jueves, 29 de enero de 2009
miércoles, 28 de enero de 2009
martes, 27 de enero de 2009
Avecita de mal agüero
Mejor vete acostumbrando
a la negrura:
Tu vida,
de allá pal real,
la pasarás vestida de
ripios y en el jacal…
Convierte
tus palabras
en cuchillos de palo,
diviértete haciéndome llorar
como una nena,
presúmete muy buena,
sigue revoloteando
entre tintas doradas,
que tarde o temprano,
se te caerá el miss Clairol.
Tarde
o temprano serás
acusada de farsante,
y el que ha sido tachado
de malvado,
de loco,
de impotente,
será el bueno,
el valiente.
a la negrura:
Tu vida,
de allá pal real,
la pasarás vestida de
ripios y en el jacal…
Convierte
tus palabras
en cuchillos de palo,
diviértete haciéndome llorar
como una nena,
presúmete muy buena,
sigue revoloteando
entre tintas doradas,
que tarde o temprano,
se te caerá el miss Clairol.
Tarde
o temprano serás
acusada de farsante,
y el que ha sido tachado
de malvado,
de loco,
de impotente,
será el bueno,
el valiente.
domingo, 25 de enero de 2009
Balita
La perorata continúa muchas sesiones más, hasta que se determina la fecha y la hora en que la editora acudirá al domicilio de Morten y le disparará.
Cuando este momento llega está convertida en una mujer muy distinta a la que conocimos, tiene los pómulos totalmente enrojecidos y una expresión de amargura que desgarra mi alma; ha subido muchos kilos y ya se le empiezan a hinchar las pantorrillas, ha dejado el bonito outfit que ostentaba en los primeros capítulos, aparenta más de sus 43 años. No queda esperanza de que se vea como una ridícula teen nunca más; aquellas noches de rave le parecen imposibles. La figura de Jeff bailando frenéticamente es una fijación que le queda, gracias a la cual aun no ha perdido totalmente la noción del amor y el placer.
La Mesa de Te de las Siete Parientas de la Editora succiona e inyecta a la vez; absorbe de su mente toda figura masculina ajena a Morten, transforma a Jeff en un poeta desaparecido; organiza breves homenajes al dudoso y sabio marido; bello, rico, poético, angelical, que reina junto a una chica de su tipo en una Arcadia imposible. Durante estos homenajes la editora siente un dolor muy profundo.
Todas sueñan, a veces se quedan en silencio, otras se duermen antes de que termine la tertulia, en estos momentos la pobre editora tiene un descanso y también sueña que imprime una bala en el pecho de Morten; que regresa a la Arcadia y se baña desnuda en la poza, junto a su príncipe, quien a estas alturas es sólo un nombre sin cara, matizado por los últimos recuerdos del placer y de la juventud que está evidentemente lejos.
Morten es el objetivo, la pistola rosa el arma, la editora la asesina que no sabe ya nada; sólo le queda el impulso de la Arcadia.
Cuando se baja del auto se encuentra con una construcción definitivamente más bonita que su departamento en la ciudad; hay una ventana que corre de pared a pared, tras la cual logra ver al inocente sentado y meditando.
Baja del auto, pulsa el timbre. Por primera vez en muchos meses vuelve a pensar en su outfit, que ahora es una calamidad inenarrable. Se siente morbosamente satisfecha de su fealdad. Lleva la pistola de encajes y moño rojo metida en la bolsa.
Su cuerpo, su auto, su ropa; todo exhala un intenso olor a té de azahar y galletas de canela.
Su boca también exhala ese aroma, hace mucho tiempo que no come otra cosa, se ve mal. Morten abre la puerta y se encuentra con el rostro al que con toda inocencia amó hace algunos meses.
La pistola ve entonces el punto exacto donde ha de imprimir la bala mágica que matará a Morten, le cortará los pectorales, y lo convertirá en polvo y ceniza. Cuando repara en este punto algo la detiene, es de una hermosura insospechada, hay un vello rubio y fino que crece ahí; gracias a la vista de ese vello, Morten recupera la vida y la editora también.
La mirada perdida de la editora también apunta al pecho; que ha quedado desnudo por descuido, como siempre.
En la cabeza de Morten se desata una tormenta y no habrá meditación profunda que pueda apaciguarla, siente compasión por esa pobre mujer; no comprende qué estigma pudo arrastrarla a tan deplorable condición; esa compasión despierta una ansiedad, un reconocimiento, hay ira y desamor en la mirada desorbitada. Él puede entender estas pasiones mucho mejor que yo. Entonces una barrera se derrumba en su interior, una muralla apenas construida para protegerlo del sufrimiento y la frustración que de pronto vuelven a atacarlo; una ráfaga de azahar y canela atrapa su alma, una bala mágica atraviesa su pecho y alcanza su tierno corazón; piensa que el dolor existe, que proviene del deseo y que el deseo no podrá cesar jamás. Entonces la invita a pasar. La editora despierta de su estupor y avanza en silencio hacia el interior de la casa. Tras ella, todas las miembros de La Mesa de Té de las Siete Parientas de la Editora cantan su victoria; podrán irse a dormir: su niña ha encontrado al fin un buen muchacho, que sabrá quererla y cuidarla, quitarle la histeria y hasta esos terribles granos.
Cuando este momento llega está convertida en una mujer muy distinta a la que conocimos, tiene los pómulos totalmente enrojecidos y una expresión de amargura que desgarra mi alma; ha subido muchos kilos y ya se le empiezan a hinchar las pantorrillas, ha dejado el bonito outfit que ostentaba en los primeros capítulos, aparenta más de sus 43 años. No queda esperanza de que se vea como una ridícula teen nunca más; aquellas noches de rave le parecen imposibles. La figura de Jeff bailando frenéticamente es una fijación que le queda, gracias a la cual aun no ha perdido totalmente la noción del amor y el placer.
La Mesa de Te de las Siete Parientas de la Editora succiona e inyecta a la vez; absorbe de su mente toda figura masculina ajena a Morten, transforma a Jeff en un poeta desaparecido; organiza breves homenajes al dudoso y sabio marido; bello, rico, poético, angelical, que reina junto a una chica de su tipo en una Arcadia imposible. Durante estos homenajes la editora siente un dolor muy profundo.
Todas sueñan, a veces se quedan en silencio, otras se duermen antes de que termine la tertulia, en estos momentos la pobre editora tiene un descanso y también sueña que imprime una bala en el pecho de Morten; que regresa a la Arcadia y se baña desnuda en la poza, junto a su príncipe, quien a estas alturas es sólo un nombre sin cara, matizado por los últimos recuerdos del placer y de la juventud que está evidentemente lejos.
Morten es el objetivo, la pistola rosa el arma, la editora la asesina que no sabe ya nada; sólo le queda el impulso de la Arcadia.
Cuando se baja del auto se encuentra con una construcción definitivamente más bonita que su departamento en la ciudad; hay una ventana que corre de pared a pared, tras la cual logra ver al inocente sentado y meditando.
Baja del auto, pulsa el timbre. Por primera vez en muchos meses vuelve a pensar en su outfit, que ahora es una calamidad inenarrable. Se siente morbosamente satisfecha de su fealdad. Lleva la pistola de encajes y moño rojo metida en la bolsa.
Su cuerpo, su auto, su ropa; todo exhala un intenso olor a té de azahar y galletas de canela.
Su boca también exhala ese aroma, hace mucho tiempo que no come otra cosa, se ve mal. Morten abre la puerta y se encuentra con el rostro al que con toda inocencia amó hace algunos meses.
La pistola ve entonces el punto exacto donde ha de imprimir la bala mágica que matará a Morten, le cortará los pectorales, y lo convertirá en polvo y ceniza. Cuando repara en este punto algo la detiene, es de una hermosura insospechada, hay un vello rubio y fino que crece ahí; gracias a la vista de ese vello, Morten recupera la vida y la editora también.
La mirada perdida de la editora también apunta al pecho; que ha quedado desnudo por descuido, como siempre.
En la cabeza de Morten se desata una tormenta y no habrá meditación profunda que pueda apaciguarla, siente compasión por esa pobre mujer; no comprende qué estigma pudo arrastrarla a tan deplorable condición; esa compasión despierta una ansiedad, un reconocimiento, hay ira y desamor en la mirada desorbitada. Él puede entender estas pasiones mucho mejor que yo. Entonces una barrera se derrumba en su interior, una muralla apenas construida para protegerlo del sufrimiento y la frustración que de pronto vuelven a atacarlo; una ráfaga de azahar y canela atrapa su alma, una bala mágica atraviesa su pecho y alcanza su tierno corazón; piensa que el dolor existe, que proviene del deseo y que el deseo no podrá cesar jamás. Entonces la invita a pasar. La editora despierta de su estupor y avanza en silencio hacia el interior de la casa. Tras ella, todas las miembros de La Mesa de Té de las Siete Parientas de la Editora cantan su victoria; podrán irse a dormir: su niña ha encontrado al fin un buen muchacho, que sabrá quererla y cuidarla, quitarle la histeria y hasta esos terribles granos.
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Fragmento de "La bala enamorada" (2005)
sábado, 24 de enero de 2009
jueves, 22 de enero de 2009
Otro asunto íntimo
Mi cabeza, que por su exceso de desmemoria tuvo que recurrir a la literatura, terminó convirtiéndome en una especie de fanática involuntaria de mis propias historias. Me las iba contando sin que pudiera detenerla. Para que todo eso no se me olvidara, tuve que escribir.
No fue por gusto propio, reitero, y de hecho, hago cada día lo posible para hallar una ocupación que me aleje de una vez por todas de este oficio vampírico y lleno de sinsentido. Desde hace tiempo vengo descubriendo que no hay punto qué abordar, que no hay coma que extraer del lápiz, que no hay acento que merezca escribirse … El dedo apenas tiene la mínima parte de lo que la mente –ya no sé si es mía o de quién- cuenta.
A veces me detengo mejor a pensar en cosas frusles y absueltas de la escritura. Trato de distraerme con cierta farándula, con ciertos rostros, pero me engaño: amenazada siempre por mis propias balas, no puedo salir de la trinchera que recorro una y otra vez.
Pienso en lo bien que me caería una noche de farra, luego la escribo.
Narciso de baja ralea
Mi amado es como yo,
una rata triste y
mezquina que
husmea por pasillos
que la mala suerte
le pone enfrente.
Es despreciable
cuando me desprecio.
Mi amado vive
a mi intemperie,
igual que yo.
una rata triste y
mezquina que
husmea por pasillos
que la mala suerte
le pone enfrente.
Es despreciable
cuando me desprecio.
Mi amado vive
a mi intemperie,
igual que yo.
lunes, 19 de enero de 2009
domingo, 18 de enero de 2009
Mohino Celestino (2001)
Para mi amigo Andrés Cano
Anda mohino
como un Celestino
enamorado,
como un fauno
en la hacienda,
como un cortesano
en la trastienda,
y a sus caprichos
no hay amor
que trascienda,
ni dicho
que él entienda,
ni suerte
que le pase apercibida,
ni fruto prohibido
que su pasión encienda,
pues ha decidido
en vida amortajarse.
Anda mohino
como un Celestino
enamorado,
como un fauno
en la hacienda,
como un cortesano
en la trastienda,
y a sus caprichos
no hay amor
que trascienda,
ni dicho
que él entienda,
ni suerte
que le pase apercibida,
ni fruto prohibido
que su pasión encienda,
pues ha decidido
en vida amortajarse.
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Y es que con Calixto se ha obsesionado.
miércoles, 14 de enero de 2009
Balita
Clíper
Hermosa:
recorte bien
el borde de este clíper.
Sé que aun no sabe hacerlo,
pero yo le enseñaré...
¡Ni una micra afuera!
¡Yo la corregiré!
Ji, ji, je, je.
¿Le enseñaron
a distinguir
entre papel y tijera,
allá,
je, je, ja, ja,
en esa aldea
donde usted vivía?
Chiquilla,
¿sabe usted
lo que significa
la palabra orilla?
Hermosa:
recorte bien
el borde de este clíper.
Sé que aun no sabe hacerlo,
pero yo le enseñaré...
¡Ni una micra afuera!
¡Yo la corregiré!
Ji, ji, je, je.
¿Le enseñaron
a distinguir
entre papel y tijera,
allá,
je, je, ja, ja,
en esa aldea
donde usted vivía?
Chiquilla,
¿sabe usted
lo que significa
la palabra orilla?
jueves, 8 de enero de 2009
Balita
La pantalla blanca de la computadora seguía expulsando manchas negras de las cuales yo era esclava.
Un buen día tuve fuerzas para levantar el culo hasta el secreter donde guardo mi preciada pistola y sin dudarlo fui y le pegué un tiro a mi computadora, la asesiné con toda mi obra acumulada por años y años y luego fui detrás del hijo de la reina, dispuesta a asesinarlo también. Muy trapaceramente, el infeliz, viendo mi cañón apuntándole directamente a los ojos, buscó rápidamente en su stock de imágenes televisivas el rostro amadísimo del Rubio Pequeño, sonriente en la pantalla. Cobardemente lo mantuvo en sus ojos hasta que creyó que yo iba a guardar el arma, le pregunté dónde podía encontrarlo: me devolvió la imagen de una conocida televisora. Cuando tuve en la mira el par de ojillos tintados de amarillo y naranja, disparé.
Cuando vi el cadáver frente a mi caí en la cuenta de que hacía muchos años no intercambiaba una palabra con nadie, puesto que desde su llegada él se encargaba incluso de lavar el coche, de pedir el súper, de tirar la basura, de todo.
Me pregunté si aquella conducta compulsivamente servicial no sería una orden perpetua de la voz mandante, que vive en todo pequeño, y que quizá él, por ser el hijo de una reina pequeña, haya heredado.
Por cierto, el matar al artefacto aquel me causó cierto remordimiento, no sé si su buena madre me lo reprochará aún.
¿Qué iba a hacer ahora?
Un buen día tuve fuerzas para levantar el culo hasta el secreter donde guardo mi preciada pistola y sin dudarlo fui y le pegué un tiro a mi computadora, la asesiné con toda mi obra acumulada por años y años y luego fui detrás del hijo de la reina, dispuesta a asesinarlo también. Muy trapaceramente, el infeliz, viendo mi cañón apuntándole directamente a los ojos, buscó rápidamente en su stock de imágenes televisivas el rostro amadísimo del Rubio Pequeño, sonriente en la pantalla. Cobardemente lo mantuvo en sus ojos hasta que creyó que yo iba a guardar el arma, le pregunté dónde podía encontrarlo: me devolvió la imagen de una conocida televisora. Cuando tuve en la mira el par de ojillos tintados de amarillo y naranja, disparé.
Cuando vi el cadáver frente a mi caí en la cuenta de que hacía muchos años no intercambiaba una palabra con nadie, puesto que desde su llegada él se encargaba incluso de lavar el coche, de pedir el súper, de tirar la basura, de todo.
Me pregunté si aquella conducta compulsivamente servicial no sería una orden perpetua de la voz mandante, que vive en todo pequeño, y que quizá él, por ser el hijo de una reina pequeña, haya heredado.
Por cierto, el matar al artefacto aquel me causó cierto remordimiento, no sé si su buena madre me lo reprochará aún.
¿Qué iba a hacer ahora?
lunes, 5 de enero de 2009
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