La historia había forjado ese signo inevitable: aquella serie de incidentes sórdidos que marcaron mi infancia (y que marcan uno tras otro toda esta historia) se tradujeron en un deseo constante e implacable, en una vocación. Junto con mis amigas me fui a la playa y monté un antro donde me prostituí con ganancias sumamente favorables. Cuando el antro estaba en decadencia empezaron a ocurrir más episodios sórdidos que se fueron agravando; primero clientes que no pagaban, más violaciones, cortadas con filo de botella: asuntos que provocaban pequeños episodios de coma de los cuales despertaba cada vez más deseable. Era como si todas las catástrofes fueran estetizantes. Pese a las ventajas que estos mórbidos asuntos aportan a mi historia, debo decirles a quienes soporten el golpeteo de mi prosa, que la pobre muchacha no hace otra cosa que sufrir y sufrir, llorar y llorar, aguantar abuso tras abuso, trauma tras trauma. Al despertar su deseo bajas pasiones, genera más catástrofes. Más no suscita sólo bajas pasiones, sino pasiones nobles, de caballeros desinteresados que abren el hocico y la cartera a niveles insospechados sólo por ella. Entonces, para que me entiendan, la historia se equilibra, se justifica, se empareja entre el placer y el amor desmedido, la sordidez y el coma, teniendo siempre estos cuadros un escenario en la playa. Reales o imaginarias estas catástrofes se repiten una y otra vez. Esta muchacha es un auténtico icono de la catástrofe. A veces la playa se transforma en un limen, en un parque, en un precipicio, en un estallido, en un golpe continuo de tambor, de carne sobre la arena; se convierte en una Arcadia que pasa. Las catástrofes son una plaga que pretende eliminar a través de la palabra, que es su otra vocación. La palabra la libera de las catástrofes. En la palabra está la cura a su enfermedad; un buen baile y un buen alcohol también hacen su parte.
Se permite pasar por largos periodos de hibernación, durante los cuales su cerebro se activa vertiginosamente. Cuando despierta esta mimosa y megalómana; se va a pasear por los bares.
Se permite pasar por largos periodos de hibernación, durante los cuales su cerebro se activa vertiginosamente. Cuando despierta esta mimosa y megalómana; se va a pasear por los bares.
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