¿Por qué te quedas en la orilla mirando cómo abreva esta
vaca?¿por qué, desde que me detuve con mis grandes ojos a mirarte, y con mi
larga lengua a lamerte, piedra dulce, piedra de río, no has cambiado tu forma
en lo más mínimo?¿por qué no cobras vida verdadera?¿por qué te quedas ahí inamovible
y triste como la historia de siempre?¿por qué no trasciendes como carne, -como
un bistec, si tú quieres- y dejas de derramar lágrimas bajo la corriente?
No tengo otro
lugar a donde ir, esta orilla me sostiene. Tú eres lo único que encontré en
este camino, estoy condenada a ti, a ti vendré a morir y serás mi tumba y aquí
estaré, piedra, después de la sequía, después de que este río se vuelva un
basurero, después de que no quede de mí ni el desdén de los buitres, ni el olvido
de los gusanos.
2 comentarios:
Tengo vida verdadera, aunque no la puedas ver.
Soy piedra, esa fue mi condena.
Para ti ya estoy muerta aquí, aunque vivo de tus lamidas.
Anónimo.
Piedra: ¡qué maravilla! ¡escribes! ¿Pero cómo es que ya estás muerta aquí si vives de las lamidas de mi vaca?
Ya que mueres, vives y escribes, dime tu nombre. Un beso.
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