Soy una mezcla irreconocible, pastosa, en algunas partes áspera, como carne en pergamino. Estoy envuelta en una tela color amarillo que parece vieja, de una vejez sumeria. Veo a mi madre envejecida junto a mi. Yo estoy perfectamente presente, con estas piernas y estos brazos que se han, a su vez, convertido en pergaminos, aun latiendo de vida, intentando meter debajo de la tierra mi cuerpo.
Entre
mi madre envejecida y yo hay un entendimiento que nos dice que debemos cavar
juntas. Le digo “menos mal que ahora estoy aquí para ayudarte”, mi madre se
empecina en abrir el agujero con una pala y yo la secundo, entre las dos
abrimos un hoyo lo suficientemente grande como para hacer entrar mi cuerpo de
pergamino. Lo metemos, lo cubrimos de tierra. Nos alejamos a paso lento,
profundamente entristecidas por mi muerte. Cuando pasamos al jardín posterior
de la casa, donde fui enterrada, lo veo florecer súbitamente, hileras de
canteros crecen ante mis ojos y yo le grito a mi madre, eufórica, que mire
aquella maravilla, aquel jardín convirtiéndose en un paraíso terrenal. “Mira,
mamá, ¡las flores!,” de pronto el jardín es perfecto. Su única imperfección es
un pequeño y viejo auto color terracota que espera estacionado afuera de la
casa, mi padre al volante. Mi madre simplemente no puede percatarse de la
presencia del paraíso y yo, cada vez más eufórica, empiezo a elevarme por los cielos como solía
hacer en mis sueños de viva y grito: “Madre, mira como vuelo igual que cuando
estaba viva”, “¿te acuerdas de que cuando estaba viva también volaba?”, pero mi
madre sólo se dirige tristemente hacia el viejo auto donde mi padre, visiblemente
compungido, la espera. Yo desciendo de los cielos y me acerco a ella, está ya a
punto de arrancar el motor que nos alejará para siempre. Yo, triste pero ecuánime, le toco fuertemente la ventanilla, ella al fin voltea como percatándose, serena y atenta a mi presencia: “Madre, si piensas que te
voy a molestar, no te preocupes, eso nunca va a pasar”. A lo que mi madre
responde con una mirada haíta, más urgida por partir junto a mi
padre que de escuchar mis muertas preocupaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario