Ojalá que cuando me vean por la calle, queridos lectores
de esta historia, sepan reconocerme, les he contado como soy por dentro y por
fuera. Ante todo soy un personaje: vivo un infierno indecible, mi vida
tuvo como único destino engendrar a un monstruo que sigue creciendo en poder e
inteligencia, sin que yo pueda detenerlo. Si quieren que lleve esta
sinceridad mía a planos metatextuales: soy principalmente una mujer sin
voluntad, que es escrita y leída conforme a decisiones ajenas; la de quien me
escribe, y la de quien me lee: mi existencia, como la construcción misma del
mal que albergo y cuido, depende de que ustedes permanezcan conmigo hasta
entender a plenitud mi presencia en este mundo, es decir, hasta el desenlace de esta
historia. Sé que es una difícil tarea, yo misma no entiendo una pizca de cómo
demonios me trajeron hasta aquí sus conciencias: por una cita extramarital con
un magnate de apodo la Serpiente terminé embarazada, perdí a mi familia,
descubrí que mi marido me engañó durante años, me volví millonaria, parí un
engendro genial y malvado, y ahora mismo me encuentro ante un camino recto e
incierto en el que sólo sé que quiero que las arcas de la maldita Serpiente -mi
actual y ahora distante protector- permanezcan llenas. El dinero
parece ser la voluntad de ustedes, y, si se me permite otra declaración propia,
les diré que quisiera que mi escritor se dignara a soltar esta historia, hasta
dejarme descansar del tormento que es vivir de esta manera: escrita. Ustedes
son los culpables de que yo me corrompa, de que me humille por el dinero de un
protector al que detesto, de que sienta este orgullo inmoral por mi hijo
violador y asesino, también de que viva en este duelo vergonzante por el amor
de un marido que siempre me mintió. Ustedes y sus voluntades metatextuales me
hacen incapaz de volver a sentir amor. Al menos antes tenía mi adoración
ciega; ahora sólo tengo a mi hijo malvado y mis arcas siempre rebosantes,
también tengo la certidumbre, como un hoyo negro en el pecho, de que la
Serpiente volverá, con ella sus violaciones, sus vejaciones, la prostitución de
mi alma. Al menos que ahora sus voluntades se apiaden de mí, me saquen de este
pecado, me saquen del papel, me regalen esa vida verdadera de la cual
tan repetitivamente hablan sus mentiras.