La Arcadia destruida y yo en mi momento cumbre
Epílogo de Amazon Party.
Destruir la Arcadia parecía más complicado. Reconstruir la Arcadia ha sido imposible. No me ha alcanzado la vida ni la fuerza para lograrlo. Destruir es demasiado sencillo.
Cuando al fin mi sueño dorado de tenerla en mis brazos se convirtió en una realidad, empecé a darme cuenta de cuan brutal e imperfectamente posible era. Entonces, como hiciera en los sórdidos tiempos del Amazon, me dediqué a violentarla, a debilitar su ser hasta conseguir demostrarle que al menos en un brevísimo periodo de nuestras vidas, yo era más fuerte y más poderosa que ella. Convertí a Cinch en una piltrafa igual a mi, la puse a mi altura y luego mucho más abajo.
Entre las dos jamás podríamos pagarle a la naturaleza por la muerte de todos aquellos hombres hermosos habitantes de Golina. Tampoco nos alcanzará la vida para reconstruir los bosques, los jardines, los edificios. Tampoco podré devolverle la vida a los animales, a las aves multicolores.
La Arcadia encendida retrató el momento cumbre de mi vida. Ser autora de aquella destrucción fue mi destino existencial.
Mi vida ha sido, por cierto, una basura.
Hoy que disfruto lo más que puedo estas pausas de la vejez, todavía llevo en la sangre el recuerdo de la sangre, los estallidos, la muerte, el poder delirante de mi amor, que al parecer se consumió en unas cuantas horas. Después de aquello escuché los estallidos día tras día, hora tras hora en mis oídos, y como un tinitos intermitente se quedaron en los latidos de mi corazón.
De ahí en adelante me volví violenta a corta escala, empecé a golpear a quienes estuvieran a mi alrededor, a Cinch, a los escasos amigos que poco a poco se fueron yendo. Una vez destruida Cinch también se fue, y hasta ahora no he vuelto a amarla, aunque la imposibilidad de volver a verla, le brinda cierto encanto a su recuerdo.