jueves, 12 de septiembre de 2019

Muerte de la persona y nacimiento del personaje.

Cuando hablo contigo te descontrolo, mi presencia te quema y no puedes evitar quedarte con mis marcas, mis palabras se te van pirograbando por dentro y dejas de ser tú. Tu habilidad para intentar ser como yo creció, pero resulta que nunca habrá suficiente espacio para dos yos en esta blanca planicie y sólo logras convertirte en uno más de mis personajes.
Tienes todo, eres lo que quisiste: una mujer que alcanzó su sueño. Al menos eso es lo que dice tu perfil, que es el único contacto que tengo, desde aquel día, contigo. Desde aquel día soy más feliz, pues en vez de vivirte, he comenzado a escribirte. 
Caminando por el jardín me ha asaltado la idea de si ese hombre con el que vives no estará forzándote a fingir felicidad ante el mundo. Sé que eres la esposa de un tipo muy enfermo, no lo suficientemente psicópata como para no vivir fundido en el dolor constante. Un dolor que lo hace una especie de dispensador de cuchillos, navajas y balas de todos los calibres. Imagino que vives acorralada por la infelicidad. Tu rostro lo refleja, no finjas. Yo, en cambio, estoy tan tranquilo que incluso escribo solo por dejar mi falta de cordura en un sitio articulado, organizado y coherente.  Mi capacidad para crearte me salva. Pero no estamos aquí para hablar de mí. Tú, en cambio, no tienes noble imaginación, y vienes aquí a ver que encuentras, a ver que te "inspira". Tu corazón latirá muy rápido, vas a sentir una ola de calor remojar tu piel color arena, se te erizará el cuero cabelludo, las manos y las rodillas se te van a poner temblorinas cuando veas que yo permanezco impávido, elegante, iluminado por mi monitor, guapo, como siempre, que no estoy siquiera percibiendo tu presencia mientras tu cuerpecito -aún aferrado a la placenta de mis dedos que no cesan de teclear- sale de mi cabeza concentrada en escribirte, mis ojos siguen firmes en la pantalla. ¿O qué te parece si en lugar de eso me río en tu cara? Te dejo caer la garra de mi mirada, mientras naces, desnuda, ante mi absoluto dominio, ante tu creador.
No finjas felicidad. Eso no va con una mujer tensa. Tu tensión se llama fingimiento. Te inventas un sucedáneo quebradizo del equilibrio, y a fuerza de ello has adquirido algunos gestos que parecen denotar inteligencia, cierto mohín de reflexión vacía. Tienes todas las cualidades de alguien que persigue reconocimiento a toda costa. Tus arcas nunca crecerán lo suficiente para rellenar el hoyo negro que se expande en el centro de tu pecho desde el día en que me fui de tu vida, para dedicarme a tu muerte, y a tu renacimiento como personaje.
            Sé que has hablado mal de mí a muchos, y que entre tus amigas se detienen a desmenuzar meticulosamente pasajes desagradables de mi vida, todos inventados por sus imaginaciones mezquinas e ignorantes. Asuntos que les son totalmente desconocidos son fritos y refritos en sus lenguas de fuego.
Mi realidad la podría relatar en unos cuantos minutos. Desde cierta percepción sucia y capitalista soy un infeliz. Nunca estoy conforme, nunca finjo, salvo cuando es estrictamente necesario, es decir, sólo cuando estoy con personas tan fingidas que no tienen otro remedio que provocar conversaciones fingidas. Pero eso casi nunca ocurre, porque mis amigos inimaginables siempre tienen palabras verdaderas para mí. Paso el tiempo solo, la soledad es importante para una persona que escribe. Yo tengo un hábito interminable por la palabra. Soy un cazador de palabras.
Sé que le has dicho a muchos que soy un putito. Difundes por aquí y por allí que todas tus amigas se acostaron conmigo, quizá algunas de ellas hayan apoyado tu labor de difusión solo por blasonarme, cuando yo nunca siquiera respondí a sus preguntas. Nunca hablé con ellas. Es probable que incluso haya sido incapaz de notar sus presencias. Lo siento, no todos los personajes pueden tener un papel protagónico en la obra de uno.
Yo ni siquiera puedo decir si eres una putita porque apenas te conozco, pasaste por mi vida casi como una clienta con la que fui amable por que quería ganarme un dinero extra, te escribí por encargo.
Nunca esperé nada más, pero... ¿Empiezas a sentir el ardor en tu rostro? ¿Tu corazón ha empezado a descontrolarse? ¿Se está desbocando tu cordura? ¿Ya estás dejando de ser tú para convertirte en otro de mis personajes?
 (Fragmento)




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