martes, 27 de julio de 2010

Carta de amor

Adorado:
Busco desde hace tiempo una pareja literaria definitiva, cada vez termino por encontrar una pareja que no me satisface. En ti, cariño, veo a la buena: esa que está en la mente, en el alma y en la letra. La primera vez que encontré una pareja epistolar fue precisamente contigo, pero tú, que no querías escribir sino hacer el amor, echaste mi primer intento a perder. Me frustraste, me convertiste en una persona infeliz: me hiciste el agujero más grande de mi vida, que por cierto es vacía porque ya nunca escribes conmigo. Desde entonces no tengo vida amorosa y tengo escasísimos contactos con el mundo exterior o con otras personas. Llevo un eco infernal con la música de la Arcadia, cantando a una distancia imposible y cercana a mi ventana. En esa Arcadia vives tú y una pobre diabla es tu vecina. Soy tu espía inútil del jardín contiguo. Como para suplirte neciamente le escribo a un joven de barba partida y amplia sonrisa, un efebo al que le ha dado por considerarme su buena amiga. Cuando le escribo siempre hay algo que le habla de ti, es mi confidente. Se exhibe en fotografías como un hombre que una mujer común puede desear. Tiene la gracia de un fauno, baila, sonríe, bebe —según cuenta— grandes cantidades de cerveza y se va a la cama con pelos rubios que lo acosan descabelladamente. Su belleza no tiene para mí nada apasionante: todo su desnudo y fiel corazón le pertenece a un hombre. Mi corazón, infinitamente menos sabio y hermoso que el tuyo, te pertenece a ti, a quien invoco repetitivamente con mi palabra. Tú eres mi misterio, la tina tibia que me baña después de mi muerte: Tú. Te hablaré de mi estado actual. Me dedico a dormir una buena parte del día. Los momentos en que estoy despierta imagino en la decoración de las ventanas y en el techo de mi recámara una carta tuya, o una gorda colección de cartas tuyas. Nunca he sentido placer más profundo que el de leer tus cartas por las mañanas y conocer la hora nocturna en que las escribías... ¿Por qué ya no me escribes cartas sólo para decirme que soy perfecta? ¿Cuándo dejé de ser la perfección? También envío mails y me divierto, me río, me amargo. Cuando me pongo pesimista pienso que desaparecerá de una vez por todas toda la belleza y que el caos llevará a los jóvenes a entrar en nuestras casas y a asesinarnos... también me puedo poner optimista y pensar que algún día un joven amante llegará a la puerta de mi casa y no a mi bandeja. Y estoy siempre como esperándolo, como esperándote. Me miro al espejo con una frecuencia exasperante: me retoco el maquillaje, doy vueltas, subo y bajo escaleras. De pronto salgo al jardín, camino tongoneándome en un espacio de apenas trescientos metros cuadrados. Soy una loca en constante coquetería solitaria. Me gustaría que me contaras qué ha pasado contigo, cómo sigues... ¿piensas en mí? Te amo definitivamente; aunque tenga un número infinito y en ascenso de amantes epistolares. Me he propuesto decírtelo de la manera más contundente: al fin escribo la novela rosa que siempre quise escribir y es para ti. Para despedirme te juro que esas noches que te tuve conmigo han sido inolvidables: tu espada acercándose y alejándose en una serie de impecables estocadas, hiriendo el papel, extirpando blancuras. Tus dedos husmeando las teclas con un nerviosismo de locos no se han despegado un instante de mí. Eres el amante más hermoso, el más amargo, esto último porque hace tanto que no escribes conmigo. Por favor te pido que consideres volver.

Rowena Bali

P.D. Te lo juro otra vez, te lo escribo, te lo firmo, de veras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ESPEJISMO BEDUINO.
Navegando sobre la oscuridad del desierto de la soledad, encontré un campamento estilo Beduino.
Los de la tribu que habitaban en este campamento eran insólitos, me acerqué a ellos y distinguí algunos rostros, Neftalí Reyes, Rosario Castellanos, Jorge Luis Borges .Cada uno de ellos podía acercarse al fuego tomarlo en sus manos y trabajarlo, el rostro perturbado de dolor no coincidía con el arte y la magia del efecto que engendraban con las llamas al plasmar una luz blanca, tan fuerte, que atezaba el fio abrigo la noche. La luz me cegó, sólo escuché una voz, clara, preguntando ¿Quién eres? No di respuesta alguna, yo hice sólo una pregunta a esa voz ¿De qué tribu eres?
Aquí, Yo soy de la tribu de los que se mueren cuando aman.
Sojo.
(Inspirado en: Poesía y arte de los árabes en Sicilia y España de Adolf Friedrich Von Schack)