Las élites son
pequeños grupos que creen que son especialmente buenos en algo. Lo real es que
en todos los medios prima el prejuicio. Las
personas estamos criadas -que no creadas- en el prejuicio. Desde mi perspectiva
las élites en el ámbito del arte son grupos de prejuiciosos con algún grado de
identificación.
Yo suelo dividir a las personas entre
“positivas” y “negativas”. No discrimino a ninguno de los grupos, aunque, dada
mi condición de “negativa” -grupo en el que me inscribo irónica y alegremente- con
frecuencia encuentro a los positivos poco convincentes. Me detengo en
aquellos positivos de dientes para afuera, que se la pasan en terapias raras
e intensamente huecas para salir de sus problemas, de sus ansiedades, y no
crean, no son productivos. Para mí, el único orgullo posible es el del creador,
el de la creadora, por eso cuando reconozco el talento en una persona celebro
que ha sabido enfocar su ansiedad, su rabia, en una terapia realmente positiva:
la creación. El que crea tiene mejores motivos para avanzar, para continuar en
el camino, para cambiar el mundo, para estar alegre.
Ocurre que una gran parte
de la literatura proviene de la ansiedad, de algo que Sartre llamó la
“nausea”, de algo que Kierkegaard llamó también el “mareo”. He dedicado mi vida a
la literatura precisamente por culpa de esa ansiedad, nausea, mareo, vértigo, asco,
rabia, llámenle como quieran.
La creación es un asunto que reina en muchas
élites: los buenos atletas crean cuerpos poderosos, los filósofos crean
respuestas, los panaderos crean panes. Las élites creadoras no necesariamente
se ubican en los altos estratos.
Pero las élites no todas son creadoras: hay élites
de personas perezosas e ignorantes cuyo único interés es figurar haciendo lo
menos posible, les interesa que saquen fotos y videos donde hacen hincapié en inventar todo lo bueno que han hecho por el mundo, por cuyos caminos han transitado
colgándose todos los santos, y les rezan en público, como curas degenerados,
como políticos corruptos, cuya existencia nunca ha representado una buena obra.
Élites que son élites porque cobran elevados tributos por un honor que no
merecen y un trabajo que no hacen.