miércoles, 27 de octubre de 2010

Balita

La Arcadia moriría y yo deseaba que así fuera. Como habitante extranjera, como perdedora, como empleada doméstica, como Golinense, veía cada vez más lejano el derecho de acercarme a las sábanas de la Andrógina, porque las lavaban en una lavandería exclusiva y no sólo por eso, sino porque ella no volvería a ser la estúpida y mil veces violada chica del Amazon. Ahora era nada menos que la esposa del Semental Cinco Estrellas, hombre de gran musculatura.
La furia aquella de las primeras páginas se despertó en mi ser, ya no como el impulso de arrojarme a las llantas de un trailer, sino como un deseo latente y explosivo de transgredir las leyes de la lavandería y escaparme al Castillo. Sabía que sola no podría vencer al Semental, así que empecé a fraguar una serie de hostilidades, empecé a hacer insinuaciones de rebeldía a mis compañeras de trabajo, pero ellas se veían tan felices y afortunadas que fue imposible hostilizarlas, rebelarlas. Nadie al parecer experimentaba lo que yo, nadie sentía el deseo de ir al Castillo. Decidí que me escabulliría sola, una vez fuera pensaría en algo para al menos localizar la lavandería donde se lavaban las sábanas de la Andrógina. Aunque el olor de su cuerpo, antes que el de sus sábanas sucias, me haría localizar su habitación. Eso me llenaba de una euforia feliz.
Me angustiaba profundamente el olor cada vez más fétido, que por otro lado sólo yo parecía notar. Era urgente que saliera de esa lavandería. Mis compañeros de trabajo se levantaban de su cama sonrientes, nada había en sus rostros que denotara angustia alguna, y sin embargo yo guardaba en las entrañas el olor de la enfermedad de la Arcadia.
De tanto buscar y buscar soluciones a mi problema había adquirido cierta capacidad de transgresión de la materia, condición necesaria, como saben ustedes, para ser una amazona. Mi capacidad se ceñía a los sueños, a partir de los cuales fui dando con la configuración de cada uno de los pasillos del castillo y más temprano que tarde, guiada por el olor, di con la habitación real. Lo que ahí descubrí fue terrible.

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