Y sí, esta es mi oportunidad para ponerme
cursi. ¿Saben? Todo hombre recalcitrante y radical es un poco cursi. Aunque yo
no sé si seré hombre o mujer… ¿o sí lo sé? Estaba olvidando que lo sé
absolutamente todo, que tengo metida en la conciencia toda la eternidad que me
antedece y me precede, que tengo la eternidad como un hito, como un monumento
dedicado al momento en que se decide la vida o la muerte. Llevar la eternidad a
cuestas en la memoria es un poco confuso, sobre todo cuando uno empieza a
acercarse al olvido. Y es que desde el principio, desde que se gesta el amor
entre los amantes que han de procrearnos, hasta el último momento de nuestra
vida, se gesta a su vez, gemela maligna, la posibilidad de dejar de existir... y
bueno, sé que no les digo ninguna novedad, pero es importante recordarles a lo
que se atienen quienes se entrenan en el ejercicio de la vida. Constantemente
estarán en riesgo de morir, pero serán más suceptibles en sus primeras etapas.
Yo, francamente, hasta no ver la teta de mi madre rebosante de leche ante mi,
no me proclamaré triunfador. El primer amor será ella, supongo, y una vez
decidida mi sexualidad sabré con qué clase de amante querría relacionarme.
Supongo que tendría que ser hombre. Y esto lo sé porque lo sé todo y sé que soy
una mujer –ahora lo sé, acabo de recordarlo. Aunque mis padres lo sabrán mucho
más tarde. Quizá yo lo he recordado porque estoy más cerca del olvido que en
las primeras páginas. Quizá porque en apenas unos capítulos, el olvido me dominará.
Toda la memoria desaparecerá y se convertirá en un futuro, en
una vida por delante.
Por el momento sé que quiero un amante que
sea tan valiente como yo, quiero un amante que sea para mí, que le sirva a mi
progenie para demostrar su eterna capacidad de supervivencia, quiero un hombre,
claro.