo y quedarás eternamente mal ante tus vecinos y parientes.

domingo, 8 de enero de 2012

Amargor

Cicuta,
corta la disputa
que me hace recluta
de esta vida bruta.

viernes, 6 de enero de 2012

El dios de los juguetes

El Altísimo me encomendaba varias tareas; yo salía cada mañana de mi casa, entregaba al niño en el colegio y me disponía a cumplirlas. De ahí volvía a mi casa, hacía los quehaceres hasta que mi hijo salía del colegio, luego le daba de comer. Llegaba el día quince y el Altísimo me mandaba el dinero en la mochila del niño. Él era bueno; le regalaba juguetes.
Una mañana me sentí muy mal, como un fusil descargado después de un tiroteo estéril, algo me había hecho daño y no pude cumplir con las tareas del Altísimo.
Aquella tarde esperaba encontrar los encargos en la mochila del niño. Llegó a buscarlo como todos los días, como si fuera su padre; revisó discretamente la mochila pero no encontró el bulto. Entonces se llevó al niño a dar una vuelta y lo interrogó, le estuvo comprando juguetes hasta que se convenció de que no había tomado nada de la mochila.
El niño llegó a la casa con la mochila llena de juguetes y una vez más le tuve que dar las gracias al Altísimo; le expliqué que aquel día algo me había hecho daño.
Me acarició la frente; con la bondad de siempre, me dijo que descansara y que mañana a primera hora estaría bien. Pero no tuvo razón; amanecí más enferma.
Otra vez se llevó al niño y volvió a interrogarlo, mi hijo llegó cargando varios kilos de juguetes.
El Altísimo supo que yo estaba más enferma que antes, me puso la mano sobre la frente y me dijo que en una hora a más tardar, ni más ni menos, tendría que estar lista para cumplir mi tarea, sino tendría que interrogar al niño. Pero se equivocó, yo me sentía cada vez peor, como una espada destemplada.
Entonces el niño fue interrogado por el Altísimo hasta que se enfermó con los juguetes; con tal de obtener más empezó a mentir en el interrogatorio, mientras más ingeniosa y grande era la mentira más grande e ingenioso era el juguete.
El niño regresaba de la escuela con montañas de juguetes, hasta que en la casa dejamos de caber.
Le dije a mi hijo que sacara los juguetes, él se los llevó al patio y pronto ahí no hubo espacio para las plantas. Entonces empezó a molestarme la conducta del Altísimo. Toda la casa estaba llena de juguetes y el niño, apoderado de una furia alegre, seguía trayendo más. El Altísimo podía comprar cualquier cosa.
Yo seguía sintiéndome muy mal. Como un tanque que atropella a un camarada en la victoria.
Una noche me levanté a media noche sintiéndome peor que nunca. Me encontré a un gendarme en la entrada de mi recámara, cuando intenté cruzar la puerta mi rostro topó con su estómago, al parecer era casi tan alto como el Altísimo. El contacto con mi rostro lo hizo invisible. De pronto sentí que unos brazos se interponían entre la salida y yo. Con las manos los aparté sin mayor dificultad, eran unos brazos ansiosos; brazos de muñeco desmembrado. Había una sombra al fondo de mi habitación, tras ella reapareció el gendarme, quien al verme caminar con tanto apuro quiso burlarse de mi un rato. Fui por él, ahora mi mano se apoyó sobre un muslo duro como un tubo. No pude mirar hacia arriba porque el gendarme no me lo permitía. Se hizo una armadura acuosa en la que se hundió mi palma. Yo sentía el tubo en el fondo, luego se deslizó y dio un salto al otro lado del cuarto, yo ya no quería tocarlo. Era de unos dos metros y medio, muy ingenioso; un vigilante. Me pregunté si el niño lo habría dejado ahí, era un juguete molesto y peligroso. Pero fue una advertencia del Altísimo. Cuando al amanecer pude salir de mi recámara me le paré enfrente al Altísimo, algo en el encuentro con el gendarme me había dado bríos. Le dije que dejara de llenarme la casa de juguetes o bien que me pagara una renta adicional para mudarme y dejar la otra casa como bodega. El Altísimo me dio una sabia respuesta: véndelos.
Puse una juguetería; había tantos juguetes en el jardín que no sé cómo no se me ocurrió antes.
La enfermedad dejó de pesarme por completo. Me sentí liviana como una victoria. Festejé la bondad de aquel ángel que era el Altísimo.
Aquellos juguetes costaban una barbaridad y se vendían como pan caliente, pronto tuve que comprar un camión y contratar un chofer para que fuera a recoger al niño del colegio.
El niño era interrogado todos los días y traía novedades cada vez más caras y atractivas. Pero la felicidad duró poco y el Altísimo cobró su generosidad; sin previo aviso comenzó a prolongar los interrogatorios. El chofer se quejaba de tener que esperar por horas en la puerta del colegio y los pedidos se atrasaban. Pudimos llegar a un acuerdo; el niño pasaría más horas en el interrogatorio pero él mandaría mercancías de mejor calidad y en mayor volumen.
Entonces compré un tráiler para que fuera a recoger al niño al colegio y las ventas se me fueron al cielo. Luego compré otro y otro, contraté un total de siete choferes para ir a buscar al niño al colegio, incluso mandé imprimir el nombre del Altísimo en ellos. Hasta que un día conté las horas que pasaba el niño en el interrogatorio y  otra vez me planté frente al Altísimo, le dije: tenemos que negociar; ¿Cuántas horas de interrogatorio al día requieres y cuántas toneladas de juguetes me darás a cambio? El Altísimo me dijo; veintitrés. Yo podría recoger mercancías durante todo el día, no importaban las veces que cargara los tráilers. A mí me pareció una oferta estupenda. Trabajamos a gusto en ese convenio durante mucho tiempo; hasta que un día los choferes llegaron asoleados y molestos diciendo que la mercancía no había llegado nunca.
¿Acabó el interrogatorio? pregunté, los siete respondieron que no lo sabían. Fui a la bodega y comprobé que aún quedaban suficientes juguetes para cubrir los pedidos.