Y así comienza un verso apátrido, átono,
apático… Un verso en prosa, que no tiene una intención honrosa, ni voluntad, ni
valentía, ni intensidad, ni espera de la letra cosa alguna. Un verso que más
que verso es laguna turbia de la inspiración, agua estancada. Un verso que no
tiene musa enarbolada, ni himno, ni canción, que no quiere, ni quería, ni está
enamorado, ni turbado siquiera. Un verso que no es amo ni fámulo, ni rey ni
vasallo. Un verso callado, que no rehusa, ni acusa, ni de algún lado se pone,
ni a alguna causa se opone. Un verso indolente, que no despierta el interés de
la gente, que no se precia de ser decente, ni grosero, ni imprudente, ni
oprobioso. Un verso abúlico, flemático y calmoso, que no clama, que no ama.
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