En el Primer Mundillo nunca fue ninguna vergüenza penetrar a las máquinas, ahí vivía la Chica que Todos Quieren. Muchas veces ella descubrió a su propio novio en amoríos con máquinas de la capital y no sintió desconcierto, ni celos: era
normal que los chicos tuvieran aventuras constantes con las máquinas. Sin embargo, no había máquinas penetradoras de mujeres, de estas últimas se creía que eran como las primeras, sólo que de carne. Era, por otro lado, cada vez menos frecuente la penetración entre personas, y las mujeres preñadas eran muy mal vistas y acosadas socialmente.
Pero todavía existían excepciones, –almas virtuosas que sabían ver el alma más oculta, incluso entre las máquinas– una de ellas era el Pobre Hombre, quien, al descubrir a la Chica que Todos Quieren, se
enamoró perdidamente. En aquel tiempo, como en todos los tiempos, toda
novedad carnal era sinónimo de felicidad; felicidad que un día se acababa para dar
paso a un periodo de luto, y luego, a la nueva felicidad. Pasaron algunos años juntos y el Pobre Hombre la penetró como antes penetró a las máquinas, con pasión y sin ningún
desconcierto, y cuando llegó la inevitable ruptura sólo uno de ellos sintió
pena. Él puso en ella su corazón así como antes lo había puesto en las
máquinas.
Un día el Pobre Hombre –quien tenía un espíritu rebelde y sabio, y podía ingresar en todos los secretos de las almas– descubrió a la Siempre Encinta y decidió hacer
pareja con ella, penetrarla apasionadamente como hizo con las máquinas y con la Chica que Todos
Quieren. La forma en que la encontró fue ilegal, puesto que ella pertenecía
al Mundo de Verdad. Cuando él la miró a los ojos supo que ella era la excepción que estaba buscando. No había sitio en el Primer Mundillo para alguien
como la Siempre Encinta, y sin embargo, el Pobre Hombre fue firme en su decisión de quedarse con ella.
Hay un aspecto histórico de gran relevancia en este romance, por el cual todo lector que tenga un alma debería conmoverse, y es que en el Mundo de Verdad las
personas no penetraban a las máquinas y las mujeres eran penetradas por hombres
que solamente habían penetrado a mujeres. La penetración maquinal era
diagnosticada como maquinofilia y todo aquel que la practicara era enviado al
hospital psiquiátrico. En territorio verdadero se perseguía severamente la maquinofilia y no se permitía el ingreso a personas con antecedentes maquinófilos. Por tal situación era imposible que un Pobre Hombre ingresara al
Mundo de Verdad, igualmente imposible era para los verdaderos ingresar a territorio maquinófilo. Por tanto una noche el Pobre Hombre raptó a la Siempre Encinta. Este rapto trajo consecuencias trascendentes para la humanidad y la maquinidad. Fueron perseguidos durante lustros. Tuvieron que cambiar su residencia a Otro Mundillo, donde aquellas leyes arcaicas habían desaparecido, donde todos habían entendido hacía tiempo que nada de malo tenía penetrar
a las máquinas o haberlas penetrado en el pasado y donde estar encinta era incluso una alegría. La situación legal de los
amantes se hizo viral, y se llevó a la Corte del País Entero, donde,
después de algunos años y discusiones se llegó a la conclusión de que nada de
malo tenía que los verdaderos y los maquinófilos se amaran, siempre y cuando
nadie saliera lastimado.
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