martes, 8 de julio de 2008

No más negros


Ahora que cuento tantos
años,
me doy cuenta
de que la juventud me ofusca.

Vivir en la sombra,
eso ha sido para mi la juventud.
Tuve el alma
del marinero,
que sigue las miradas
de las mujeres,
sus puertos, sus faros,
sus constelaciones.

Cuánta ceguera,
cuánta estupidez,
cuánta sordera.

Conforme voy contado años
me doy cuenta
de que no hay nada
más bello
que la blancura de las canas.

Llegué a mi vejez
más cansada que nunca,
me cansé de mi,
se cansaron de mi.
Repetirlo no parece suficiente.
Me cansé de repetirlo.

He dejado varios custodios,
todos amigos,
hombres todos.
He dejado un hijo, varoncito,
a dios gracias.
He dejado escrita
mi feminidad,
mi odio narcisista
por mi misma,
mi sexismo, mi prostitución,
mi vicio, mi vida.
¿A quién le importa?

Soy lo que fui,
nadie me inventó,
nadie me bailó,
nadie me miró,
nadie me reconoció,
ni en mi propia foto.

Nadie ha visto mi inmoralidad,
ni mi yo dividido
que no piensa,
sólo actúa.
Una vez me desnudé
y ninguno me miró.
Me importaban las miradas
de los hombres en ese momento.
Quería mirarlas
como constelaciones,
gemelas de la mía.

Ahora ya no busco
constelaciones suspendidas
en un cielo negro,
busco sólo blanco.

2 comentarios:

juan josé dijo...

Es un poema hermoso y desgarrador. Un poema que corre por las posibilidades de la vida otra, que es la misma que es idéntica a la que no pudo ser. Conmueve, estremece. Hace bailar en medio de la noche sola

Rowena Bali dijo...

tú, eterno tin, me haces bailar en la luz