Desde principios del siglo XX y más
intensamente, a partir de la década de los cincuenta hasta avanzada la década
de los setenta, se da en la historia un auge en el extravagante estudio de la
parapsicología. En este terreno se internó una sorprendente nómina de
investigadores, profesores, filósofos y científicos entre los cuales se cuentan
premios nobel y catedráticos de las universidades de Cambridge, Manchester,
Harvard, Edimburgo, Oxford, Leningrado, Duke, Los Ángeles, Nueva York, Dublin,
Utrecht, Virginia, entre otras. Hace tres décadas cada una de estas
universidades contaba con un laboratorio de parapsicología y algunas de ellas
incluso (como es el caso de Utrecht o Leningrado) contaban con una cátedra
en parapsicología.
Aunque el asunto parece incómodo y
hasta doloroso para la inteligencia, el tema de la parapsicología tiene
perspectivas inquietantes si uno se apega a la posición que tenía un autor judío,
al que rendiremos homenaje, Arthur Koestler, en un libro particular que es The
roots of coincidence conocido como Las raíces del azar. En el
bachillerato hice una tesina sobre este tema porque me perseguían seres
imposibles y mis padres empezaban a alarmarse y a enviarme a aburridas terapias,
yo temía que me encerraran en el psiquiátrico. Por tal motivo tenía que echar
mano de algún artilugio científico que explicara que mi aparente locura era en
realidad una capacidad de percepción extrasensorial.
Serán refutables los argumentos
contrarios a la parapsicología sólo en el momento en que los científicos
descubran los mecanismos para inducir en forma regular la telepatía, la
telequinesis o cualquiera de los fenómenos mentales que no encajan en la
estructura rígida de una ciencia reconocida como la psicología y que son
estudiados por la parapsicología. Si sabemos que la variación en los volúmenes
de sustancias psicoactivas pueden inducir estados en apariencia paranormales, ¿Por
qué la ciencia no ha podido encontrar el mecanismo natural para desencadenar
reacciones cerebrales similares que nos permitan una medición precisa de los
mismos? Aquellos “científicos” que experimentaban con las cartas de Zener tenían
que esperar a que ocurriera un fenómeno más bien caprichoso del azar para poder
extraer de ahí sus estadísticas, las cuales eran en un alto porcentaje tristes
y desalentadoras. ¿Qué son las cartas de Zener? Se trata de un mazo de cinco
cartas en las cuales están impresas figuras muy simples –un círculo, una cruz,
una ola, un cuadrado y una estrella- Con este mazo se hicieron las primeras
investigaciones en el terreno de la parapsicología. Se tienen documentadas prácticas
con cartas de Zener, en la universidad de Leningrado, sobre todo. El
procedimiento consiste en hacer una adivinación mental de las cartas. (Más o
menos como hacen nuestros magos –en forma infalible). Los registros de estos
experimentos -cuando fueron más exitosos- fueron de un 60% de acierto y un 40 %
de falla.
El estudio de la ESP (percepción
extra sensorial), basado en las variaciones energéticas del cerebro, que
desencadenan fenómenos mentales atípicos; por ejemplo, la comunicación de
distintas mentes sin la influencia de medios físicos, es la clave del interés
de un personaje destacado; Thomson, el descubridor del electrón. El plano energético
era un buen argumento para hacer intelectualmente aceptable que dos mentes
lejanas pudieran transmitirse mensajes sin la ayuda de mecanismos o para que
una cuchara pudiese ser levantada por medios no físicos. Me pregunto si alguno
de nosotros tendrá la desfachatez de llamarle a Thomson estúpido. Thomson fue
miembro de la Sociedad Británica para la Investigación Psíquica, institución
que llevó a cabo innumerables experimentos con adivinación de cartas. El mismo
Thomson participó y documentó experimentos relacionadas con prácticas de
adivinación.
Los fenómenos de la percepción
extra sensorial, al no responder a ningún impulso controlado –en la mayor parte
de sus casos- tienen una escasa posibilidad de registro. Las estadísticas
obtenidas por las muy diversas instituciones que han generado estudios de ESP
tienden a ser más bien desalentadoras, puesto que no han lanzado los
suficientes elementos para ajustarlas a la norma científica, sin embargo tan
solo en la década de los setentas, con la cual se vinculan estrechamente los
fenómenos psicodélicos, se llevaron a cabo miles de repeticiones de
experimentos con cartas de Zener. Cualquier intento por darle una secuencia
controlada de repetición a estos fenómenos ha sido inútil.
Quizá el sueño de materializar esa
comunicación intangible haya redundado en la creación de las herramientas
tecnológicas de comunicación. Aunque desde una conservadora visión de las
cosas, las máquinas serán siempre incapaces de superar a la mente que las ha
creado y que –como ellas- evoluciona a paso seguro.
Es interesante el caso de Frazer,
quien pese al intenso y profundo estudio realizado en todas los grupos étnicos
imaginables, en torno a una amplia serie de cosmovisiones, en las cuales hay
una presencia constante de estas energías paranormales y una familiarización
con ellas (la telepatía, la transmisión del sueño, la psicomagia, etc), siempre
se manifestó como un descalificador y nunca vaciló en llamar a los individuos
de estas etnias: salvajes, estúpidos, ignorantes, y toda una serie de
imprecaciones tan larga como su propia investigación.
…” En opinión de gente primitiva,
el alma puede ausentarse temporalmente del cuerpo sin por ello causar la
muerte. Es frecuente creer que estas ausencias temporales del alma envuelven un
riesgo considerable puesto que el alma errabunda está expuesta a diversas
desventuras, a caer en manos de sus enemigos y a otros peligros. Pero aparte de
esto, hay otro aspecto en este poder de desunir el alma del cuerpo. Si puede
asegurarse que el alma quede incólume durante su ausencia, no hay razón para
que el alma pueda continuar ausente durante tiempo indefinido; de verdad un
hombre calculador que sólo tenga en cuenta su seguridad personal puede querer
que su alma nunca vuelva a su cuerpo. Inhábil para concebir abstractamente la
vida como “una posibilidad permanente de sensación” o como “un continuo ajuste
de coordinaciones internas a las relaciones externas” el salvaje la imagina
como una cosa material concreta y de una magnitud definida, capaz de verla y manejarla,
tenerla dentro de una caja o un jarrón y expuesta a ser golpeada, rota o hecha
pedazos. Concebida así, no es necesario en absoluto que la vida esté en el
hombre; puede hallarse ausente de su cuerpo y continuar aun animándolo en
virtud de una especie de simpatía o acción telepática. “
Frazer establece una abismal
distancia entre la percepción occidental (de la que es parte), de todos los fenómenos
que atañen al espíritu, al alma, a la psique, etc., y la percepción de lo que él
llama constantemente “pueblos salvajes” o “pueblos primitivos” de estos mismos
fenómenos. Legitima la primera cosmovisión y descalifica invariablemente a la
segunda.
Desde una perspectiva más bien
ambivalente Arthur Koestler hace un repaso de los personajes destacados en la
academia de muchos países que estuvieron cercanos al estudio de los fenómenos
paranormales. Entre ellos se puede contar a Gilbert Murray quien tuviera en su
tiempo y en su ámbito una presencia académica muy destacada, autoridad en el
tema helenístico, fue redactor de la Liga de la Naciones. El mismo Murray redactó
un informe, lleno de sorpresas y datos significativos sobre una serie de
experimentos de trasferencia de pensamiento realizados en Cambridge en 1924. También
compartieron estos oficios Charles Richet, fisiólogo, descubridor de la terapia
de Serum y premio Nobel de medicina en 1913. Henry Bergson, premio Nobel de
literatura en 1923, Lord Rayleigh, profesor de química experimental, premio
Nobel de física en 1904, descubridor del Argón y el Radón. Lo que busca
demostrar Arthur Koestler en su renombrada lista es que el estudio de los fenómenos
mentales que sobrepasan a los fenómenos de la psicología o la psiquiatría no ha
sido asunto de gente poco respetable, como muchos creen en la actualidad. Los
estudiosos de las ciencias reconocidas han vituperado a brujos y telépatas, más
es claro que el estudio de la parapsicología no fue siempre un asunto de
chiflados ni de tontos. Este libro da una perspectiva del estudio de la
parapsicología hasta principios de la década de los setentas, que ha servido
para documentar desde cuántas instituciones se han emitido resultados de
experimentos, procedimientos utilizados, y herramientas para el estudio de los
fenómenos paranormales como la telepatía o la telequinesis.
Arthur Koestler se suicidó en 1983
y con él su propia esposa. Para dar un perfil del individuo que fue, hay un
ensayo de Vargas Llosa, publicado por Letras libres, sobre otro de sus
libros El cero y el infinito. Y cito un fragmento en que lo describe:
“El Apocalipsis doméstico de
Montpelier Square pinta a Arthur Koestler de cuerpo entero: la vorágine que fue
su vida y su propensión hacia la disidencia. Vivió nuestra época con una
intensidad comparable a la de un André Malraux o un Hemingway y testimonió y
reflexionó sobre las grandes opciones éticas y políticas con la lucidez y el
desgarramiento de un Orwell o un Camus. Lo que escribió tuvo tanta repercusión
y motivó tantas controversias como los libros y opiniones de aquellos ilustres
intelectuales comprometidos, a cuya estirpe pertenecía. Fue menos artista que
ellos, pero los superó a todos en conocimientos científicos. Su obra, por eso,
ofrece una visión más variada de la realidad contemporánea que la de aquéllos.”
Vargas Llosa lo nombra “tránsfuga
de ideologías y creencias” aunque Koestler se caracterizó por una ideología
-quizá a su propio pesar- eminentemente socialista. Su vida ilustra su propia
obra: nunca se afilia a una causa sino para más tarde renunciar a ella:
renuncia al sionismo, del cual fue un cercano apasionado, renuncia al judaísmo
y escribe uno de sus libros más controvertidos, La tribu número trece,
ensayo en el cual presenta una teoría muy atacada sobre un origen alterno en el
pueblo judío europeo, haciéndolo descendiente de los jázaros, y escribe The
roots of coincidece, para hacer una defensa –débil y no desprovista de
humor- de las cualidades de la parapsicología.
Es interesante ver la importancia
que tuvieron los estudios de parapsicología en la Unión Soviética, y como ahí
se pretendía darle aplicaciones militares a la telequinesis y la telepatía. Las
ideologías contrarias, las que se sienten comprometidas a prever un orden
social alterno, parecen estar enamoradas de la posibilidad energética de la
mente para generar situaciones paranormales. La ideología revolucionaria ha
tenido una tendencia a separarse de los sistemas de creencias tradicionales
para darle una connotación científica a los hechos de la mente que los
creyentes calificarían como “iluminaciones” o algo similar. El mismo Koestler
era un ideólogo, perseguía defender alguna causa, y si esta causa parecía
perdida y contraria al orden establecido, mejor. Declaró Koestler -según el
mismo artículo de Vargas Llosa-, “Arruiné la mayor parte de mis novelas por mi
manía de defender en ellas una causa; sabía que un artista no debe exhortar ni
pronunciar sermones, y seguía exhortando y pronunciando sermones”. La obra
de Koestler tuvo una particularidad interesante; un disfraz de narrativa que es
pasaje autobiográfico, la narración de asuntos diversos en los que se involucró
gracias a este espíritu científico y disidente que lo caracterizó. Su interés
por la parapsicología se desprende de su inagotable curiosidad científica y de
su tendencia a ir con las causas de la disidencia. Intentó Koestler ubicarse en
un plano neutral y no se dejó llevar por la ola de enérgicos detractores de la
parapsicología, científicos dudosos pero muy sorprendidos, hasta grandes
entusiastas que se volvieron fanáticos y terminaron por perder credibilidad
ante la marejada de charlatanería que se desató en torno a los temas
pseudocientíficos.
Y a todo esto… ¿Qué es, en
resumen, la parapsicología? Se define como una pseudo ciencia. Se encarga de
estudiar aquellos fenómenos de la mente, cuya existencia goza de algún reconocimiento
académico (la telequinesis, la telepatía o la percepción extrasensorial) pero
que nunca han contado con los elementos de comprobación necesarios para
consolidarse como “hechos científicos”. Ya sea por su falta de continuidad o
frecuencia, por su carácter aleatorio, por su intangibilidad física y en
resumen, por su falta de explicación. Hoy es difícil encontrar una sola página
seria al respecto en la web. La falta de praxis científica, la reticencia de
los “científicos serios” y el retiro de los presupuestos gubernamentales a este
tipo de estudios los han borrado de los intereses públicos. Sin embargo es
totalmente probable que por debajo de la esfera pública podamos encontrar a uno
que otro perturbado por el ansia de poder, que pretenda dar continuidad al
estudio de los fenómenos paranormales. El estudio de la parapsicología se
parece al de la clonación en el sentido de que ambas prácticas están
recubiertas por un halo de “falta de seriedad” , y sin embargo los gobiernos e
instituciones de distintos lugares del mundo han implementado laboratorios y
hecho inversiones considerables para continuar en sus estudios. Parecen por
otro lado poco claras las intenciones de ambos estudios y sus aplicaciones
utilitarias. Tienen, además, el halo del “secretismo”. Incluso en sus tiempos
de mayor auge y sensacionalismo -que claramente describe Koestler – se publica
en las revistas psiquiátricas de mayor renombre de su tiempo, una escasa
información que deja en claro que aunque muchos experimentos son asombrosos es
imposible declarar a la parapsicología una ciencia exacta, pues sus formas de
medición no coinciden ni podrán coincidir con la medición científica. Me
pregunto si dentro de estos apartados y cada vez más extintos laboratorios de
parapsicología, dispersos en diversas instituciones y universidades del mundo,
alguien encontrará el hilo negro que la legitime y le otorgue una función práctica.
La parapsicología es, aún y
aparentemente, una fracaso. Por eso es que vemos a los parapsicólogos
convertidos en brujos y charlatanes y nos hemos olvidado de los grandes científicos
y de los premios nobel que en algún tiempo participaron en experimentos de
telequinesis y telepatía. Por eso vemos esa larga hilera de páginas web que
intentan convencer al lector de su verosimilitud para después venderle algún
volumen escasamente acreditado, de algún quiromante, alquimista o mago que en
algún lejano día de su vida logró un raro estado de ESP y que documentó sus
vagas y más bien patéticas experiencias.
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