lunes, 30 de junio de 2008

Fúmame

Succióname
que quiero empezar
a escarbar agujeros
en tus adentros.
Chúpame
que ya no hay más ciudades
ni caminos, ni Arcadias,
sólo hoyos negros
y lunares.

El amor habla oscuro

Posémonos tú y yo
sobre estas blancas sábanas
y ensuciémoslas
con palabras
horadadas,
oscuras,

dedos punzantes,
revueltos labios
enredados,
amorosos,
mancillados,

labios amoratados,
ósculos de alas que
vuelan al unísono,
esperando un disparo.

Las catástrofes y la vocación (pasaje que omití de Amazon Party y no publiqué en Cultura Urbana)

La historia había forjado ese signo inevitable: aquella serie de incidentes sórdidos que marcaron mi infancia (y que marcan uno tras otro toda esta historia) se tradujeron en un deseo constante e implacable, en una vocación. Junto con mis amigas me fui a la playa y monté un antro donde me prostituí con ganancias sumamente favorables. Cuando el antro estaba en decadencia empezaron a ocurrir más episodios sórdidos que se fueron agravando; primero clientes que no pagaban, más violaciones, cortadas con filo de botella: asuntos que provocaban pequeños episodios de coma de los cuales despertaba cada vez más deseable. Era como si todas las catástrofes fueran estetizantes. Pese a las ventajas que estos mórbidos asuntos aportan a mi historia, debo decirles a quienes soporten el golpeteo de mi prosa, que la pobre muchacha no hace otra cosa que sufrir y sufrir, llorar y llorar, aguantar abuso tras abuso, trauma tras trauma. Al despertar su deseo bajas pasiones, genera más catástrofes. Más no suscita sólo bajas pasiones, sino pasiones nobles, de caballeros desinteresados que abren el hocico y la cartera a niveles insospechados sólo por ella. Entonces, para que me entiendan, la historia se equilibra, se justifica, se empareja entre el placer y el amor desmedido, la sordidez y el coma, teniendo siempre estos cuadros un escenario en la playa. Reales o imaginarias estas catástrofes se repiten una y otra vez. Esta muchacha es un auténtico icono de la catástrofe. A veces la playa se transforma en un limen, en un parque, en un precipicio, en un estallido, en un golpe continuo de tambor, de carne sobre la arena; se convierte en una Arcadia que pasa. Las catástrofes son una plaga que pretende eliminar a través de la palabra, que es su otra vocación. La palabra la libera de las catástrofes. En la palabra está la cura a su enfermedad; un buen baile y un buen alcohol también hacen su parte.
Se permite pasar por largos periodos de hibernación, durante los cuales su cerebro se activa vertiginosamente. Cuando despierta esta mimosa y megalómana; se va a pasear por los bares.

jueves, 26 de junio de 2008

Una carta de Juan José


Ada:

Anoche la cama estaba más helada que nunca. Me tapé lo mejor que pude y apenas saqué las manos, para sostener con una un libro y con la otra un cigarro. El cenicero, junto, como sabes. Te marqué antes varias veces el teléfono y no respondiste. Tu celular es un desastre, te lo he dicho muchas veces, sólo para que digas que yo te lo regalé, y que sí, es una chingamusa. Te gusta repetir palabras como ésa; dices que te recuerdan tu infancia, que tu papá las decía. Chingamusa: ¿y qué diablos es eso? Me dijiste que cualquier cosa, una como chingadera pero dicha con elegancia. Y te reíste, como sólo sabes reírte tú. Con los ojos bien abiertos como para ver el mundo entero, para ver cómo río yo, más bien tímidamente, escasamente, según dices. Un poco después, al cabo de unas cuantas páginas de la novela, sonó mi celular. Lo había dejado en el buró. Antes de contestar encendí otro camel. Bueno, dije. Era el arquitecto Lazo: había estallado la bomba en el despacho. Habían descubierto al fin al culpable del fraude que se trianguló en la delegación. Que me despertara, hoy mismo, domingo, temprano: tendría que venir al despacho para armar una estrategia. Pensé entonces que no era para tanto. Evitar que el fraude de uno de los nuestros se hiciera público no era tan difícil, pero al fin aquí estoy, solo, dejando que pase el tiempo, esperando que llegue Lazo, esperando que llegue el sospechoso. Y pensando en ti. Dormí en episodios. Muy bien mientras lo hice pero desperté varias veces. Raro, ¿no? Desperté con ganas de hacer cosas, salir a algún sitio. Sobre todo con ganas de verte. En el despacho no podré hacer nada, ni ver el fut, pensé hace un rato. Me traje la novela. Ya leí unas páginas ahora, pensando en terminarla pronto para poder al fin prestártela. No te lo he dicho, y tal vez te lo diga antes de que leas estas líneas, pero la mujer asesinada de la historia de Martin Amis me recuerda mucho a ti. Es una mujer que deslumbra a todos, llena de vitalidad, hermosa, inteligente, independiente. Su padre es un policía… [No sé por qué abro este corchete para ponerte que acabas de llamarme. Te pongo no lo que dijimos sino lo que no te dije: tu voz me reveló que sonreías, que al mirarlos tus ojos limpiaban los campos que tenías delante dejando sólo girasoles y amapolas esperándote. Ya en la noche, al verte, compartirás conmigo esas fragancias]. Un policía que en nada se parece a tu padre. Un policía que dejó libre a su hija, que la hizo increíblemente dueña de su cuerpo, sus energías, su movimiento. La inteligencia es cosa puramente de ella. Una inteligencia superior. Tu padre en cambio es un misterio. Se pasa la vida en el Partido, luchando según dice por la Causa y a las órdenes –detesta la palabra y por eso la repito— del líder a quien llama por su nombre. Como si fueran tan cercanos. Tú te ríes de tu padre. Te ríes del arquitecto –un poco mi padre, has calculado. Cuando te diga que te pareces a la mujer muerta de la novela me dirás que sí, y luego de un momento: “¿Estás seguro de que la asesinaron? ¿Por qué? ¿Una venganza? ¿Habrá muerto por culpa de su padre?” Te quedarás pensando, acariciando una de mis manos: “Ya acaba y préstame esa chingamusa. Ya me intrigaste”. Ahora mismo acabaré de leer la novela, Dios, que no llegue el arquitecto.

Juan José
(Publicada en Laberinto de Milenio)

¡Ya salió! A la sombra de los deseos en flor

lunes, 23 de junio de 2008

Balita

¿Por qué esperar hasta el momento de la debacle para darme cuenta de que él era toda mi salvación y mi camino? Quizá porque estaba demasiado ocupada en los enjuagues de La Liga y otros enjuagues, en mi trabajo, en el fraccionamiento, en la bonita vista del ciprés, en el perfil de Vogue. ¿Por qué no me di cuenta de que estaba frente a un poeta real? ¿por qué me dediqué a decirle mentiras? Quizá por que yo era una mujer hecha de mentiras. Ahora mi realidad es un departamento atestado de abuelitas irritadas a la hora de un té tomado a perpetuidad. He sufrido una pérdida distinta en todos los frentes, y la situación es tan penosa y triste que unas ancianas han venido a tomar partido por lo poco que queda de mí después de tu intromisión funesta. ¿Por qué jugué semana con semana el juego como tipos distintos a él? ¿porqué demonios me complací en mirar sólo su angelical exterior? ¿por qué no fui capaz siquiera de leer lo que escribía? ¿por qué lo traté como a un estúpido? ¿porqué nunca quise explorar junto a él el punto inexplorado? ¿por qué no pude enterarme de que era un ángel verdadero y no uno pirata?

domingo, 22 de junio de 2008

Ehwaz (última versión)

Hubo una vez un centauro
que trotó decaído
a la orilla de un río,
buscando amazonas
hard core,
hasta que una encontró
en el quicio,
en la puerta
del precipicio.

Hubo una vez
un équite que a pelo
llevó el paso
de una ninfa en duelo.

Hubo un hermafrodita
en celo de cielo;
trinidad cabalgante
en denegado vuelo:
fauninfa en unión fatua,
ninfauno en pose de vilano.

jueves, 19 de junio de 2008

Andrógina censurada

Andrógina censurada de aspecto fantasmagórico

Andrógina censurada de doble y contristado corazón

Andrógina doblemente censurada y cegada por la ira

Andrógina censurada fotografiada por Marco Lara

Otro dibujo de Mario López Rivero


martes, 17 de junio de 2008

Gebo, Daeg, Uruz, Ken (sólo buenos signos en la tirada de hoy)


Librerías todavía inoculadas por El Agente Morboso

Además de Gandhi; En un Lugar de la Mancha (Lomas), F.C.E., Sótano, Porrúa, Ganco (Puebla, Veracruz, Cuernavaca), Péndulo, Bodegas del conocimiento, Casa del Libro, Librerías Coyoacán, Educal... Si no lo encuentran, ¡prugúntenle al chavo del chaleco! y si el chavo del chaleco no lo encuentra, ¡es por que ya se acabó!

-no está en El Parnaso-

Los escapistas

Habían realizado el trabajo suficiente como para escapar del destino cuantas veces quisieran y si un día les daba algún capricho lo llevaban a cabo con alegría. Sabían que en esta vida es posible hacer cualquier cosa; que matar es bueno y que robar es divertido.

Tenían que rendir cuentas al padre por sus actos, esto no ocurría casi nunca: eran casi libres. Pero sabían que de la mirada del padre no escaparían.

Traían siempre los bolsillos llenos de dinero y nunca recordaban de donde había salido. A veces acudían al banco en ropa deportiva y con mano armada antes de ir al club. En el club eran recibidos siempre por caras nuevas y amistosas. Pasaban la mayor parte del tiempo paseando y besándose por los rincones del jardín de la casa de campo. Ellos tenían una casa de campo en todas las ciudades. Siempre lo olvidaban todo, tenían una naturaleza desinformada del caos.

Una sola cosa perturbaba su idilio: ella comía manzanas. Cuando lo hacía armaba disparates: perdía el estilo. Le daba por salirse de la casa de campo, y en lugar de dirigirse al club, se dirigía a alguno de los barrios bajos, armaba un escándalo que despertaba a toda la cuadra y el asunto acababa en matanzas sangrientas. En las temporadas que la adicción cobraba todo el día, o el mes, o el año, hasta los asaltos dejaban de ser divertidos.
En estado manzahánico hablaba con necedad sobre la muerte, él temblaba cada vez que insinuaba el tema. “¡Mira!, ¡ya me tienes hasta el tope con tus mentiras!, ¡mira!, ¡mira!”, y se arrojaba una y otra vez de la azotea de la casa, “¡mira!”, “¡mira!” y se cortaba las venas, mientras él corría a buscar la gasa. Hasta que en uno de esos intentos por demostrar que la muerte era sólo una mentira ella entraba en coma.

Cuando regresaba había sufrido una transformación radical, encontraba siempre a su amor con los ojos hinchados al pie de la cama. Tras esto venía comúnmente un periodo de larga felicidad que jamás era olvidado. “Otra vez las manzanas”, “sí” y reían. La paz y el amor volvían a reinar en los nuevos jardines. Volvían a los altos barrios y recuperaban sus vidas. Sin embargo era frecuente que en los jardines de las casas de campo apareciera un manzano a arruinarlo todo. Entonces él mandó podar todos los árboles.

Un día llegó una crisis terrible. El encontró manzanas escondidas en un lugar insólito de la casa; poco a poco fue haciendo hallazgos hasta dar con hectáreas interminables de manzanares. Ella había afinado a tal grado su técnica del engaño que ya poseía su propia envasadora de mermelada de manzana. Se sintió tan lastimado que quiso quitarse la vida.
Las manzanas eran menos temibles cuando a la gente le daba por matarse en los barrios bajos.

Una tarde ella lo invitó de picnic a un manzanar particularmente perverso, y ahí, justo debajo de un árbol se quitó la ropa. Él se sintió avergonzado. Entonces ella sacó de la canasta un sándwich de mermelada de manzana y se lo ofreció. Empezó a hablar con una frialdad que lo dejó atónito: “La muerte es una mentira, entiéndelo de una vez”, no consiguió que él cediera al encantamiento. Entonces sacó un frasquito de manzana pulverizada, tampoco consiguió nada. Una manzana petrificada, nada. Sólo conseguía que él temblara de miedo. Entonces acudió a la falta de control, como hacía siempre que algo no le salía a su capricho. Empezó a arrojarle a la cabeza los frascos de las distintas presentaciones de mermelada de manzana que traía en la canasta del picnic, y con los vidrios rotos se cortó las venas una y otra vez; “¿Ya ves imbécil?, siempre seré más lista que tú, no me dejas comer manzanas porque sabes que así se me quita lo tonta, ¡Que te tragues el sándwich!, ¡tú y tu puta muerte son una farsa!, ¡ándale, ve por tu gasita!” y siguió sacando frascos de la canasta, y siguió cortándose la venas.

En esta ocasión él se quedó quieto y cansado, ya no hizo ningún esfuerzo por salvarla. Este cansancio dictó el triunfo de la manzana sobre la voluntad del hombre.

Ella ablandó entonces la estrategia; dulcemente lo condujo hacia el fondo del manzanar, donde había colocado velas e incienso (con esencia de manzana), entonces con la boca untada por un encantamiento lo devoró a besos. “Mi amor, ¿verdad que la muerte es una mentira?”, le preguntó, “si”, respondió él. Entonces se escuchó el reclamo estridente del padre, quién más tarde mandó destruir los jardines.

lunes, 16 de junio de 2008

Job 40

"¿Qué es el hombre que le das tanta importancia?" Grabado de Juan Pablo de la Colina

"¿Qué puedo responder yo, que
soy tan poca cosa?
Prefiero guardar silencio.
Ya he hablado una y otra vez,
y no tengo nada que añadir."

domingo, 15 de junio de 2008

Ninfas calentadas

Esas a las que llamas frías hadas,
son en verdad ninfas
y suelen estar siempre
debidamente calentadas.

Son violentas y tramposas
y no frecuentan a las mariposas.

Te quieren ver la cara,
son volátiles, caprichosas
y nunca sabrás, hado,
si te querrán mañana
o te querrán pasado.

jueves, 12 de junio de 2008

Rumores


Golpes le
dio la palabra
en el estómago.

Luego la lengua
le arrojó
saliva
a la cara.

Una enfermedad
le contagió
la prosa.

Los libros
le dieron
hojazos
por la espalda.


Luego los versos
la sodomizaron.

martes, 10 de junio de 2008

¡Ya empieza a circular el último de Cultura Urbana! Ciudades Utópicas y Ciudades en Caos.


Número doble, 30 escritores, 7 ilustradores, $25.00
Richard Rogers, Óscar de la Borbolla, Ana García Bergua, Raúl Renán, David Huerta, Fabrizio Mejía Madrid, Emilio Zomzet, Sandro Cohen, Armando González Torres, Pablo Boullosa y muchos más.

En las principales tiendas Sanborns, Gandhi Achar, Librerías La Jornada y Educal

sábado, 7 de junio de 2008

Automática y dicotómica

Pongo mi cuerpo a actuar
mientras me quedo sola,
suspirando entre placeres domésticos:
soy una mujer común
que envejece
e invierte
en un bien inmueble a perpetuidad,
y prepara tartas de fresa,
mientras la otra finge
y reza.

No soy yo la que habla,
ni la que escribe;
siempre es a ella
a quien exhibo,
la última sobreviviente
de los rumores.

Cuando uno es como yo,
un alma en género neutro
que ama el amor en automático,
la vida
es un amante imposible,
que habita en el lejano
patio contiguo.

Soy una doña diva
dividida,
divorciada, disentida,
desterrada, desaparecida.

viernes, 6 de junio de 2008

Una ilustración de Salvador Dalí

Perfil de mujer

Afirma que un día amaneció pensando, comiendo con cuchara, antes ocurrieron muchas cosas que no vivió, sólo le queda la clara sensación de que en un tiempo anterior a sus dos piernas y su cama con sábanas, era una perra.
Ha indagado mucho sobre esa parte oscura, algunos le han dicho que un mono guió a los hombres en su camino hacia sí mismos, más niegan que un perro haya cruzado por ahí, otros le hablaron sobre un hombre que, en un rapto de éxito rotundo, creó todo, incluso a las mujeres, pero nunca a una que se convirtiera en perra.
La explicación más contundente a su génesis le fue expuesta durante un tratamiento psiquiátrico en el cual estuvo a punto de errar su camino esencial.
Se niega a aceptar que la familiaridad con que recuerda aquellos kioscos de noche, las patadas y los trozos de carne, los mordiscos a las extremidades invencibles de los autos, pueda corresponder a la locura.
En lo que respecta a su estructura física; posee una estatura promedio, una musculatura cuya firmeza general se acentúa en los muslos y en las pantorrillas, se encuentra varios kilos abajo de su peso ideal, tiene una tendencia a agachar la cabeza y echar la pelvis hacia delante, postura que mantiene la espalda encorvada y las nalgas apretadas, sus pies no parecen totalmente afirmados al suelo, pues sus tobillos hacen poco contacto con él. Sus brazos son firmes y las muñecas flexibles y fuertes pero los dedos son torpes y de motilidad escasa. Su piel muestra vello abundante que en la mancha genital se extiende hasta las ingles, en las pantorrillas alcanza una densidad casi masculina.
En la delicadeza de su rostro destaca un mentón saliente y una mandíbula cuya presión constante la hace rechinar los dientes, sus ojos acusan la represión que la ha acompañado desde la adolescencia antes de la cual no tiene recuerdo alguno, salvo el goce que le propinaba la complacencia animal y su choque con lo humano.
Cree que con sus piernas velludas le sería imposible conquistar a los hombres; ha tenido que aprender a usar las trampas que usan las demás mujeres; sabe maquillarse y activar el movimiento de caderas, sabe montar escenas de soledad y carencia en los cafés. Ahí representa ciertos modales que hagan verosímil un pasado humano, la existencia de una madre ocupada en hacerla tomar los cubiertos correctamente. Palabras que evidencien un pensamiento inteligente, una conciencia tan acusadamente incierta como todas.
Cuando al fin consigue que algún furor confluya con el suyo en un acto funcional, suele marcharse de inmediato, sin ablandamientos.
Ayer su cuerpo se sintió recuperado, descendió a su plano ideal y salió a la calle sobre sus cuatro extremidades, después hay en su mente un vacío interrumpido por un golpe en la espalda, una muchedumbre de perros escapando entre la jauría de humanos escandalizados e imprecantes.
Hoy amaneció aquí, ha recobrado cierta noción de la realidad, pero está confundida, afirma obsesiva y risueñamente que al final de su espalda ha empezado a crecer una cola.