domingo, 25 de enero de 2009

Balita

La perorata continúa muchas sesiones más, hasta que se determina la fecha y la hora en que la editora acudirá al domicilio de Morten y le disparará.
Cuando este momento llega está convertida en una mujer muy distinta a la que conocimos, tiene los pómulos totalmente enrojecidos y una expresión de amargura que desgarra mi alma; ha subido muchos kilos y ya se le empiezan a hinchar las pantorrillas, ha dejado el bonito outfit que ostentaba en los primeros capítulos, aparenta más de sus 43 años. No queda esperanza de que se vea como una ridícula teen nunca más; aquellas noches de rave le parecen imposibles. La figura de Jeff bailando frenéticamente es una fijación que le queda, gracias a la cual aun no ha perdido totalmente la noción del amor y el placer.
La Mesa de Te de las Siete Parientas de la Editora succiona e inyecta a la vez; absorbe de su mente toda figura masculina ajena a Morten, transforma a Jeff en un poeta desaparecido; organiza breves homenajes al dudoso y sabio marido; bello, rico, poético, angelical, que reina junto a una chica de su tipo en una Arcadia imposible. Durante estos homenajes la editora siente un dolor muy profundo.
Todas sueñan, a veces se quedan en silencio, otras se duermen antes de que termine la tertulia, en estos momentos la pobre editora tiene un descanso y también sueña que imprime una bala en el pecho de Morten; que regresa a la Arcadia y se baña desnuda en la poza, junto a su príncipe, quien a estas alturas es sólo un nombre sin cara, matizado por los últimos recuerdos del placer y de la juventud que está evidentemente lejos.
Morten es el objetivo, la pistola rosa el arma, la editora la asesina que no sabe ya nada; sólo le queda el impulso de la Arcadia.
Cuando se baja del auto se encuentra con una construcción definitivamente más bonita que su departamento en la ciudad; hay una ventana que corre de pared a pared, tras la cual logra ver al inocente sentado y meditando.
Baja del auto, pulsa el timbre. Por primera vez en muchos meses vuelve a pensar en su outfit, que ahora es una calamidad inenarrable. Se siente morbosamente satisfecha de su fealdad. Lleva la pistola de encajes y moño rojo metida en la bolsa.
Su cuerpo, su auto, su ropa; todo exhala un intenso olor a té de azahar y galletas de canela.
Su boca también exhala ese aroma, hace mucho tiempo que no come otra cosa, se ve mal. Morten abre la puerta y se encuentra con el rostro al que con toda inocencia amó hace algunos meses.
La pistola ve entonces el punto exacto donde ha de imprimir la bala mágica que matará a Morten, le cortará los pectorales, y lo convertirá en polvo y ceniza. Cuando repara en este punto algo la detiene, es de una hermosura insospechada, hay un vello rubio y fino que crece ahí; gracias a la vista de ese vello, Morten recupera la vida y la editora también.
La mirada perdida de la editora también apunta al pecho; que ha quedado desnudo por descuido, como siempre.
En la cabeza de Morten se desata una tormenta y no habrá meditación profunda que pueda apaciguarla, siente compasión por esa pobre mujer; no comprende qué estigma pudo arrastrarla a tan deplorable condición; esa compasión despierta una ansiedad, un reconocimiento, hay ira y desamor en la mirada desorbitada. Él puede entender estas pasiones mucho mejor que yo. Entonces una barrera se derrumba en su interior, una muralla apenas construida para protegerlo del sufrimiento y la frustración que de pronto vuelven a atacarlo; una ráfaga de azahar y canela atrapa su alma, una bala mágica atraviesa su pecho y alcanza su tierno corazón; piensa que el dolor existe, que proviene del deseo y que el deseo no podrá cesar jamás. Entonces la invita a pasar. La editora despierta de su estupor y avanza en silencio hacia el interior de la casa. Tras ella, todas las miembros de La Mesa de Té de las Siete Parientas de la Editora cantan su victoria; podrán irse a dormir: su niña ha encontrado al fin un buen muchacho, que sabrá quererla y cuidarla, quitarle la histeria y hasta esos terribles granos.

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