I
Escribí anagramas para llamarte, te grité con la mente todos
y cada uno de estos largos días, escribí en la lengua cifrada de los ocho
sacrificios para hacerme entender en secreto. Encendí velas con nuestros
nombres escritos uno sobre el otro, para invocarte en silencio. Mi
alma, sin embargo, se cuela entre mis intersticios y se roba mis secretos, los
lleva a dar un paseo a la plaza pública, vuela junto a ellos, los agita en el
aire.
II
Mi alma es también una perra que te huele a un kilómetro de
distancia y es capaz de encontrarte con los ojos cerrados, abiertos, lo mismo
da. Sólo ella puede llegar hasta ti sin mis ojos confundidos y ciegos en la noche
cerrada.
Mi alma es una perra cobradora que te trae como presa,
frente a mí, con la piel intacta.
II
Tú me llamaste desde tu vuelo. Las tuyas no fueron palabras
huecas como las que envían los amantes exhibicionistas; letras que revolotean
de lugar común en lugar común y terminan cayendo en las redes, en las
telarañas mezquinas del chismorreo.
No hay actuación más solitaria que la de un volador, sin más
público que el paisaje.
2 comentarios:
Soledad, aquí, ahora.
Las alas ya no son tuyas, son tú.
El aire omnipresente, personal, voluble, temperamental.
Horas de alegría por segundos de terror...
m.r.p.
Ay, que miedo :P
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