domingo, 25 de julio de 2010

Otro asunto íntimo

Conforme más años pasan sin que yo abandone mi oficio de escritora más me sorprende el carácter premonitorio de la literatura. Hace tiempo leía sin gran convicción sobre el tema. Sólo si leía a Borges encontraba trazos poéticos que contundentemente anunciaban esa posibilidad.
Hoy que reviso por enésima vez mi Bala Enamorada, descubro que cada uno de sus pasajes, tal y como en la propia novela revelé al principio –en un rapto creativo aun ignorante de aquella naturaleza de vaticinio-, es una predicción. Ahora entiendo que aquel editor a quien se la llevé a leer hace varios años, debió entrar en un estado de paranoia muy similar al que experimentaba La Editora, quien era la personaje principal de La Bala. Hace algún tiempo reconocí al mismísimo alter ego del Morten que protagoniza la historia, un rubio nacido en la Ciudad de México y no en Nojuega. El flamante Morten me pareció la encarnación de un tercermundismo tan defeño como caucásico, igual que un nativo nojueguense.
He llegado a herir a varios que –sin conocer la fecha exacta en la que he escrito- se creen aludidos por las ficciones que imprimo con la mayor constancia y disciplina que puedo, sin saber que tarde o temprano se convertirán en realidad. Es mucho más simple el asunto de lo que muchos lectores y lectoras suponen. Soy una persona llena de pulsiones adivinatorias, juego al tarot y a las runas desde hace muchísimos años y reconozco los grandes riesgos que esto conlleva; entiendo que las pulsiones a veces dan en el clavo, y entonces logran martillar la cabeza de quienes curiosamente se asoman a mis tiradas o a mis letras. No sé si sentirme bien o mal por ello; algunos ven en ese reflejo de sí mismos algo mágico, maravilloso, y otros ven un rasgo diabólico y enfermizo… vamos, todo depende del tipo de conciencia que se vea reflejada en mi literatura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un día estaba con mi maestro empacando una canastilla de frutas de bosque se concederían a un buen comensal, antes de entregar se me ocurrió a lo lejos sugerir sin observar; Jorge va caminando una hormiga negra y pequeña sobre las cerezas. Él checó el canasto y encontró la hormiga migrando de la cereza al arándano.
Jorge comentó; hay muchos momentos en que señalas el grano de arena que buscas en medio de la tormenta, con una sonrisa entregó la canasta limpia.
Fernando Sojo.
(El presentimiento
es la sonda del alma
en el misterio.
Nariz del corazón,
que explora en la tiniebla
del tiempo.)
F.G.L. Agosto 1920