Lo creí al fin gracias a un extraño amigo. Es muy listo, con sus propios medios publicó desde entonces un curioso pasquín de nombre Gallardos que luego de muchos años se transformó en una colección nutrida de pequeñas ediciones de literatura fantástica, que, en el breve gremio de entusiastas adeptos de nuestro país, conformó una publicación de culto, que todos los buenos y extraños amigos escritores de este género seguían al pie de la letra y analizaban apasionadamente durante largas veladas en las que también jugaban rol.
Me dijo un día, mira tus manos. Las mueves de una forma extraña, como si estuvieras desatando un nudo, un nudo que fueran tus manos mismas. ¿Te das cuenta? Pero cada vez que yo volteaba a ver mis manos éstas se veían quietas. Yo, simplemente no me daba cuenta. Por esa peculiaridad en mi ser siempre fui un imán para los extraños amigos, así, pues, llegué a la literatura fantástica. Aunque mi rumbo trajo como destino un mesto inclasificable.
Yo conozco el origen de ese nudo.
Cuando estuve mayorcito me mandaron a estudiar con una profesora rubia, a quien yo veía como una elfa, de proporciones enormes y ojos claros, cabello lacio y largo, siempre natural y etérea. Esa era apenas su apariencia, poco tiempo después me di cuenta de que en su interior habitaba una cabra del demonio. Me gritaba todo el tiempo que mis manos se movían, sin que yo pudiera creerle. Es posible que en aquel momento yo sólo estuviera dibujando escenas de amor platónico en el aire, y no este nudo eterno que ahora domina mi vida.
En mis manos hay un nudo ciego.
Cuando pienso en mi profesora elfa-cabra, sus largos cabellos rubios, casi blancos, se enredan en mis manos como serpientes infernales y no puedo desatarlas.
Luego crecí y aquella melena rubia creció en mis manos, junto conmigo. El nudo es mío, conforma mis puños. Así, cada vez que una hermosa chica rubia se cruza frente a mí yo sin poder evitarlo trazo escenas de amor en el aire. Ellas siempre me rechazan, es raro que alguna me acepte. Estoy acostumbrado a sus gestos burlones cuando piensan o comentan con sus amigas, ¿por qué mueve así las manos?. A veces, si la mujer elfa llega a entablar milagrosamente una conversación conmigo me hace preguntas parecidas. Cuando yo miro mis manos ellas están quietas. Pero, una vez que estoy lo suficientemente avergonzado por las palabras de la elfa-cabra, mi mente se bloquea, dejo de pensar y entonces el nudo hace acto de presencia y aleja de inmediato a las elfas de largos cabellos dorados, me domina, pero siempre permanece invisible ante mis ojos, y si el médico mismo me dice que mis manos se mueven, retorciéndose extrañamente, yo siempre las veo quietas. Lo bueno es que eso sólo me ocurre cuando evoco el recuerdo de mi profesora o cuando veo a una bella y silfidea mujer rubia por la cual me sienta atraído incontrolablemente, si llego a conversar con ella, y más, si ella llega a encontrarme agradable, o peor aún, si ella llega a aceptarme o, en un caso extremo llega a amarme, todo se complica, se vuelve triste y violento. Porque entonces el nudo se apodera de mí por completo y me hace odiar a la elfa que me ama; no sé, no puedo recordar qué ocurre exactamente, porque mi mente se confunde, el nudo no se deja ver por ninguna parte, y cuando intento ver sus efectos sobre las alargadas elfas no puedo, estoy ciego. Cuando cansado de mi odio voy a la cama sigo viendo elfas, me las imagino muertas de maneras violentas, y así, mi ciega imaginación logra dibujar lo que quisiera hacer, pero no puedo, porque soy una buena persona, porque soy noble, y, aunque no pueda deshacerme del nudo, lo que él hace no es mi culpa, por que aunque el nudo es mío, yo no lo controlo, ni siquiera puedo verlo.
Mi buen amigo me ayuda en estos casos, nunca me abandonó su amistad en muchos años, es mi incondicional, tan fiel como mis puños. Saca fotografías y videos de las apariciones del nudo. La primera vez me invitó a su casa a jugar rol e invitó también a una prostituta alta, rubia y hermosa que intentó seducirme con éxito, durante el juego pasaron muchas cosas que yo puedo recordar a la perfección, salvo mis manos tratando de trazar un sueño frente a la elfa-cabra-prostituta, al final mis manos tratando de desatar el nudo, mis manos enredándose en los largos cabellos de la elfa-cabra-prostituta a quien sin saberlo arrastro por toda la habitación, causándole mucho daño, la cabra grita, con la cara totalmente descompuesta intenta incorporarse mientras yo intento liberarme de una vez por todas de su cabellera serpentina. Cuando el nudo al fin desaparece no queda un solo rastro de la melena rubia, que ahora es mayormente roja, ha desparecido totalmente la belleza etérea y yo estoy en paz, el nudo se ha ido, aunque volverá.
Por mi imaginación que se desborda he logrado convertirme en un ser de culto, se dicen muchas cosas sobre mí, me han inventado varios nombres y en la colección Gallardos se dedicaron varios tomos a mi leyenda.