Para Daniela Zarco
A mi fiesta
acuden los chiquitos
y los grandes se quedan
a jugar en las afueras;
se ocupan del jardín
con todas sus mangueras,
podan el pasto,
retiran los abrojos,
arrancan los cogollos,
les abren los ojos
a todos los pimpollos
y le quitan el chahuistle
a las enredaderas.
En tanto adentro nosotros
nos contamos chistes
de a deveras,
decimos groserías,
desnudamos la alegría,
recitamos poesía
y hacemos chingaderas.
acuden los chiquitos
y los grandes se quedan
a jugar en las afueras;
se ocupan del jardín
con todas sus mangueras,
podan el pasto,
retiran los abrojos,
arrancan los cogollos,
les abren los ojos
a todos los pimpollos
y le quitan el chahuistle
a las enredaderas.
En tanto adentro nosotros
nos contamos chistes
de a deveras,
decimos groserías,
desnudamos la alegría,
recitamos poesía
y hacemos chingaderas.
1 comentario:
¿Qué pasa con estos versos? ¿Qué me pasa a mí al leerlos? Viene a mí, a mi piel toda, un chorro de luz, un cacho de luna rodeada de nubosos listones rojos. Frescura. Una alegría que bulle en la garganta, templa mi corazón, enciende mis ojos. Leo los versos y vuelvo entonces a las cactáceas o suculentas y sus flores a punto de nacer. Y sé que ahí está la vida. Sé, porque la reconozco, que en la mirada de esta poeta están las flores y todas las texturas y los olores que las envuelven. Y vuelve la luz, o más bien la luz que no se ha ido despierta mi sed y mis certezas. Cuánta belleza hay, me digo. Ay. Juan José Reyes
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