Hay un poeta que marca a las nuevas generaciones mexicanas. Un hombre nacido en España y venido a México por la Guerra Civil. Su nombre es Juan Almela y se ha hecho famoso como Gerardo Deniz. Los entusiasmos que ha encendido no son ya tan recientes: comienzan con Octavio Paz, un poeta que nada le debe pero que supo leerlo, y llegan hasta ochentenos. En medio hay poetas tan importantes como David Huerta y poetas de una generación más joven, entre los que están Aurelio Asiain, Fernando Fernández, Josué Ramírez, Julio Trujillo. Todos dicen que el poeta más joven de México es Gerardo Deniz, nacido en España en los ya no muy cercanos años treinta del siglo pasado. ¿Qué hay en la poesía de Deniz que hace brotar tanta admiración y que tiene tanta influencia entre los jóvenes? La de Deniz es una poesía difícil. Su vocabulario suele estar poblado de términos científicos recónditos o muy especializados. Suele Deniz contar una historia en cada poema, al menos una escena. No es un poeta que cante, en el sentido en que pueda cantarle a algo o a alguien. Expresa en ocasiones embeleso ante una figura femenina… pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones: se trata, si uno logra descifrarlo, de la figura de una muchacha que aparece en un afiche que el poeta vio en un muro del metro.
Deniz es un melómano. Lo sabe cualquiera que haya platicado con él, y también puede constatarlo el que lo haya leído con algún cuidado. En su poesía no es rara la aparición de la música, como referencia y también como parte del mundo que se registra. Pero sobre todo la música está fluyendo en la poesía de Deniz. Creo que ésta es la clave de su poesía. Una música de diferentes ritmos. A veces de largo aliento, en poemas largos. A veces en versos cortos, relampagueantes. Siempre el conjunto da la impresión de una música a veces trepidante, como un hip hop quizás, como una música sincopada.
Deniz tiene un oído de privilegio. Acentúa como nadie, y de ahí nacen sus ritmos. Y además, last but not least, está la actitud del poeta. Deniz es un poeta con actitud.
Hay sin falta un ánimo de juego en la poesía de Deniz, de hacer estallar el lenguaje convencional. ¿El lenguaje? Lo que hay detrás de este lenguaje: la mirada a ese mundo. Deniz mira el mundo de otro manera. Lo hace desde una inteligencia radical. El mundo se convierte de esta manera en una suerte de gran laboratorio, de campo de exploración.
Lo que ha sucedido es que se ha roto el orden temporal. Esos “todos los días” no podrán ser medidos como se miden los días comunes y corrientes. Las palabras y las líneas del poema son los momentos de aquel tiempo. La poesía es un juego definitivo, en consecuencia.
Con todo esto, Deniz no parece tomarse a sí mismo demasiado en serio. Él mismo considera que casi todo lo que ha hecho son textos, más que poemas. Si acaso, dice, algunos poemas.
2 comentarios:
Entre la herida del cielo y el elogio a Gerardo Deniz , confieso que estoy sorprendido, uno nunca deja de aprender realmente, gracias Rowena por abrir éste saco de palabras , a veces es bueno contagiarse de estos seres melómanos, uno puede encontrar también en la música la esencia de una composición, en momentos creo que puedo maravillarme al encontrar la premonición de la muerte en obras maestras, me impresionan mucho ,en lo personal , como es el caso de Mozart en su Réquiem o el estridente grito coral de Beethoven ante su sordera en la novena sinfonía o la conquista y grito de amor en la pieza Nessun Dorma, canto del príncipe Caraf ante la princesa Turandot en la última ópera de Puccini … hay mucha magia en disfrutar las cosas, sobre todo cuando se comparten, Joaquín Rodrigo comentaba:
-“…que la gente que siente la música es más sensible frente a todas las manifestaciones de la vida.”
Y respecto a la herida del cielo, en lo personal tengo una experiencia similar, cuando enseñé emocionado en mi primer semestre de la carrera, un poema mío en una comida familiar publicado en la revista local universitaria llamada Nuestro espacio, en casa nadie creía que lo había escrito yo, aseguraban mis hermanos que había copiado el texto de algún libro y lo había publicado, pero bueno, tenía el consuelo de papá. Êl fue el primero que vio recién escrito en tinta aquel poema.
Para terminar, a pesar de que sé, que hay que hacer un arduo trabajo para escribir, hay momentos que se debe provocar la inspiración. Al ver un grupo de buenos escritores en la pasada Fenal ,traídos por editorial Colofón, si no me equivoco, creo que encontré un ejemplo, para hacer uso de la creatividad literaria y realmente hubo unos ojos verdes hermosos , que dieron un ligero toque para ejercitar mi mente y palabras de nuevo.
Sé que tengo que trabajar bastante, hasta pulir el estilo en producto.
GRACIAS.
Fernando Sojo Malacara.
Hace años. Muchos, quizá. En una inocua visita de media mañana al supermercado, vi a Juan Almela delante de mí en la fila de la caja.
La primera pregunta es ¿y cómo lo reconocí? No era, ni es, un tipo que salga en la televisión ni en los periódicos, acaso había leído algún texto firmado por él donde hacía una disección de un poema escrito por Gerardo Deniz en la tristemente desaparecida revista ViceVersa. En algunos de sus libros salía su foto en la solapa o en los forros. De ahí. Lo vi, y pensé que tenía que ser él.
Cuando puso sus víveres en la caja, una época en que no había las bandas de movimiento que ahora abundan para acercar la mercancía a la caja registradora, sino que el efecto lo lograba la gravedad que intervenía en una pequeña pendiente para que la lata de frijoles resbalara hasta quedar a la mano de quien estaba cobrando, pensé en la mezcla de lo mundano y lo sublime, en cómo tienen que ir entreverados para que la locura no acabe con nosotros. Recuerdo que me fijé qué había comprado exactamente, podría decir que había una botella de vodka, pero mi memoria se ha diluido y no tengo certeza ya de eso.
Pensé en decirle algo, pero luego me di cuenta que no se me ocurría nada que pudiera interesarle (en realidad eso no lo sabía, lo supuse, quizá erróneamente. Quizá acertadamente) y me invadió la timidez que comúnmente me arropaba en esos tiempos (ahora es la timidez la que se ha ido diluyendo un poco).
Cuando volví a casa me entró la falta de certeza. Quizá no era Almela. En mi obsesión de medio día (el desempleo regía mis horarios) busqué en las páginas blancas, en el directorio, y sí, había un tal Juan Almela con domicilio cercano al super, tanto como para ir caminando. Quise pensar que no quedaba la menor duda, yo compraba mis víveres en el mismo super que Juan Almela.
Recordé este episodio luego de encontrarme con tu texto. Fue un trabajo laborioso de memoria, porque hace más de 13 años, al menos, del encuentro en el super.
Sin duda, un gran poeta el señor Deniz y mejor cuando lo interpretaba el señor Almela en ViceVersa.
Saludos.
rafael carballo
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