En la hondonada de tu pecho yace una mujer animal que no respira y está viva,
vivísima bajo su sombra cautiva. Bajo tu piel incendiaria hay una lujuria terrorista, viva como las moscas que se agolpan en las comisuras del niño muerto.
Sobre la onda de tu pelo en pecho duerme su pesadilla una ondina que se hunde, se ahoga y no muere; que nada despavorida en secreciones fantasmas.
Tú tienes una bomba escondida en el pecho.
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