Día tras día vendrás a abrevar a tu vaca, a tu lastimera Clarabella, cada vez más escuálida; y entre débiles risitas medirás nuestros respectivos tamaños; te darás cuenta –una vez más- de lo robusto que eres al lado de esta ánima casi invisible que viene a la orilla del río a tomar agua y no a encontrarse contigo. A cada trago le atribuirás un influjo vital que no posee, porque yo ya estoy del otro lado. Tu vaca flaca, por cierto, está a punto. ¿Qué vida pretendes, vaquero, rescatar aquí, río abajo? Cuando este territorio era un vergel yo ya estaba moribunda y aún en la otra orilla sigo aquí.
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