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viernes, 3 de septiembre de 2010

Silbato

Bajé las escaleras con sólo mi bata vaporosa encima, dejé mi tallo y mis huesos sobre una mezcla de telas y flores, y me fui a asomar a una ventana redonda que da a un gran floripondio (que es tradicionalmente, la flor del sueño) de pronto apareció un emisario tuyo: un raudo pájaro pardo, las plumas en desorden, tus ojos; demasiado panzón para ser un colibrí o un cenzontle, pero pequeño, ágil y de pico largo y afilado. El pájaro silbaba tu nombre y daba fuertes picotazos en la ventana, como un novato carpintero, desorientado sobreviviente de la tala.