Al principio éramos oleadas de calor en un valle que en realidad es el cráter de un volcán. Después fuimos voladores, lo digo sin intentar lugares comunes ni usadas metáforas, simplemente estuvimos juntos en el viento y la termal.
Más tarde fuimos un vaticinio; una mañana alguien soñó que nos tocábamos la espalda mientras el sol entraba por la ventana y un pájaro cantaba una canción de cascada en el jardín.
Luego fuimos una mentira que sólo aspiró a usada metáfora.
Llegó entonces un invierno tan frío que ni los dos veranos siguientes lo consiguieron entibiar.
Hoy somos otra vez un vaticinio; te soñé vestido con una playera azul cielo con el número uno impreso en negro, en el sueño ascendías a pie por una escalera muy ancha hacia la base de una nube; una escalera de la cual apenas alcanzaban a distinguirse unos pocos y anchísimos escalones, el resto quedaba oculto en la espesa neblina. Escuchabas que alguien te llamaba a gritos por un nombre distinto al tuyo, pero sabías que te estaba llamando a ti, entonces te dabas vuelta, ¡David!, gritaba yo y tú descendías la escalera para venir hacia mí, como si aquel nombre fuera tuyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario