miércoles, 22 de febrero de 2017

Arthur Koestler o los caprichos del azar


Desde principios del siglo XX y más intensamente, a partir de la década de los cincuenta hasta avanzada la década de los setenta, se da en la historia un auge en el extravagante estudio de la parapsicología. En este terreno se internó una sorprendente nómina de investigadores, profesores, filósofos y científicos entre los cuales se cuentan premios nobel y catedráticos de las universidades de Cambridge, Manchester, Harvard, Edimburgo, Oxford, Leningrado, Duke, Los Ángeles, Nueva York, Dublin, Utrecht, Virginia, entre otras. Hace tres décadas cada una de estas universidades contaba con un laboratorio de parapsicología y algunas de ellas incluso (como es el caso de Utrecht o Leningrado) contaban  con una cátedra en parapsicología.
Aunque el asunto parece incómodo y hasta doloroso para la inteligencia, el tema de la parapsicología tiene perspectivas inquietantes si uno se apega a la posición que tenía un autor judío, al que rendiremos homenaje, Arthur Koestler, en un libro particular que es The roots of coincidence conocido como Las raíces del azar. En el bachillerato hice una tesina sobre este tema porque me perseguían seres imposibles y mis padres empezaban a alarmarse y a enviarme a aburridas  terapias, yo temía que me encerraran en el psiquiátrico. Por tal motivo tenía que echar mano de algún artilugio científico que explicara que mi aparente locura era en realidad una capacidad de percepción extrasensorial.
Serán refutables los argumentos contrarios a la parapsicología sólo en el momento en que los científicos descubran los mecanismos para inducir en forma regular la telepatía, la telequinesis o cualquiera de los fenómenos mentales que no encajan en la estructura rígida de una ciencia reconocida como la psicología y que son estudiados por la parapsicología. Si sabemos que la variación en los volúmenes de sustancias psicoactivas pueden inducir estados en apariencia paranormales, ¿Por qué la ciencia no ha podido encontrar el mecanismo natural para desencadenar reacciones cerebrales similares que nos permitan una medición precisa de los mismos? Aquellos “científicos” que experimentaban con las cartas de Zener tenían que esperar a que ocurriera un fenómeno más bien caprichoso del azar para poder extraer de ahí sus estadísticas, las cuales eran en un alto porcentaje tristes y desalentadoras. ¿Qué son las cartas de Zener? Se trata de un mazo de cinco cartas en las cuales están impresas figuras muy simples –un círculo, una cruz, una ola, un cuadrado y una estrella- Con este mazo se hicieron las primeras investigaciones en el terreno de la parapsicología. Se tienen documentadas prácticas con cartas de Zener, en la universidad de Leningrado, sobre todo. El procedimiento consiste en hacer una adivinación mental de las cartas. (Más o menos como hacen nuestros magos –en forma infalible). Los registros de estos experimentos -cuando fueron más exitosos- fueron de un 60% de acierto y un 40 % de falla.
El estudio de la ESP (percepción extra sensorial), basado en las variaciones energéticas del cerebro, que desencadenan fenómenos mentales atípicos; por ejemplo, la comunicación de distintas mentes sin la influencia de medios físicos, es la clave del interés de un personaje destacado; Thomson, el descubridor del electrón. El plano energético era un buen argumento para hacer intelectualmente aceptable que dos mentes lejanas pudieran transmitirse mensajes sin la ayuda de mecanismos o para que una cuchara pudiese ser levantada por medios no físicos. Me pregunto si alguno de nosotros tendrá la desfachatez de llamarle a Thomson estúpido. Thomson fue miembro de la Sociedad Británica para la Investigación Psíquica, institución que llevó a cabo innumerables experimentos con adivinación de cartas. El mismo Thomson participó y documentó experimentos relacionadas con prácticas de adivinación.
Los fenómenos de la percepción extra sensorial, al no responder a ningún impulso controlado –en la mayor parte de sus casos- tienen una escasa posibilidad de registro. Las estadísticas obtenidas por las muy diversas instituciones que han generado estudios de ESP tienden a ser más bien desalentadoras, puesto que no han lanzado los suficientes elementos para ajustarlas a la norma científica, sin embargo tan solo en la década de los setentas, con la cual se vinculan estrechamente los fenómenos psicodélicos, se llevaron a cabo miles de repeticiones de experimentos con cartas de Zener. Cualquier intento por darle una secuencia controlada de repetición a estos fenómenos ha sido inútil.
Quizá el sueño de materializar esa comunicación intangible haya redundado en la creación de las herramientas tecnológicas de comunicación. Aunque desde una conservadora visión de las cosas, las máquinas serán siempre incapaces de superar a la mente que las ha creado y que –como ellas- evoluciona a paso seguro.
Es interesante el caso de Frazer, quien pese al intenso y profundo estudio realizado en todas los grupos étnicos imaginables, en torno a una amplia serie de cosmovisiones, en las cuales hay una presencia constante de estas energías paranormales y una familiarización con ellas (la telepatía, la transmisión del sueño, la psicomagia, etc), siempre se manifestó como un descalificador y nunca vaciló en llamar a los individuos de estas etnias: salvajes, estúpidos, ignorantes, y toda una serie de imprecaciones tan larga como su propia investigación.
…” En opinión de gente primitiva, el alma puede ausentarse temporalmente del cuerpo sin por ello causar la muerte. Es frecuente creer que estas ausencias temporales del alma envuelven un riesgo considerable puesto que el alma errabunda está expuesta a diversas desventuras, a caer en manos de sus enemigos y a otros peligros. Pero aparte de esto, hay otro aspecto en este poder de desunir el alma del cuerpo. Si puede asegurarse que el alma quede incólume durante su ausencia, no hay razón para que el alma pueda continuar ausente durante tiempo indefinido; de verdad un hombre calculador que sólo tenga en cuenta su seguridad personal puede querer que su alma nunca vuelva a su cuerpo. Inhábil para concebir abstractamente la vida como “una posibilidad permanente de sensación” o como “un continuo ajuste de coordinaciones internas a las relaciones externas” el salvaje la imagina como una cosa material concreta y de una magnitud definida, capaz de verla y manejarla, tenerla dentro de una caja o un jarrón y expuesta a ser golpeada, rota o hecha pedazos. Concebida así, no es necesario en absoluto que la vida esté en el hombre; puede hallarse ausente de su cuerpo y continuar aun animándolo en virtud de una especie de simpatía o acción telepática. “
Frazer establece una abismal distancia entre la percepción occidental (de la que es parte), de todos los fenómenos que atañen al espíritu, al alma, a la psique, etc., y la percepción de lo que él llama constantemente “pueblos salvajes” o “pueblos primitivos” de estos mismos fenómenos. Legitima la primera cosmovisión y descalifica invariablemente a la segunda.
Desde una perspectiva más bien ambivalente Arthur Koestler hace un repaso de los personajes destacados en la academia de muchos países que estuvieron cercanos al estudio de los fenómenos paranormales. Entre ellos se puede contar a Gilbert Murray quien tuviera en su tiempo y en su ámbito una presencia académica muy destacada, autoridad en el tema helenístico, fue redactor de la Liga de la Naciones. El mismo Murray redactó un informe, lleno de sorpresas y datos significativos sobre una serie de experimentos de trasferencia de pensamiento realizados en Cambridge en 1924. También compartieron estos oficios Charles Richet, fisiólogo, descubridor de la terapia de Serum y premio Nobel de medicina en 1913. Henry Bergson, premio Nobel de literatura en 1923, Lord Rayleigh, profesor de química experimental, premio Nobel de física en 1904, descubridor del Argón y el Radón. Lo que busca demostrar Arthur Koestler en su renombrada lista es que el estudio de los fenómenos mentales que sobrepasan a los fenómenos de la psicología o la psiquiatría no ha sido asunto de gente poco respetable, como muchos creen en la actualidad. Los estudiosos de las ciencias reconocidas han vituperado a brujos y telépatas, más es claro que el estudio de la parapsicología no fue siempre un asunto de chiflados ni de tontos. Este libro da una perspectiva del estudio de la parapsicología hasta principios de la década de los setentas, que ha servido para documentar desde cuántas instituciones se han emitido resultados de experimentos, procedimientos utilizados, y herramientas para el estudio de los fenómenos paranormales como la telepatía o la telequinesis.
Arthur Koestler se suicidó en 1983 y con él su propia esposa. Para dar un perfil del individuo que fue, hay un ensayo de Vargas Llosa, publicado por Letras libres, sobre otro de sus libros El cero y el infinito. Y cito un fragmento en que lo describe:
“El Apocalipsis doméstico de Montpelier Square pinta a Arthur Koestler de cuerpo entero: la vorágine que fue su vida y su propensión hacia la disidencia. Vivió nuestra época con una intensidad comparable a la de un André Malraux o un Hemingway y testimonió y reflexionó sobre las grandes opciones éticas y políticas con la lucidez y el desgarramiento de un Orwell o un Camus. Lo que escribió tuvo tanta repercusión y motivó tantas controversias como los libros y opiniones de aquellos ilustres intelectuales comprometidos, a cuya estirpe pertenecía. Fue menos artista que ellos, pero los superó a todos en conocimientos científicos. Su obra, por eso, ofrece una visión más variada de la realidad contemporánea que la de aquéllos.”
Vargas Llosa lo nombra “tránsfuga de ideologías y creencias” aunque Koestler se caracterizó por una ideología -quizá a su propio pesar- eminentemente socialista. Su vida ilustra su propia obra: nunca se afilia a una causa sino para más tarde renunciar a ella: renuncia al sionismo, del cual fue un cercano apasionado, renuncia al judaísmo y escribe uno de sus libros más controvertidos, La tribu número trece, ensayo en el cual presenta una teoría muy atacada sobre un origen alterno en el pueblo judío europeo, haciéndolo descendiente de los jázaros, y escribe The roots of coincidece, para hacer una defensa –débil y no desprovista de humor- de las cualidades de la parapsicología.
Es interesante ver la importancia que tuvieron los estudios de parapsicología en la Unión Soviética, y como ahí se pretendía darle aplicaciones militares a la telequinesis y la telepatía. Las ideologías contrarias, las que se sienten comprometidas a prever un orden social alterno, parecen estar enamoradas de la posibilidad energética de la mente para generar situaciones paranormales. La ideología revolucionaria ha tenido una tendencia a separarse de los sistemas de creencias tradicionales para darle una connotación científica a los hechos de la mente que los creyentes calificarían como “iluminaciones” o algo similar. El mismo Koestler era un ideólogo, perseguía defender alguna causa, y si esta causa parecía perdida y contraria al orden establecido, mejor. Declaró Koestler -según el mismo artículo de Vargas Llosa-, “Arruiné la mayor parte de mis novelas por mi manía de defender en ellas una causa; sabía que un artista no debe exhortar ni pronunciar sermones, y seguía exhortando y pronunciando sermones”. La obra de Koestler tuvo una particularidad interesante; un disfraz de narrativa que es pasaje autobiográfico, la narración de asuntos diversos en los que se involucró gracias a este espíritu científico y disidente que lo caracterizó. Su interés por la parapsicología se desprende de su inagotable curiosidad científica y de su tendencia a ir con las causas de la disidencia. Intentó Koestler ubicarse en un plano neutral y no se dejó llevar por la ola de enérgicos detractores de la parapsicología, científicos dudosos pero muy sorprendidos, hasta grandes entusiastas que se volvieron fanáticos y terminaron por perder credibilidad ante la marejada de charlatanería que se desató en torno a los temas pseudocientíficos.
Y a todo esto… ¿Qué es, en resumen, la parapsicología? Se define como una pseudo ciencia. Se encarga de estudiar aquellos fenómenos de la mente, cuya existencia goza de algún reconocimiento académico (la telequinesis, la telepatía o la percepción extrasensorial) pero que nunca han contado con los elementos de comprobación necesarios para consolidarse como “hechos científicos”. Ya sea por su falta de continuidad o frecuencia, por su carácter aleatorio, por su intangibilidad física y en resumen, por su falta de explicación. Hoy es difícil encontrar una sola página seria al respecto en la web. La falta de praxis científica, la reticencia de los “científicos serios” y el retiro de los presupuestos gubernamentales a este tipo de estudios los han borrado de los intereses públicos. Sin embargo es totalmente probable que por debajo de la esfera pública podamos encontrar a uno que otro perturbado por el ansia de poder, que pretenda dar continuidad al estudio de los fenómenos paranormales. El estudio de la parapsicología se parece al de la clonación en el sentido de que ambas prácticas están recubiertas por un halo de “falta de seriedad” , y sin embargo los gobiernos e instituciones de distintos lugares del mundo han implementado laboratorios y hecho inversiones considerables para continuar en sus estudios. Parecen por otro lado poco claras las intenciones de ambos estudios y sus aplicaciones utilitarias. Tienen, además, el halo del “secretismo”. Incluso en sus tiempos de mayor auge y sensacionalismo -que claramente describe Koestler – se publica en las revistas psiquiátricas de mayor renombre de su tiempo, una escasa información que deja en claro que aunque muchos experimentos son asombrosos es imposible declarar a la parapsicología una ciencia exacta, pues sus formas de medición no coinciden ni podrán coincidir con la medición científica. Me pregunto si dentro de estos apartados y cada vez más extintos laboratorios de parapsicología, dispersos en diversas instituciones y universidades del mundo, alguien encontrará el hilo negro que la legitime y le otorgue una función práctica.

La parapsicología es, aún y aparentemente, una fracaso. Por eso es que vemos a los parapsicólogos convertidos en brujos y charlatanes y nos hemos olvidado de los grandes científicos y de los premios nobel que en algún tiempo participaron en experimentos de telequinesis y telepatía. Por eso vemos esa larga hilera de páginas web que intentan convencer al lector de su verosimilitud para después venderle algún volumen escasamente acreditado, de algún quiromante, alquimista o mago que en algún lejano día de su vida logró un raro estado de ESP y que documentó sus vagas y más bien patéticas experiencias.

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