La razón, esa carcelera, se niega a abrir la puerta de salida y sostiene en vilo la existencia desde hace largas vidas. El alma es una entidad autónoma, decide por sí misma a quién se va a entregar y al avanzar hacia el objeto deseado va ciega imaginándolo. En la puerta se escucha el golpeteo constante del corazón que quiere salir siempre. El cuerpo aparenta, en tanto, estar muy vivo, muy contento, pero es tonto y envejece sin que nadie lo bese realmente.
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