Ojalá que cuando me vean por la calle, queridos lectores
de esta historia, sepan reconocerme, les he contado como soy por dentro y por
fuera. Ante todo soy un personaje: vivo un infierno indecible, mi vida
tuvo como único destino engendrar a un monstruo que sigue creciendo en poder e
inteligencia, sin que yo pueda detenerlo. Si quieren que lleve esta
sinceridad mía a planos metatextuales: soy principalmente una mujer sin
voluntad, que es escrita y leída conforme a decisiones ajenas; la de quien me
escribe, y la de quien me lee: mi existencia, como la construcción misma del
mal que albergo y cuido, depende de que ustedes permanezcan conmigo hasta
entender a plenitud mi presencia en este mundo, es decir, hasta el desenlace de esta
historia. Sé que es una difícil tarea, yo misma no entiendo una pizca de cómo
demonios me trajeron hasta aquí sus conciencias: por una cita extramarital con
un magnate de apodo la Serpiente terminé embarazada, perdí a mi familia,
descubrí que mi marido me engañó durante años, me volví millonaria, parí un
engendro genial y malvado, y ahora mismo me encuentro ante un camino recto e
incierto en el que sólo sé que quiero que las arcas de la maldita Serpiente -mi
actual y ahora distante protector- permanezcan llenas. El dinero
parece ser la voluntad de ustedes, y, si se me permite otra declaración propia,
les diré que quisiera que mi escritor se dignara a soltar esta historia, hasta
dejarme descansar del tormento que es vivir de esta manera: escrita. Ustedes
son los culpables de que yo me corrompa, de que me humille por el dinero de un
protector al que detesto, de que sienta este orgullo inmoral por mi hijo
violador y asesino, también de que viva en este duelo vergonzante por el amor
de un marido que siempre me mintió. Ustedes y sus voluntades metatextuales me
hacen incapaz de volver a sentir amor. Al menos antes tenía mi adoración
ciega; ahora sólo tengo a mi hijo malvado y mis arcas siempre rebosantes,
también tengo la certidumbre, como un hoyo negro en el pecho, de que la
Serpiente volverá, con ella sus violaciones, sus vejaciones, la prostitución de
mi alma. Al menos que ahora sus voluntades se apiaden de mí, me saquen de este
pecado, me saquen del papel, me regalen esa vida verdadera de la cual
tan repetitivamente hablan sus mentiras.
domingo, 30 de diciembre de 2018
viernes, 2 de noviembre de 2018
Capitalizar (Fragmento)
Debo admitir que he conocido
mucho gracias a la serpiente, no sé si presumirles o avergonzarme de ello: he visitado,
desde hace varios años, las pasarelas de los diseñadores de moda más famosos a
lo largo y ancho del orbe; me he comprado varias prendas durante las ventas
posteriores a esas pasarelas, pagando precios estúpidamente caros; he acudido a
las clínicas de belleza más sofisticadas y costosas del mundo, soy pura vanidad. El odio profundo que siento por la serpiente, el sacrificio enorme que
ha sido para mí portarlo día a día en el invierno perenne de mi vida -como un
abrigo de pieles que una furiosa activista arranca a una mujer drogada y vacía-
me ha hecho rica.
Supe capitalizar mi odio, mi
indignidad. No merezco ni felicidad ni paraíso. Pero tengo aún derecho a contar
mi historia, y así lo haré, relataré capítulo a capítulo las aventuras y
martirios de mi vida junto a la serpiente.
Una mañana abrí mi bandeja y
encontré un remitente desconocido con el asunto: te amo. Como soy una romántica
empedernida el corazón me dio un vuelco. Empecé a enlistar
mentalmente a los posibles dueños de ese remitente ¿quién podría hacer
semejante declaración?
Abrí de inmediato el mail y encontré las fotografías
de la serpiente, adjuntas a un breve texto donde declaraba ser mi “fan”, me
decía que yo era “lo más” y que “se mataría por conocerme”. Aquello me pareció
un tanto exagerado y extraño, pero como mi ego es muy sensible le seguí el
juego, entonces, de una manera casi automática le respondí en tono seco: ¿ah
sí?¿quién eres?... aquella pregunta desató una respuesta aún más misteriosa que
me inquietó: soy tu destino.
Seguimos escribiéndonos durante unos días hasta que ella, tímidamente, me pidió que nos viéramos para desayunar. Yo accedí de inmediato y cuando la conocí me sentí en un estado de náusea, tuve que llamar al mesero porque me invadieron unas arcadas. Inmediatamente me di cuenta de que había caído en una trampa, porque su presencia me llenó de pánico y me enfermó. Ella le dijo al mesero que todo estaba bajo control y que me llevaría al médico, y con su ayuda me sacó a rastras del lugar y me subió débil y casi inconsciente a su automóvil en el cuál perdí totalmente el conocimiento.
Después de aquella cita llegué a mi casa de milagro, sólo porque al final se apiadó de mí y me lanzó con vida sobre la carretera cercana, por la cual pasaba rumbo al colegio de mi primer hijo cada mañana, de ahí me levanté con heridas profundas en todas partes y el alma corrompida. Mi marido me recibió con un rostro de terror que no olvidaré, me había estado esperando durante siglos, me dijo… ¿qué te pasó?¿dónde estuviste? Yo sólo acerté a decir: me echaron del paraíso, y volví a caer desmayada. Después de aquel desmayo desperté en la cama que mi marido y yo compartíamos desde hacía varios años, y poco a poco me fui curando hasta que un día me levanté sólo para recibir la noticia de que estaba esperando un segundo hijo. Aquella noticia, más que alegrar a mi marido lo enfureció, a mí me llenó de miedo. Mi marido, que siempre había sido una persona dulce y educada, empezó a tratarme con altanería y a poner abiertamente en duda el origen de mi embarazo, eso me hería tanto que de ahí en adelante empecé a vivir triste. Una noche en que me sentía particularmente mal no llegó a dormir y me dejó esperando toda la noche, sin responder una sola llamada. Aquello era absolutamente irregular en él, siempre franco y fiel a mí. En la mañana, cuando regresó oliendo a alcohol, se burló de la sangre que chorreaba entre mis piernas y que representó la primera amenaza de aborto. Entonces, un buen día en que yo guardaba reposo la serpiente me llamó por teléfono: mi furia era tanta que tomé la llamada y me temblaban las manos. Antes de dejarme hablar me dijo a gritos que ella no había tenido intención de herirme y que dejaría una maleta en mi dirección con dólares en efectivo suficientes para iniciar una nueva vida. La llamada de la serpiente duplicó mi rabia: aquella mañana me había drogado, me había mancillado y luego me había arrojado a la carretera. Sin embargo la propuesta de una nueva vida no me parecía nada mal. Entonces le pregunté ¿De cuánto estamos hablando?
Seguimos escribiéndonos durante unos días hasta que ella, tímidamente, me pidió que nos viéramos para desayunar. Yo accedí de inmediato y cuando la conocí me sentí en un estado de náusea, tuve que llamar al mesero porque me invadieron unas arcadas. Inmediatamente me di cuenta de que había caído en una trampa, porque su presencia me llenó de pánico y me enfermó. Ella le dijo al mesero que todo estaba bajo control y que me llevaría al médico, y con su ayuda me sacó a rastras del lugar y me subió débil y casi inconsciente a su automóvil en el cuál perdí totalmente el conocimiento.
Después de aquella cita llegué a mi casa de milagro, sólo porque al final se apiadó de mí y me lanzó con vida sobre la carretera cercana, por la cual pasaba rumbo al colegio de mi primer hijo cada mañana, de ahí me levanté con heridas profundas en todas partes y el alma corrompida. Mi marido me recibió con un rostro de terror que no olvidaré, me había estado esperando durante siglos, me dijo… ¿qué te pasó?¿dónde estuviste? Yo sólo acerté a decir: me echaron del paraíso, y volví a caer desmayada. Después de aquel desmayo desperté en la cama que mi marido y yo compartíamos desde hacía varios años, y poco a poco me fui curando hasta que un día me levanté sólo para recibir la noticia de que estaba esperando un segundo hijo. Aquella noticia, más que alegrar a mi marido lo enfureció, a mí me llenó de miedo. Mi marido, que siempre había sido una persona dulce y educada, empezó a tratarme con altanería y a poner abiertamente en duda el origen de mi embarazo, eso me hería tanto que de ahí en adelante empecé a vivir triste. Una noche en que me sentía particularmente mal no llegó a dormir y me dejó esperando toda la noche, sin responder una sola llamada. Aquello era absolutamente irregular en él, siempre franco y fiel a mí. En la mañana, cuando regresó oliendo a alcohol, se burló de la sangre que chorreaba entre mis piernas y que representó la primera amenaza de aborto. Entonces, un buen día en que yo guardaba reposo la serpiente me llamó por teléfono: mi furia era tanta que tomé la llamada y me temblaban las manos. Antes de dejarme hablar me dijo a gritos que ella no había tenido intención de herirme y que dejaría una maleta en mi dirección con dólares en efectivo suficientes para iniciar una nueva vida. La llamada de la serpiente duplicó mi rabia: aquella mañana me había drogado, me había mancillado y luego me había arrojado a la carretera. Sin embargo la propuesta de una nueva vida no me parecía nada mal. Entonces le pregunté ¿De cuánto estamos hablando?
Ella me dijo que no me
preocupara, que siempre alcanzaría, que sus arcas eran eternas, pero que había
una condición; yo debía tener y cuidar a su hijo. Cuando me dijo que ella era
la madre me quedé helada, a partir de aquel momento la serpiente
sembró en mí una semilla más de desasosiego. Además, mi marido estaba dejando
de quererme y yo no podía más con tanta tristeza. Empecé a odiar profundamente
a mi segundo hijo, al feto, esa cosa horrenda que se desenrollaba impura en mi
interior y carcomía de dolor y duda el corazón de mi esposo. En mi
desesperación tuve una idea: llamé a la serpiente y le dije que aceptaba el
trato, pero que quería un adelanto de aquella maleta de fondos eternos que me
había ofrecido a cambio de que engendrara a su demonio. Ella me respondió que
“cero problema”. Me citó en un hotel, me dijo que no me preocupara, que el
dinero estaría en la habitación 206. Acudí al lugar y encontré efectivamente
una maleta, la abrí y encontré varios fajos de billetes, sentí una náusea tan
intensa como cuando la serpiente me drogó, pero esta vez la impresión de ver
tantos dólares juntos me mantuvo alerta y no me desmayé, sólo salí corriendo
de ahí sin mirar atrás con la maleta en la mano.
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La ambición es una especie de náusea.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
La mentira en el amor de Eva
Cuando se lleva a cuestas un pecado tan grande como el mío
es difícil creer que la felicidad sea merecida. El peso omnipresente de la
serpiente se aligera cuando miro los ojos de mi hijo, hijo de ese mismo pecado,
brillantes, siempre desconfiados, bondadosos y perversos, como los de un
guerrillero, capaz de matar a quien hiere o mancilla lo que él ama. La
felicidad llega en el reconocimiento de ese amor, dos almas en este sacrificio
perpetuo e irrisorio que es estar aquí y ahora, con esta vida, sí. De repente
un día amanecimos vivos, sin saber dónde demonios estábamos antes del sueño,
esta vida es nuestra ¿quién nos la dio? Unos padres, y ¿a esos padres quién les
dio su vida?, y así, hasta una eternidad posiblemente finita donde un día, una
sola mujer, un solo hombre, no tenían la más remota idea de su origen, de su
estirpe, salvo una entidad temible, Dios, nada menos, y aun así decidieron
amarse.
Nosotros no tenemos la culpa, fuimos arrastrados por una cadena que era
más pesada que nuestro cuerpo, y hoy, como muertos perpetuos, ignorantes de nuestro
origen, vamos tras ella.
Hay algo en la historia oficial que me parece dudoso, he
platicado con serias y serios historiadoras e historiadores que me han dicho
que la historia es sólo mentira. Que
nunca pasó lo que pasó, que nunca hubo grandes próceres, que los libros
de texto gratuitos a los que la educación oficial sometió a mi inteligente
hijo, son pura basura. Eso es alentador, saber que todo es mentira en este
mundo, como dice la canción, es un verdadero alivio. Que el sufrimiento de
haber sido engañada y mancillada por la serpiente es sólo un sueño, que esta
vida desaparecerá, que esta vida misma es realmente sueño, como dice aquella obra maestra, es
una verdad que acepto sin dudar.
domingo, 2 de septiembre de 2018
Mentira II
La mentira como vaticinio
Cuando una persona miente para blofear crea un paliativo
para aliviar su deseo, pero además le otorga un poder, conforme una mentira
crece, como un chisme, las bocas van confiriéndole poderes que se multiplican
en potencias inimaginables, hasta que un día, la mentira amanece siendo una
fresca y luminosa verdad. Vaticinio cumplido.
La mentira en la fama de las redes
Hay personas que se hacen famosas: así nada más, las razones
por las cuales las personas se hacen famosas suelen ser falsas en las redes, se difunde un
chisme caliente, se convierte en mentira viral, hasta
que de pronto es totalmente cierto, y hasta el famoso en cuestión lo cree
cierto, eso se llama mitomanía colectiva.
La mentira sacra
Yo les juro que esta vez sí va a aparecer quién quiera que
sea su salvador, la paciencia es el don de los sabios, ya vendrá, tengan fe. En
tanto beban un refresquito y vayan al cine, coman palomitas, sean felices,
agárrense de las manos, vivan sus vidas, forniquen, compren cosas,
entreténganse en algo, por el amor de dios.
La mentira como un voto de amor
Yo mentí diciendo que te amaba y lo hice a propósito, porque
era mi deseo amarte, luché porque ese amor se mantuviera en mi mente. Todas las
mañana me repetía como una oración que te amaba. Hice ese voto durante un año.
Pero aún en el voto más sublime las repeticiones terminan por aburrirnos.
La mentira como juramento
Por el instante en que lo digo, esto es cierto, pero no sé
después, el mundo cambia tanto todos los días y no sé, tengan fe. sea su salvador, la paciencia es el don de los
sabios, ya vendrse difunde un chisme caliente en las redes, se convi si
esto mañana será cierto. Esto que digo, se los juro por hoy, es verdad.
La mentira en el deseo
Si hay algo de lo que sé es del deseo no cumplido, cuando un
deseo se cumple deja de serlo. Por eso prefiero mantenerme al margen de las
satisfacciones, sólo así tendré razones múltiples para seguir viviendo, en
deseo perenne de lo imposible.
domingo, 26 de agosto de 2018
Suicidio escritural
Yo soy un personaje, mi autor me llamó en esta última ocasión “escritor
de culto”, suena bien. Mis seguidores, -una élite muy reducida- son fieles
conocedores de cada uno de los detalles mórbidos de mi vida, que tiene
infinitos capítulos en los que muero, pero, como en la literatura es posible la
reencarnación –todo es posible en la literatura- vuelvo a nacer sabiendo que
soy yo mismo, por tanto puedo ser cualquiera: una mujer que por las noches llora a moco suelto una pena de amor y termina ahogándose en su propio vómito en una borrachera de buró o una viuda hambrienta que
arranca corazones de hombres infieles y se los come, hasta que encuentra a un fiel vengador que le arranca el corazón y lo entrega a las decenas de viudas afectadas, quienes lo lanzan al escusado en un ritual de lo más raro y humillante. También cambio de género.
El caso es que como
personaje que intercambia cuerpos me aburro bastante, a veces quisiera
simplemente que alguien viniera, me matara en definitiva e impidiera que este
escritorcillo de mierda siga inventando mis aventuras y me mate una y otra y
otra vez: estoy cansado de morir y aparecer en un cuerpo distinto sabiendo
siempre que vendrá otra aburridera narrativa en la que terminaré atropellado,
asesinado, desahuciado, calcinado, ancajuelado, mutilado, abandonado en un
departamento de la colonia Nápoles, donde apenas una vecina piadosa sintió mi
olor fétido y tuvo a bien llamar a las autoridades que ahora mismo me llevan a
la morgue, leen mis últimas líneas sin comprender su significado: "por piedad, ya quítenle la beca a ese psicópata", e intentan localizar en vano a mi pariente, que no dirá jamás “ese
cuerpo es mío”, en tanto a mi autor se le ocurre otra travesura para seguir martirizándome.
Este acatamiento dócil de las órdenes que recibí desde un
plano extra textual, me impide suicidarme, pero bien puedo provocar el odio de
alguien, de preferencia un hombre, no es que sea yo un personaje sexista, es
que los hombres saben matar con mayor contundencia y pericia, tienen, pues,
mayor experiencia en los menesteres del asesinato. Tiene que haber un método,
una forma, para hacer que esta alma esclavizada al fin descanse en paz. El
escritor ha hecho de mi vida una miseria y es la única persona a la
que realmente odio, el escritor debe morir.
sábado, 16 de junio de 2018
Legado fantasma
Me
dijeron muy al principio que esto iba a constituir un juego de resistencia, yo sabía a lo que iba. Al inicio de mi carrera como fantasma
profesional me dijeron que tendría que pasar por rudas pruebas. Durante mi entrenamiento
se me dotaría de una armadura de carne, me advirtieron que esa armadura dolería
y que su cuidado y mantenimiento requeriría varias horas de ejercicio intenso a
la semana. Yo hasta entonces era un fantasma un poco tímido e inexperto, sabía
que pronto me llegaría el momento pero no tenía grandes aptitudes en el arte de
manejar cuerpos. Cuando al fin me dieron uno descubrí con alegría que se
trataba de uno bastante lindo y proporcionado, y además femenino. Me
instalé ahí no sin cierto nerviosismo e incertidumbre, pero en pocos días
empecé a sentirme cómodo, me gustaban mis piernas y mis nalgas, también mis
tetas, me divertía y no terminaba de agradecer por tanta suerte. Resulta que en
ese momento la antigua dueña de mi cuerpo tenía un novio, según cuentan sus
amigos se llevaban muy bien, estuvieron juntos varios años y todo mundo pensaba
que no se separarían nunca, pero el día en que me vi en la cama con él, sin
deberla ni temerla, ocupando yo el sitio de una chica con tan mal gusto, salí de ahí
despavorida.
Inmediatamente después empecé a revisar las cuentas bancarias y documentos de la antigua inquilina de esta carne tan firme, y cuando terminé mi trabajo de investigación de veras no podía creer en tanta suerte, porque la chica era hija única de un señor rico y había heredado varios bienes, hacía apenas dos años de la muerte de mi benefactor. Al día siguiente de este hallazgo hice un tour por mis nuevas propiedades, elegí una en el campo. Yo soy un fantasma profundo y espiritual, valga la redundancia, y aunque mi aspecto sea el de una chica hot entiendo sobre filosofía y tengo un refinado y politemático gusto por las artes; un fantasma nunca se separa de su esencia, por más que tenga las nalguitas paradas. Preferí, pues, la vida contemplativa para mantener mi sensible naturaleza en mejor condición. El resto de mis propiedades las alquilé y seguía sin creer en tanta suerte.
Inmediatamente después empecé a revisar las cuentas bancarias y documentos de la antigua inquilina de esta carne tan firme, y cuando terminé mi trabajo de investigación de veras no podía creer en tanta suerte, porque la chica era hija única de un señor rico y había heredado varios bienes, hacía apenas dos años de la muerte de mi benefactor. Al día siguiente de este hallazgo hice un tour por mis nuevas propiedades, elegí una en el campo. Yo soy un fantasma profundo y espiritual, valga la redundancia, y aunque mi aspecto sea el de una chica hot entiendo sobre filosofía y tengo un refinado y politemático gusto por las artes; un fantasma nunca se separa de su esencia, por más que tenga las nalguitas paradas. Preferí, pues, la vida contemplativa para mantener mi sensible naturaleza en mejor condición. El resto de mis propiedades las alquilé y seguía sin creer en tanta suerte.
Es
muy probable que tú, como todos los vivos, no sepas nada acerca de la ley de la
vida y la muerte. Intentaré, pues, explicarte cómo le hace un fantasma para
colarse al interior de un cuerpo. ¿Has oído hablar de la expresión: “se le
subió el muerto”?, pues bien, nos le subimos a la gente, o mejor
dicho, el personal autorizado dentro de la ley de la vida y la muerte puede
subírsele a las personas, sacar de su interior a su fantasma habitante y hacer
entrar en él a un fantasma homeless con mejor reputación. Aquella chica de
nalgas tan buenas que antes vivió en mi cuerpo lo estaba destruyendo, se
dedicaba a drogarse, a holgazanear y a tirarse muchachitos, estaba dándole en la torre a algo tan precioso, con tanto
vicio y tanta desvelada. Así que la ley de la vida y la muerte expulsó a su
espíritu estúpido y autodestructivo de ahí, dándome tan bella oportunidad de
habitar toda aquella vida privilegiada. Gocé varios meses hasta que un día el fantasma de la tipa se me apareció, exigiéndome
droga. Para que me dejara un poco en paz tenía que sahumar la casa al menos una
vez al día con mariguana. Me prendía la música por las noches con canciones de
artistas de una farándula muy barata y yo me harté muy pronto de ella, nada
podía hacer, las leyes del limen entre la vida y la muerte dejan de proteger a
los fantasmas cuando firmamos conformidad por cualquiera de los dos estadíos, y
yo estaba más que conforme con mi nueva condición, así que traté de ignorar a esa pobre alma dolorida y me dediqué a disfrutar de su lindo trasero. Me
dejé llevar por impulsos juveniles durante varios meses, sin emborracharme
demasiado ni despilfarrar el dinero de mi noble benefactor para que no me
fueran a quitar mi cuerpo como le ocurrió a la pobre alma desdichada, que me
acechaba todos los días, susurrándome cosas raras al oído cuando yo estaba en
plena conquista de algún chico, o cuando quería concentrarme en mis lecturas o
en mi música, fuera del barullo de la vida nocturna a la que un inexplicable
impulso adolescente me lanzaba desde que era un fantasma deseado en el cuerpo
de una colegiala, huérfana reciente y descocada. Hoy sé que era su energía maligna la que me arrastraba hipnotizada hasta los clubes nocturnos, en aquel entonces me
dejaba llevar hasta que una noche te encontré.
Fue
como si una flecha iluminada atravesara mi armadura para desnudar de un solo
tiro al fantasma melancólico y nerd que era yo en este fondo insondable
de mis pechos rendonditos; más real que la fútil vida de los vivos, que nada entienden del
amor, el que se reconoce en un instante y deja una herida que no
cicatriza ni llegado el fin del final de los tiempos… ¿qué saben ustedes, vivitos, del amor? Yo, que estudio una maestría en la vida, y ya soy un fantasma
pro, les digo que le echen ganas, porque allá arriba está más difícil de lo que les pintaron en las Santas Escrituras, hay tantos fantasmas buenos y
mojigatos, hartos del toma y daca de los cuerpos, fantasmas retirados, que ya
sobrepoblaron hasta el Jardín del Edén, y, entre otras muchas cosas, ya cagaron y contaminaron
sus cristalinas aguas y sus numerosas fuentes rococó.
Entonces,
obedeciendo al impulso de mi corazón prestado por la chica de la lindas tetas
me entregué a ti durante meses hasta que un día empecé a sentir un
desagradable malestar. Perdí peso
aceleradamente y cuando el médico me dio los análisis sin que me dijera
nada supe lo peor. Tantas barbaridades había introducido esa niña en su
cuerpo que lo dejó inservible, y aunque se veía bastante bien por fuera, por
dentro estaba tan podrido como el fantasma degenerado que lo habitó. El golpe fue tan duro porque acababa de
enamorarme, tenía mi corazón al rojo vivo cuando supe que en unos meses dejaría de funcionar, así que traté de exprimir al máximo lo poco
que me quedaba y me aferré a ti, a la idea de hacerte feliz, de hacerme feliz, quiero
decirte que te heredaré todos mis bienes,
porque no tengo a nadie más, y sólo te quise a ti en esta breve temporada que
los guardianes de la ley de la vida y la muerte me dieron la oportunidad de
vivir, para así concluir mi último posgrado.
Eres muy afortunado, porque cuando habites alguna de nuestras casas yo estaré ahí,
observándote, siguiéndote con murmullos y pisadas, diciéndote cosillas al oído mientras intentas concentrarte. Te advierto una sola cosa: ay de ti si te metes con el fantasma de la chica de las tetas bonitas, quien por cierto, se mudará con nosotros.
domingo, 27 de mayo de 2018
Autista optimista
El único yo que se gusta es el que está solo. Y es que puedo ser muchos.
La persona que soy cuando estoy con otros no me gusta. No quiero estar solo:
quiero estar con quien yo
pueda ser el mismo que soy cuando estoy solo; que mi soliloquio, este que ahora sostengo con ustedes, llegue a ese quien y se convierta en una plática, en un juego de tenis, de ping-pong, en un juego de reciprocidad que entretenga a mi espíritu, que hoy se está chupando mi sangre, la tiene en su buró, se embriaga en solitario con ella y se aburre.
Y ahí están ustedes, los otros, inevitables, -a quienes trato de no recordar durante las horas que paso frente a la televisión donde veo documentales de animales salvajes que no se extinguen gracias al patrocinio- inventándome una cruda desgracia, hablando mal de mí, haciéndome desagradable para mí mismo, como si algo supieran de mi felicidad.
Y ahí están ustedes, los otros, inevitables, -a quienes trato de no recordar durante las horas que paso frente a la televisión donde veo documentales de animales salvajes que no se extinguen gracias al patrocinio- inventándome una cruda desgracia, hablando mal de mí, haciéndome desagradable para mí mismo, como si algo supieran de mi felicidad.
martes, 8 de mayo de 2018
Amor y morfina
Hace algunos años, cuando era muy joven e incursionaba
en el mundillo de las drogas, me puse a dibujar en estado de trance y me
saliste tú. Cuando te dibujé ni sabía quien eras ni te conocía. Era un
perfil y la primera vez que te vi, te vi de frente. Un día tu perfil me sorprendió.
Se atravesó en mi camino como un vaticinio cumplido que nunca se cumplió, pero
antes de que me sorprendiera el perfil, me sorprendió el sueño, la repetición y
otras muchas cosas cuya narración me sería eterna, hoy no me queda mucho tiempo.
Me siento como un muchacho que se amarra a
sus recuerdos de juventud, pero no olvido este presente, estas sábanas, esta
felicidad que viene a través del cuerpo blando y la voz pausada de la enfermera.
Ella no permite que llegue nuevamente la vejez.
El amor que siento por ti es la última vida
que me queda, por eso se me van las horas en recordar tu dedo señalándome a
lo lejos, los cientos de explicaciones nunca necesarias, la jauría tratando de
marcar su territorio ante la mejor hembra de la manada, yo riéndome a
carcajadas porque soy el macho alfa, la carne asada, el parque, los perros, los caminos pedregosos, tus caderas marchando cuesta arriba, un gato te lame la boca, eres tan bella... Los juegos en solitario, las cartas
extendidas frente a mí me gritaron que tú también me querías, los últimos
meses, las últimas semanas, las últimas horas… Se me olvidaron los miles de libros
que leí, la conciencia me abandonó, todo recuerdo palidece ante la imagen de tu
presencia. La poca vida que me queda la viviré contigo, Morfina, sintiéndome
eternamente un muchacho.
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