En este sitio hay cosas que se van y otras que se quedan. Quedan preguntas, sobre todo. Llevar tantas a cuestas resulta insano cuando se perdió la esperanza en el interlocutor. Por eso es bueno escribir soliloquios. Esto no es culpa nuestra ni de la parte nuestra que escribe. Es la pena que se desborda desde nuestro cuerpo hasta el papel. Quedan dos esperanzas: la pena crecerá; también estaremos alegres de vez en cuando y en ambos casos escribiremos. En todo este tiempo no hemos dejado de amar, esa es quizá otra esperanza. Una tarde nos perdimos entre un paquete que debíamos llevar al servicio de mensajería, una lluvia torrencial, el banco, la computadora, los pleitos de las familias y un golpe duro de palabras que nunca entendimos; algunas de ellas todavía retumban en nuestros oídos, que quedaron atravesados por pica hielos, cruelmente adoloridos, esperando una respuesta conciliadora que pudiera sanarlos. Pero no hubo tal, pasaron los años y la sordera nunca se fue, es una de esas cosas que se quedaron en este sitio. Y las palabras tan deseadas no llegaron a pronunciarse; no acudió un tornasolado colibrí a libar en nuestras orejas. Pero la pena, esa sí, se nos metió y se fue a dormir la siesta entre las sábanas de nuestro interior, a veces se despierta sudorosa y asustada porque no puede expulsar las preguntas que quedaron sin responder a causa de las palabras ausentes. Por eso escribimos, para hacer volver a las palabras que hablan sobre lo que no hemos dejado de amar.
1 comentario:
Dejar de amar, perder la esperanza no puede estar en alama de ningún humano, si embargo nos visita y nuevamente nos sentimos vivos
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