Ustedes se preguntarán qué demonios hago yo entrometido en la vida de Tina, ¿por qué me preocupa su futuro?, es simple: yo soy el espíritu de un hombre, fui en vida un poeta fracasado con un montón de sueños impresos y poco leídos. Morí a la mañana siguiente de una desvelada, me había puesto una de esas que siguen recordando mis viejos colegas de oficina. Fue una muerte fácil: me dio un infarto y caí escaleras abajo, se me rajó el coco. Mi tozudo corazón resistió el golpe, pero mi coco se llenó de astillas y se detuvo a las pocas semanas, dejándome con las ganas de que alguno de mis amigos leyera un poema de inspiración mayor que se me había ocurrido durante la borrachera.
Los antros me vieron crecer como poeta, las meseras fueron mis principales admiradoras, conocedoras de mi talento. Muchas se enamoraban de mi, pero yo de ninguna. Era un auténtico patán y mucho orgullo me da decirlo; tenía una esposa gorda y linda a quien amaba, pero a quien encontraba poco menos apetecible que a las meseritas en ciertas noches. Por tanto me especialicé en la poesía a la carta, a la mesa, al vaso de ron, a la cerveza, a la mujer de falda negra y entallada que se pone medias gruesas para proteger sus piernas del cansancio… Pero bueno, ya tendré tiempo para hablarles sobre mí poesía, lo que procede es hablar de Tina y su nueva novela: está narrada en segunda persona, salvo en esos muchos momentos en que yo incurro. El tono narrativo presenta una tensión constante, describe un estado de admiración suprema hacia un hombre cuyo nombre es previsiblemente Alejo. Es en su mayoría un monólogo dirigido al amado y expresa con intensidades diversas todos los matices posibles de aquello que la pobre Tina entiende como adoración. En ciertos momentos el tono de Tina se desquicia y yo tengo que ponerla en su sitio, no me gustan las pasiones desbordadas, la mesura y la discreción son virtudes absolutamente favorables en una voz femenina. Yo, que soy un hombre sabio creo incondicionalmente en la prudencia y en la templanza. Por otro lado, cuando a Tina se le acaba el seso y se queda dormida sobre el teclado, yo me pongo a corregir y a aumentar por aquí y por allá… cuando Tina despierta a la mañana siguiente con la vista borrosa y la espalda molida no alcanza a leer mis líneas, se mete a la regadera y luego parte en busca de Alejo, si no puede encontrarlo, cosa que es frecuentísima, al menos se acerca a él. Lo primero que hace es marcarle, si él no contesta insiste e insiste, si no hay resultados se va a sentar a un café cercano a su casa hasta que ve el mini cooper verde salir del garaje hacia la oficina. Tina da un suspiro y tiene fuerza suficiente para pasar el día. Vuelve a su casa y se queda dormida otras horitas, luego va al mini súper, compra una bolsa grande de papas y se la va comiendo mientras ve la tele... de esta experiencia repetitiva va extrayendo cierta materia inspiradora. Su mente inteligente y noble transforma la bazofia televisiva en cuartillas un poco sobradas a veces, pero en general bastante aceptables.
Los antros me vieron crecer como poeta, las meseras fueron mis principales admiradoras, conocedoras de mi talento. Muchas se enamoraban de mi, pero yo de ninguna. Era un auténtico patán y mucho orgullo me da decirlo; tenía una esposa gorda y linda a quien amaba, pero a quien encontraba poco menos apetecible que a las meseritas en ciertas noches. Por tanto me especialicé en la poesía a la carta, a la mesa, al vaso de ron, a la cerveza, a la mujer de falda negra y entallada que se pone medias gruesas para proteger sus piernas del cansancio… Pero bueno, ya tendré tiempo para hablarles sobre mí poesía, lo que procede es hablar de Tina y su nueva novela: está narrada en segunda persona, salvo en esos muchos momentos en que yo incurro. El tono narrativo presenta una tensión constante, describe un estado de admiración suprema hacia un hombre cuyo nombre es previsiblemente Alejo. Es en su mayoría un monólogo dirigido al amado y expresa con intensidades diversas todos los matices posibles de aquello que la pobre Tina entiende como adoración. En ciertos momentos el tono de Tina se desquicia y yo tengo que ponerla en su sitio, no me gustan las pasiones desbordadas, la mesura y la discreción son virtudes absolutamente favorables en una voz femenina. Yo, que soy un hombre sabio creo incondicionalmente en la prudencia y en la templanza. Por otro lado, cuando a Tina se le acaba el seso y se queda dormida sobre el teclado, yo me pongo a corregir y a aumentar por aquí y por allá… cuando Tina despierta a la mañana siguiente con la vista borrosa y la espalda molida no alcanza a leer mis líneas, se mete a la regadera y luego parte en busca de Alejo, si no puede encontrarlo, cosa que es frecuentísima, al menos se acerca a él. Lo primero que hace es marcarle, si él no contesta insiste e insiste, si no hay resultados se va a sentar a un café cercano a su casa hasta que ve el mini cooper verde salir del garaje hacia la oficina. Tina da un suspiro y tiene fuerza suficiente para pasar el día. Vuelve a su casa y se queda dormida otras horitas, luego va al mini súper, compra una bolsa grande de papas y se la va comiendo mientras ve la tele... de esta experiencia repetitiva va extrayendo cierta materia inspiradora. Su mente inteligente y noble transforma la bazofia televisiva en cuartillas un poco sobradas a veces, pero en general bastante aceptables.