martes, 25 de noviembre de 2025

El historio ilusorio






Hay un ejército destinado a ir tras nosotras y regresarnos una y otra vez a la oscuridad para que nadie vea que la mitad del talento de este mundo es nuestra. En ese ejército militaron también algunas y algunos hoy desertores que terminaron por entender que el camino del odio misógino no conviene a la vida. En este ejército misógino han militado hombres y mujeres por igual; muchas mujeres mercenarias que vieron a la otras como competencia, jamás como aliadas, que traicionaron por envidia, por celos, porque tuvieron el ego maltrecho, porque se contagiaron de la enfermedad que las golpeó y las humilló.

       Somos una amenaza para ellos; tan listos, tan mentirosos, tan superiores, tan fortachones, tan irresponsables, tan preocupados por silenciarnos, porque nuestros nombres y logros se olviden en la historia, por clavarse nuestro crédito o porque mínimo aparecerá después que el de ellos. Tan preocupados y preocupadas porque nuestra belleza se vea fea.


Hace mucho tiempo que sufro violencia de género , desde que naci. Unos minutos después de mi nacimiento un médico pervertido metió su dedo de látex en mis genitales, lo mismo hizo el pasajero del transporte público, el amigo al que apenas estaba conociendo, incluso el familiar cercano. Han creado el mito de nuestra debilidad y nosotras lo hemos creído; han decretado el derecho tácito sobre nuestros cuerpos nomás porque se les antojan mucho ¿quién les metió esa idea en sus cerebros dominados por la grandeza o la pequeñez de un falo? 


Hoy tengo que enfrentar situaciones legales en las cuales los señores y señoras funcionarias que proveen la justicia incumplen sus plazos para entregar documentos. Dicen que mañana, que en que en el transcurso de la semana, que dentro de un mes y no hacen nada; ciertos prestadores de servicios; los mecánicos, por ejemplo, hacen lo mismo: cometen fraudes, hurtos, abusos ; siempre con cara amable, cauta, burlona. Si eres mujer se ensañan, todo te lo complican, te lo ponen más caro, en tanto se jactan de estarte viendo la cara de pendeja. Creyéndose muy listos y listas cometen grave discriminación en varias órdenes. El sistema legal mexicano está plagado de ese tipo de cosas: demandas de mujeres ignoradas en favor de los hombres demandados, nomás porque el macho prima, no la justicia, dan pena y es una pena más que conocida. ¿Alguien conoce algo o alguien diferente?


La misoginia es un pecado universal que se manifiesta en asuntos tan frusles como envidiar y odiar la belleza de una mujer y publicar en redes y chats fotos que no le hacen ninguna justicia, detenerse en el video para sacar la captura de pantalla en la cual cierra los hermosos ojos y frunce la boca, aplicar filtros y hasta inteligencia artificial. Pero el asunto de la injusticia hacia las mujeres se torna realmente tristísimo y profundo cuando, por ejemplo, vemos a la familia pobrísima que vende a su hija sin importar el destino que tenga, da igual; ser víctima de abuso sistémico y sistemático es el único camino de esa niña. Hay, pues, muchas niñas pobrísimas en el mundo, lo mismo que ancianas. “Pobreza" es un sustantivo femenino. 


Ahí están los ejércitos para mantener a la bruja, a la mala, a la puta, a la arpía, a la víbora, a la desvergonzada, a la zorra, en su sitio, que no se mueva del lugar que le corresponde en la oscuridad. La cosa puede ir desde ahí hasta el arma, la tortura dolorosa y la muerte violenta, entre otras cosas: el odio misógino tiene gradaciones y volúmenes. 


Puedo confesar ahora, después de mucho tiempo de hablar y hablar con mi sabia terapeuta japonesa, que he sido intensamente feliz, que soy afortunada y hace mucho tiempo que creo en Dios, sí, y vivo agradecida porque he dejado de creer en la gente. Que he sobrevivido a las violaciones, a los golpes, a la traición de mi propia familia, de mis propias amigas, a la discriminación xenófoba de quien me empuja en la calle diciéndome “pinche gringa”, o al desconocido que me tilda de Whitexican, o a la compañera de trabajo que sin conocerme casi nada, se toma la atribución de decirme enfrente de todos “Barby”. Quizás no quieran saber que soy sólo una mexicanísima güera de pueblo, y a mucha honra, que se ha dedicado a trabajar toda su vida. Mis logros están ahí, aunque el ejército machista que transita por cielo, mar y tierra, pretenda enterrarlos algún día, castrarlos en su historia escrita con “o”: desaparecerlos en ese historio ilusorio y pendejo en el que nosotras no estamos, donde a lo lejos nos vemos siempre pariendo y alimentando a los hijos que ellos nos sembraron, o haciendo el ridículo, cometiendo algún error que da al traste con la paz en la trama. Un historio donde todas las cosas que importaban las hicieron ellos, donde la vida que salía de nuestros cuerpos no significaba nada. 


Desde hace mucho tiempo he desertado del ejército misógino, he dejado de creerme las afirmaciones machistas; procuro dar su lugar, en la medida de mis posibilidades como editora, escritora y locutora, a las mujeres que admiro, que son muchas; mostrar y hablar en lo posible acerca de los talentos femeninos que abundan en mi camino. 


Métanselo en la cabeza o dejen de mentir: no somos recién nacidas, hemos sido creadoras, inventoras, artistas, científicas, políticas, desde que estamos, nuestra historia es vieja y reciente y seguimos sobreviviendo a su deseo de borrarnos. 

lunes, 27 de octubre de 2025

¿Y a quién le importa mi rencor?

 “¿Y a quién le importa?” Me escucho a mí misma hablando con mi psicóloga, en el audio que conserva de cada sesión. "Últimamente, cuando tengo el impulso de escribir este torrente, es como una corriente de viento, como un elemento de la naturaleza... mejor me quedo escuchando a mi cabeza, hasta que llega un momento en que no tiene nada qué decir, entonces una nueva interlocutora entra en escena. Somos dos. Una serena, la otra tormentosa, la serena siempre termina callando a la tormentosa." Es una grabación de hace dos años.

Hoy que me encuentro en pleno proceso de curación de todo el rencor que acumulé durante mucho tiempo, mi querida terapeuta japonesa me retó a hacer este ejercicio escritural.


Escribir una lista de rencores y de personas que me hirieron. Me dijo que primero escribiera sobre aquellas a las que he perdonado, y luego sobre aquellas a las que no. Siempre he cuestionado el concepto de perdón, hoy veo que definitivamente este mundo carga un montón de perdones imperdonables. Por tanto mi primera lista es corta. 


Voy ahora a publicar un breve fragmento del resultado de este primer ejercicio que no es propiamente una lista; omitiré los nombres de personas. Esta práctica no fue diseñada para acusar a nadie, sino para sanar. Sé que en esta lista pueden meterse nombres que están en mis listas de conocidos y espías en Facebook e Instagram, o de este blog mismo, que no pienso invocar, porque todas estas personas pertenecen al ámbito literario mexicano.


Empezaré por mi ingreso al ámbito literario, quizás porque es uno de los aspectos más importantes de mi vida. Asunto por el cual me dedico a leer y a escribir con una disciplina diaria desde muy temprana edad. En ese ámbito encontré, después de escribir mi primera novela, a un editorcillo deleznable y misógino que no hizo más que juzgarme cuando yo era una joven madre que escribía libros y había estudiado durante muchos años para ser escritora. En ese mismo ámbito me encontré con señoras chismosas que jamás leyeron mis libros y se dedicaron a replicar el juicio y el chisme del primer deleznable misógino editor con el que me topé. 


El agente morboso, mi primera novela, que después de su aparición fue comentada muy positivamente en varios medios, como nunca sospeché que ocurriría, fue un logro para una joven escritora como yo, que no esperaba mucho. Ante mi libro las reacciones fueron curiosas: para quienes me conocían bien, personas cercanas, fue una novela entrañable y divertida, pero las que no me conocían tendían a juzgarme a nivel personal, como si aquella locura de ficción fuera mi vida. Y así, hasta mi más reciente novela publicada, que representa otro de mis orgullos, alguien comentó: “qué feo lo que le pasó a tu hijo”, porque no leyó mi libro, o bien, porque no está familiarizado con el concepto “ficción”. 


Hace algunos meses o años, no lo recuerdo, una escritora de mi generación sufrió un gran escándalo. Últimamente he reencontrado su nombre en mi memoria y voy entendiendo porqué tenía aquella actitud frecuente de burla y desprecio, de comentarios groseros sobre asuntos que desconocía. Cuando una persona hiere a otras intencionalmente es porque a su vez ha sido herida. No quiero imaginar las burlas y los desprecios que aquella mujer del sur de la ciudad vivió en su infancia, en su adolescencia y juventud, en todos los colegios y universidades, donde también hay gente ojete, igualita que ella. 

Otra mujer del medio se aprovechó de su aparente cercanía conmigo para difundir videos fuera de contexto, fotografías con las cuales vendieron historias y chismes sobre mí. 


A esas dos mujeres no les volveré a hablar, pero no les guardo rencor, porque sé que el mundo en el que se desenvolvieron les dejó el alma rebosante de un deseo irracional de desquite, solo basta con que les muestres aquello que envidian para que se les desborde el espíritu de venganza.


Hace muchos años un ponente especialista en Derechos Humanos, se congració con su público, hablando ofensivamente, desde su mesa de ponencia, sobre una edecán, gesto que varios celebraron con risitas. Ese hombre acababa de dar una cátedra sobre igualdad de género y tolerancia. Nunca olvidaré que aquel incidente se dio en una conferencia a la que asistieron amigos y colegas cercanos. Dentro de ese mismo grupo de compañeros hay personas a las que estimo y admiro, pero existen otras, afortunadamente no tan abundantes, que discriminan y maltratan porque ciertos aspectos físicos femeninos les recuerdan a alguno de los gastados prejuicios que los han carcomido por generaciones de machismo amargado y violento. En los medios literarios y en la literatura misma el asunto no es más alentador. A veces también es culpa de la niña de la primaria que nunca les hizo caso, o del amigo al que odiaron, etcétera. Lo triste de esto es que este tipo de violencias siempre fueron aplaudidas cuando actuaron en masculino. 


No recuerdo que el reciente señor de nuestros medios haya respondido alguna vez mis saludos las pocas veces que nos topamos en eventos diversos, su mirada siempre fija en mis carnes. Sus acompañantes haciendo bromitas pendejas, también misóginas y aplaudiendo el desdén injustificado que tan bien le sale cuando de mujeres se trata. No sé cómo pueda calificarse a ese gesto que lleva a un hombre a no responder el saludo de una dama cuyas carnes observa insistentemente. El señor de nuestros medios y polémicas actuales es apenas un botón en la muestra del machismo multicolor de nuestro México literario.


Ni al ponente sobre igualdad y tolerancia, ni al señor de nuestros medios recientes, les guardo rencor.