En nuestro valle sentimental sólo había huesos
secos, un olor salino se extendía por toda nuestra existencia, y como en esta vida también hay pasajes felices y reverdecientes, ocurrió que un día el señor sopló su aliento sobre nosotros, entonces vimos cómo de los huesos nació la sangre, nació
carne, nació vida, nació el todo, en ellos se reveló el
secreto. Crecieron nuevos trozos de latidos sobre nuestros corazones muertos y de algún lado salió un potente y oscuro amor en el cual nos distrajimos mientras nuestros hijos nacían, crecían, se reproducían y morían.
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