jueves, 2 de diciembre de 2010

Balita

En La bala enamorada (2005)
Sé, Morten, que lo sabes, sé que me espías por las noches, que te asomas por la ventana de La Arcadia, sé que te quedas contemplándome cuando duermo, cuando hago ejercicio y cuando bailo. Te odio por eso. Te odio por tu constante vigilancia. Pero más te odio por estar todo el día rondando mi oficina con esas tetitas tan cerca de la ridícula corbata. Tuve muchos años de felicidad en la oficina haciendo exactamente lo que me gustaba hacer; ahora, desde que me implantaste esta tortura, detesto la oficina. Desde que tu presencia se chupa toda mi atención me he dado cuenta de cuán automáticamente hago mi trabajo, sigue saliéndome tan bien que ya ni siquiera pienso; sólo pienso en el momento en que te cruces por delante de mi, con tu aspecto triste de escritorio, con tu aspecto de nerd, de tímido dj en el rave, con ese pecho tan contraído por el fingimiento.
Ni una urgencia de muerte justifica una intromisión tan despiadada como la tuya en mi vida. Desde que llevo tu riñón me he vuelto una construcción perpetua de tus visiones, de tus alucinaciones.
Te presentas a la oficina siempre con un outfit horrible que me hace erizar la piel. A través de la camisita blanca veo el vello que crece en tu pecho como fenómeno de una imposibilidad maléfica. Cuando salgo a comer te veo en mi plato, cuando prendo mi computadora te veo en la pantalla. Cuando me cruzo contigo en el elevador el corazón me late a ritmo de ratón y me dan ganas de aplastarte, de machacarte, de matarte. Y sigo haciendo mi trabajo como una zombi, sin dejar un momento de pensar, y lo hago bien. Con tu imagen clavada en las pupilas pienso en el día que me libere totalmente de tu pesadilla, en el momento en que Jeff y yo tengamos al fin nuestra obra terminada y hagamos el amor con la cuenta del fraccionamiento reproduciéndose en el banco. Pienso en el día que pueda al fin abandonar esta oficina que tanto amé en un tiempo, pienso en el día en que ese riñón me estalle como estalla el hígado del cirroso incorregible de Quim Monzó.
No me queda otra posibilidad por el momento que quedarme aquí para nunca perderte de vista; la idea de no ver tu pecho me resulta insoportable y lo sabes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada Rowena

¿Emites balas enamoradas con mira sincrónica acaso? o ¿será que sólo me pega esta bala perdida en mi mirada ?

Gracias

Fernando Sojo

Rowena Bali dijo...

El tiro siempre apunta hacia alguna parte, Fernando. Si te alcanzó la bala me quedo satisfecha.

Anónimo dijo...

Bueno, me gusta tu estilo y veo siempre algo nuevo, honestamente no me compraría un chaleco anti balas, por que estas satisfecha, peligra mi reacción anacoreta, un honor escritora.
Sojo