martes, 16 de septiembre de 2008

Dactilar

Sin temor a equivocarme les digo que es Michoacán el estado más hermoso del país. Se ha desplegado en él como en ninguna otra zona, un gran abanico de extrañas bellezas. Sus litorales son los más bellos y desconocidos, también son de los menos explotados, puesto que hasta hace algunos años, sus sabiamente incivilizados habitantes supieron defenderlos de los embates de la industria turística. Sus bosques poblados de géiseres no tienen igual, aunque la mayoría están gravemente devastados por la CFE (que cree que con la luz y fuerza del señor puede seguir mandando campesinos al cielo) con sus ya internacionalmente aplaudidos estropicios. Sus lagunas, sus pueblos imposibles, sus ciudades... No es cosa de extrañarse que el mismísimo paraíso esté desde hace tanto tiempo sitiado por los vivales. Con las noticias de hoy me acordé de mis recorridos desde El Infiernillo hasta Maruata -hace ya de veras antiguos sexenios- en los que la opresión de la violencia y la corrupción se dejaba olisquear de tramo en tramo.
Me acordé también de los oyameles, de los abetos, de los ocotes, de los encinos, de las inmensas columnas de vapor blanquísimo que de pronto sorprenden a la vista en medio de interminables verticalidades y verdores, de aquellos extraños cenotes venenosos de un rojo cobrizo, de un azul metálico o un verde esmeralda, siempre hirvientes o heladísimos... me acordé de aquellas joyas del paisaje mexicano, irrepetiblemente desaparecidas por la ignorancia, la codicia y la gandallez, y me acordé de aquellas otras joyas, a dios gracias custodiadas por buenos y furiosos machetes nativos.

2 comentarios:

Gio Yakún dijo...

Nunca he estado allá. Quizá de paso, muy rápido, entre sus carreteras, con destino a algún otro lugar...

Pero eso no es raro, que de mi propio pais conozco tan poco...

Te agradezco sembrarme la inquietud por conocer lo que pueda llegar a conocer.

Gio.

Moon Rider dijo...

Michoacán... De acuerdo contigo. Esa llovizna entre olores a café y casas viejas. La cerveza y los charales frente a la laguna. Es fácil enamorarse allá.

Me voy a comprar allá un machete y quizá robe a mano armada dos o tres besos.