martes, 13 de marzo de 2018

Ansiedad

Las élites son pequeños grupos que creen que son especialmente buenos en algo. Lo real es que en todos los medios prima el prejuicio. Las personas estamos criadas -que no creadas- en el prejuicio. Desde mi perspectiva las élites en el ámbito del arte son grupos de prejuiciosos con algún grado de identificación. 
Yo suelo dividir a las personas entre “positivas” y “negativas”. No discrimino a ninguno de los grupos, aunque, dada mi condición de “negativa” -grupo en el que me inscribo irónica y alegremente- con frecuencia encuentro a los positivos poco convincentes. Me detengo en aquellos positivos de dientes para afuera, que se la pasan en terapias raras e intensamente huecas para salir de sus problemas, de sus ansiedades, y no crean, no son productivos. Para mí, el único orgullo posible es el del creador, el de la creadora, por eso cuando reconozco el talento en una persona celebro que ha sabido enfocar su ansiedad, su rabia, en una terapia realmente positiva: la creación. El que crea tiene mejores motivos para avanzar, para continuar en el camino, para cambiar el mundo, para estar alegre. 
Ocurre que una gran parte de la literatura proviene de la ansiedad, de algo que Sartre llamó la “nausea”, de algo que Kierkegaard llamó también el “mareo”. He dedicado mi vida a la literatura precisamente por culpa de esa ansiedad, nausea, mareo, vértigo, asco, rabia, llámenle como quieran.
La creación es un asunto que reina en muchas élites: los buenos atletas crean cuerpos poderosos, los filósofos crean respuestas, los panaderos crean panes. Las élites creadoras no necesariamente se ubican en los altos estratos.
Pero las élites no todas son creadoras: hay élites de personas perezosas e ignorantes cuyo único interés es figurar haciendo lo menos posible, les interesa que saquen fotos y videos donde hacen hincapié en inventar todo lo bueno que han hecho por el mundo, por cuyos caminos han transitado colgándose todos los santos, y les rezan en público, como curas degenerados, como políticos corruptos, cuya existencia nunca ha representado una buena obra. Élites que son élites porque cobran elevados tributos por un honor que no merecen y un trabajo que no hacen.