Renacimiento
Y cuando uno cree que más allá del dolor no puede existir más, llega la última y más dolorosa estocada, después de la cual dios se compadece y da un pequeño descanso, un tiro de gracia que no acaba en la muerte.
Y cuando me estaba pudriendo en ese cuarto oscuro, con el recuerdo de Cinch vibrando en mi sien como una tira a punto de romperse, sin más compañía que unas sucias cartas de tarot, mi único amante no perecedero, y mi inalterable y puntual droga, viví la compasión de dios que me guió y me dio fuerza para levantarme de la cama y encontrarme con ella.
La poca luz que había en el lugar se opacó cuando ella apareció, si alguna vez a alguno de ustedes le han hablado de las apariciones de la muerte, me entenderá.
Curiosamente su andrógino había desaparecido, esta vez llevaba un vestido blanco y vaporoso, se había dejado crecer las uñas y se las había pintado con un barniz verde esmeralda que brillaba ostensiblemente, llevaba el pelo echado atrás en una coleta, y su piel se veía de un blanco que le alumbraba el rostro, sus ojos me miraron fijo y también me parecieron verdes, poco a poco esbozó una sonrisa y sus dientes también eran verdes. La primera pregunta resonó sólo en mi: ¿Será la muerte?, como si me hubiera escuchado Cinch amplió su sonrisa y dejo estallar su carcajada de esmeraldas sobre mi rostro que fue de la vergüenza a la absoluta felicidad. Esa noche bailamos juntas hasta que nos sacaron unos policías de un restaurante. Cuando desperté y la vi a la luz del día con el maquillaje corrido, los dientes de esmeralda colocados sobre el buró, el barniz de uñas maltratado y el aliento alcohólico, supe que efectivamente esa imagen sería mi único tiro de gracia y que jamás podría llegar a la muerte sin ella. De ahí en adelante ese amanecer a su lado sería fiel a mi memoria segundo con segundo, mi recuerdo elegido para el último instante en mi mente.
Y cuando me estaba pudriendo en ese cuarto oscuro, con el recuerdo de Cinch vibrando en mi sien como una tira a punto de romperse, sin más compañía que unas sucias cartas de tarot, mi único amante no perecedero, y mi inalterable y puntual droga, viví la compasión de dios que me guió y me dio fuerza para levantarme de la cama y encontrarme con ella.
La poca luz que había en el lugar se opacó cuando ella apareció, si alguna vez a alguno de ustedes le han hablado de las apariciones de la muerte, me entenderá.
Curiosamente su andrógino había desaparecido, esta vez llevaba un vestido blanco y vaporoso, se había dejado crecer las uñas y se las había pintado con un barniz verde esmeralda que brillaba ostensiblemente, llevaba el pelo echado atrás en una coleta, y su piel se veía de un blanco que le alumbraba el rostro, sus ojos me miraron fijo y también me parecieron verdes, poco a poco esbozó una sonrisa y sus dientes también eran verdes. La primera pregunta resonó sólo en mi: ¿Será la muerte?, como si me hubiera escuchado Cinch amplió su sonrisa y dejo estallar su carcajada de esmeraldas sobre mi rostro que fue de la vergüenza a la absoluta felicidad. Esa noche bailamos juntas hasta que nos sacaron unos policías de un restaurante. Cuando desperté y la vi a la luz del día con el maquillaje corrido, los dientes de esmeralda colocados sobre el buró, el barniz de uñas maltratado y el aliento alcohólico, supe que efectivamente esa imagen sería mi único tiro de gracia y que jamás podría llegar a la muerte sin ella. De ahí en adelante ese amanecer a su lado sería fiel a mi memoria segundo con segundo, mi recuerdo elegido para el último instante en mi mente.
1 comentario:
Cuerpazo de escrito:
Una bocanada de talento servido en el cáliz cosmogónico de Rowena Bali.
Con una sola hebra de tu cabello novelista, es suficiente para que la literatura se ilumine con la luz blanca de tu esencia.
Fernando Sojo.
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