El caso es que como
personaje que intercambia cuerpos me aburro bastante, a veces quisiera
simplemente que alguien viniera, me matara en definitiva e impidiera que este
escritorcillo de mierda siga inventando mis aventuras y me mate una y otra y
otra vez: estoy cansado de morir y aparecer en un cuerpo distinto sabiendo
siempre que vendrá otra aburridera narrativa en la que terminaré atropellado,
asesinado, desahuciado, calcinado, ancajuelado, mutilado, abandonado en un
departamento de la colonia Nápoles, donde apenas una vecina piadosa sintió mi
olor fétido y tuvo a bien llamar a las autoridades que ahora mismo me llevan a
la morgue, leen mis últimas líneas sin comprender su significado: "por piedad, ya quítenle la beca a ese psicópata", e intentan localizar en vano a mi pariente, que no dirá jamás “ese
cuerpo es mío”, en tanto a mi autor se le ocurre otra travesura para seguir martirizándome.
Este acatamiento dócil de las órdenes que recibí desde un
plano extra textual, me impide suicidarme, pero bien puedo provocar el odio de
alguien, de preferencia un hombre, no es que sea yo un personaje sexista, es
que los hombres saben matar con mayor contundencia y pericia, tienen, pues,
mayor experiencia en los menesteres del asesinato. Tiene que haber un método,
una forma, para hacer que esta alma esclavizada al fin descanse en paz. El
escritor ha hecho de mi vida una miseria y es la única persona a la
que realmente odio, el escritor debe morir.