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martes, 1 de marzo de 2011

Amorosa

Tú y yo no nos conoceremos nunca en la intimidad, pero vamos a ir juntos por el mundo hasta que la muerte -mi muerte- nos separe. Te diré por qué.
Entiendo que para ti ser tan hermoso tiene un costo. Llegar a tener un cuerpo y un jardín como el tuyo debe implicar una tarea ardua. Debió costarle largos años de sacrificios a tu raza llegar hasta tu espléndida perfección. Generaciones y generaciones de tributo a la hermosura. Pero debo decirte que tu jardín es la vida de mi vida y no me marcharé, ni pagaré ningún costo, salvo el de mi vida.
Yo vivo vigilando tu intemperie. Inhalo el aire tuyo que se queda impregnado en mis extremidades. Tu aroma me perturba cuando vuelves del jardín. Yo soy un insecto que te ronda, y te vigilo posado en una hoja cuando trabajas en las hortalizas. He sobrevolado muchas veces por las cercanías de tu espalda morenísima y desnuda. Cuando te das un breve descanso, me voy contigo a la cocina y te veo comer, con las manos lavadas y el pelo sucio. Te observo embelesada hasta que dejas en el plato los restos suficientes para mi propio sustento. Cuando te apartas de la silla queda en ella un intenso olor a dulzura; todo tú eres miel, y yo soy toda mosca. Nunca sabrás el placer que para mi como mosca representa el tenerte cerca de mi. Es amor: es carencia y plenitud, propiamente dicho, -ni se te ocurra creer que por ser mosca no soy propia- es un sentimiento limpio y sublime que va más allá de mis elegantes y precisas extremidades, entrenadas al mil, capaces de ejecutar movimientos velocísimos para evadir el golpe de tu matamoscas o el matamoscas de tu mujer. En cuya piel, por cierto, también me he posado, sólo porque me intriga saber a qué sabe tu perfume cuando se mezcla con el de ella en ciertos momentos.
Cuando estás trabajando en el jardín me resulta más fácil posarme sobre ti, he practicado técnicas diversas para lograr el roce de mis extremidades sobre esa piel tuya. Cuando lo logro tu contacto me provoca fuertes suspiros. Las moscas suspiramos todo el tiempo. Somos seres románticos y amorosos, y yo en particular, soy una mosca muy cursi, pero tú eso nunca lo sabrás. Tú me verás como una mosca cualquiera, para ti todas las moscas somos iguales, pero te equivocas; todas somos distintas. Tú no intentarás acercarte a mi como yo a ti, con este amor incondicional. Tú nunca sabrás nada sobre mi. Sólo que emito molestos zumbidos -suspiros que no comprenderás- y que me poso sobre tu plato. Yo, la misma mosca, la única e irrepetible mosca que te ama. No sabrás que estaré aquí, lo más cerca que pueda de tus labios, de tus axilas, hasta el momento en que me aplastes.