Quiere construir un jardín
con todas las flores negras
que le quedan,
quiere sembrarlas en el
cantero de su pecho,
y sólo encuentra ahí
un puñado de tierra estéril.
Es un joven poeta
al que quise alisar
con tersas palabras,
para que él
dejara al fin de estrujar
y reestrujar
su papel en blanco
tantas veces tirado
a la basura.
Es un infante
que tuvo para sí
sólo un mínimo corral
para vivirme.
Es un adolescente
lleno de un fuego
que confunde
la eyaculación
con la micción,
un púber jardinero
que no sabe regar,
que confunde la lluvia eterna
con un chorro de meados.
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