jueves, 7 de enero de 2010

Carta a un amigo anónimo

Es bueno ver amanecer, sobre todo si es junto a buenos amigos.
Ah, no sé porqué me imaginaba que algo te pasaría ese primero de enero... ¿te pusiste muy borracho?¿podrás dar tu curso con un brazo? No me extrañes ¿qué hace falta para curar tu enfermedad?
Ha empezado un año que pinta nefasto y me siento feliz... insisto en sentirme desdichada por la desdicha de los otros y entonces me doy cuenta de que la felicidad -así parecemos creer- se llama egoísmo, sólo los egoístas pueden sentirse cómodos en una sociedad como esta. Los egoístas que se dejan envolver por el ruidoso glamour de la vida feliz... sin embargo, soy feliz... y me entristezco porque esta felicidad en realidad se llama extrañar, se llama saudade o lo que mejor te parezca.
Anoche soñé que era conductora de un pesero, andaba entre la gente a alta velocidad; todo el tiempo se me atravesaban señoras, niños, señores, muchachos y yo manejaba tan bien que nunca atropellaba a ninguno. De repente me veía subida en el pesero como si éste fuera una lancha, yo llevando el timón en la azotea. Las calles y los barrios por los que circulaba siempre eran los más populares del DF y nunca se convertían en lagos.
¿Por qué te cuento esto? Porque es lo primero que me viene a la cabeza y porque creo que cuando uno tiene el brazo derecho enfermo necesita que le cuenten cosas.
Me gustaría que respondieras todas mis preguntas. Un lector que no advierte las preguntas formuladas por el escritor está perdiendo una parte importante de la historia. Dime querido: ¿He ignorado alguna vez tus preguntas siempre sabias?
No me queda otra que desearte mucha suerte con ese brazo, por favor cuídalo, porque él es una linda parte de tu cuerpo delicioso. Dile de mi parte a tu mano izquierda que sea solidaria y que trabaje duro.

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