Me pregunto si serás capaz de actuar en situaciones de
adversidad; entiéndase en el caos, en la tragedia, la pobreza.
Traje
esto a cuento por esta razón: anoche volví a soñarte.
Estamos solos tú y yo en el cuarto de una pensión casi miserable, en la que
también viven mis padres y mis hermanos, más las esposas y los hijos de mis
hermanos, que son muchos y mis tíos y las esposas y los hijos de mis tíos, que
también son muchos. ¿Será capaz de
soportar la adversidad? Tú platicas. Luego entra uno de mis hermanos: intercambias con él algunas palabras. Mi hermano sale. Te acuestas en la cama y me
dices que me acueste contigo. Yo me pongo a hablar sobre lo fría que estará el agua para bañarse en esos días y en lo dolorosa que será para mi artritis
(claro signo de mi falta de adaptación a la adversidad). Tú te levantas de la
cama y sacas de no sé donde los siguientes objetos: el armazón de un columpio
(que es un objeto real y que actualmente está en mi casa), cables de
teléfono, unas mangueras, unos tubos de cobre. Con todo eso te pones a
armar una máquina que produce agua tibia que sale abundantemente
por las mangueras, cuando hace contacto con el suelo de
nuestro cuarto se vaporiza formando nubes en el techo; cuando el vapor
termina de elevarse deja al descubierto un jardín minúsculo, sembrado en la
superficie de nuestro cuarto sin mover un solo mueble y con prácticos caminos
de blanco granzón para recorrer la habitación sin maltratar el pasto, las nubes
llueven gentilmente y con alta precisión sobre las áreas verdes, sin mojar los muebles. Al final del sueño pasan cosas demasiado íntimas para
escribirlas aquí.
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